En general, los políticos tenemos una obsesión por el control; no nos gustan las sorpresas, prevemos lo que podría salir mal, queremos tener siempre una respuesta y afirmamos que nuestras soluciones son idóneas.


“Que vivas en tiempos interesantes” se dice como una especie de maldición. Cuando Sir Austen Chamberlain la utilizó en 1936 explicaba: “Nos movemos de una crisis a otra. Sufrimos un disturbio y conmoción después de otro”.


Si bien los políticos tenemos la tendencia a prever escenarios, jamás escuché a alguien afirmar que atravesaríamos una crisis global cuyas proporciones aún no alcanzamos a dimensionar. Nadie pensó en un escenario donde tantos aspectos de nuestra vida pudieran entrar en crisis al mismo tiempo. Sin duda alguna estamos viviendo “tiempos interesantes”.


Un virus con una altísima tasa de contagio nos demanda severas restricciones, se limitan las actividades únicamente a las esenciales y se detiene la economía de potencias como China, la Unión Europea y Estados Unidos. Hasta ahora se han detectado más de 3 millones de personas contagiadas y cerca de 218 mil muertes en el mundo. En México no tenemos datos reales de contagios por falta de pruebas y se ha informado de más de 1,800 muertes al momento de entregar este texto.


La actividad económica se ha detenido en gran parte del planeta. Más allá de las cifras frías de crecimiento, la crisis se sufre en carne y hueso: OXFAM estima que 500 millones de personas podrían ser empujadas a la pobreza, la OIT publica que 1,600 millones de personas en la economía informal quedarían sin sustento y que 195 millones de empleos pueden perderse. En nuestra economía tenemos el petróleo en precios mínimos históricos, el turismo se encuentra detenido y las remesas disminuyen. El 56% de los mexicanos vive de la economía informal.


La ONU expresó su preocupación por una posible crisis alimentaria. 820 millones de personas no cuentan con alimentos suficientes y 135 millones sufren hambre extrema. El PMA calcula que el covid-19 podría duplicar estas cifras. Si bien nuestro país es un país productor de alimentos, 25 millones de mexicanos padecen pobreza alimentaria y es muy probable que este número aumente conforme avanza la emergencia económica.


En algunas semanas probablemente empecemos a hablar de una crisis política y de tentaciones autoritarias en algunos países. Las respuestas nacionalistas y algunas restricciones a los derechos humanos deben terminar después de la pandemia pero no está claro que así vaya a suceder.


Estos “tiempos interesantes” nos traen consecuencias fatales para todo el planeta y México no será la excepción. Tenemos que hacer la tarea: urge mejorar el sistema de salud, diseñar políticas de ingreso básico universal que tengan cobertura suficiente para que nadie sufra hambre, unir esfuerzos con la iniciativa privada para proteger los empleos y salarios, lograr un gran acuerdo para planear y desarrollar una economía nacional que detone crecimiento e inclusión en todo el territorio.


Durante los próximos días discutiremos una reforma legal para decidir si el Ejecutivo modifica el presupuesto o si el Legislativo conserva esta fundamental responsabilidad constitucional. Tengo la firme convicción de que el Legislativo debe sesionar para ejercer sus facultades, no para cederlas. Los diputados de México necesitamos un diálogo con el Ejecutivo para rediseñar el presupuesto; es innegable que lo que se votó en 2019 no solucionaría la complejidad del 2020. Corresponde a los diputados que a estos “tiempos interesantes” no se sume una crisis democrática ni se ponga en riesgo la división de poderes. Al iniciar el cargo, rendimos protesta: “Guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen”, ojalá no pasemos a la historia como la legislatura que traiciona nuestro propio juramento.

Diputada federal

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