En la tradición zen , caracterizada por la búsqueda del despertar de la conciencia, a través de la comprensión de la naturaleza de la mente, hay una historia famosa que narra el encuentro entre un joven estudiante y su respetado maestro, conocido por su perpetuo estado de felicidad.

—Maestro, sueño con la felicidad infinita. ¿Qué consejo me puede dar? —preguntó el estudiante.

El maestro sonrió. Tomó su pincel y como si fuera la primera vez, escribió: “Atención.”.

—Muy bien —dijo el estudiante—, ¿y después qué sigue?

El maestro sonrió. Tomó su pincel y como si fuera la primera vez, escribió: “Atención. Atención”.

—Sí —asintió el estudiante, absolutamente perplejo—. ¿Algo más?

El maestro sonrió. Tomó su pincel y como si fuera la primera vez, escribió: “Atención. Atención. Atención”.

—Está bien, mas ¿qué significa atención? —preguntó el estudiante confundido.

El maestro habló: “Atención, significa atención.”

—¿Es todo! –insistió muy desalentado.

—La atención es todo —dijo el maestro—. Sin atención, la felicidad no está en ninguna parte; con atención la felicidad está aquí ahora. La atención es liberarse de todo. La atención nos ofrece todo.

Toda escuela auténtica de sabiduría y espiritualidad enseña que el ahora es el momento más abundante de nuestra vida, lo sabemos de sobra, lo hemos escuchado hasta el cansancio. El ahora es sagrado y eterno, es abrir el cofre donde la belleza cobra vida, donde se encuentran los regalos de la paz, la serenidad, el amor, el gozo a voluntad las 24 horas del día.

Suena irreal. Sin embargo, no podemos pensar en un mejor obsequio, el cual, además, no depende de que alguien más nos lo dé y es algo de lo que nadie puede privarnos. Requiere, nada más, detener por unos segundos la corriente de pensamiento automático y poner atención al momento. Atención, pero no la atención que solemos dar como alumnos en una clase, que tiene origen en la mente que juzga y analiza —y es también maravillosa. El tipo de atención que ofrece las mejores gratificaciones surge de la mente y el corazón tomadas de la mano.

Por unos segundos te invito querido lector, querida lectora, a soltar el periódico o el dispositivo electrónico en el que lees esta columna y observar a tu alrededor con atención, desde la mente y el corazón, ¿cuántas personas, circunstancias o cosas puedes apreciar, valorar, agradecer? Bastan algunos segundos de este acto simple para experimentar los deleites que la atención te brinda.

A pesar de las circunstancias por las que atravesamos, siempre hay un cielo al cual voltear, un árbol que admirar, o bien, simplemente, cerrar los ojos para observar la respiración propia mientras percibimos la energía sutil que corre por nuestras manos y que es, nada más y nada menos, la vida. ¿Se requiere de algo más o mejor para valorar la existencia?

¿Y cuál es el beneficio de despertar por unos segundos o minutos de vez en cuando para después seguir dormidos?, podríamos preguntar.

La felicidad permanente del maestro zen se basa en vivir en un estado más elevado de conciencia, al poner atención. Practicar con frecuencia puede convertirse en un camino de desarrollo espiritual y ser una fuente de bienestar interior. Además, puede modificar la estructura de nuestra psique y crear nuevas y permanentes conexiones, que transformarán por completo nuestra percepción de la vida.

Todos tenemos la libertad de intensificar nuestro nivel de felicidad al elegir a las personas, circunstancias o cosas a las que les dedicamos energía y el enorme poder de nuestra atención .

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