El domingo de resurrección cayeron tres mitos: que Morena es invencible, que no hay oposición y que la democracia no aguantaría el golpe populista. El partido del presidente y él mismo fueron detenidos en seco al desecharse la contrarreforma eléctrica. La alianza Va por México y Movimiento Ciudadano cerraron filas en contra de un cambio constitucional que nos retardaría la disminución del uso de combustibles fósiles, nos llevaría a incumplir nuestros compromisos internacionales con la transición energética y a entregar a la cleptocracia estatal el manejo exclusivo de los recursos energéticos, como si ella fuese la “nación”. Nos regresaría también a una versión dinosáurica del papel del Estado en el mercado y en la generación de bienes públicos (seguridad, educación, salud, infraestructura…) que urgen en proporción directa a su devastación por la 4T y a los déficits acumulados, desviando recursos y esfuerzos para mantener un nacionalismo anacrónico. Gracias a los contrapesos democráticos definidos por el electorado en 2021, en la Cámara de Diputados se concretó el control del peor ejercicio del poder que hayamos visto.

Se pudo, entonces, disolver en el aire esos tres mitos fundamentales del populismo. Pero ¿qué viene? La siguiente batalla la inició AMLO un día después con la campaña de “traición a la patria” en contra de aquellos que piensan diferente de lo que él dice que piensa el pueblo -ese fardo de falacias y mentiras en las que se regodea cotidianamente-. El séquito morenista, como siempre más papista que el papa, ha denunciado penalmente a diputadas y diputados que, representando a más de la mitad de los electores (55.5%), votaron contra el proyecto presidencial. A AMLO y a Morena les estorba la democracia y tratarán de destruirla para poner en su lugar una autocracia que ellos dirán que es la “verdadera” democracia. Y no abriguemos ninguna duda de que si Morena gana las próximas elecciones presidenciales y/o parlamentarias AMLO será el jefe máximo y parásito de cualquiera que quede en su lugar.

AMLO-Morena desconocen en la práctica su obligación de hacer un gobierno constitucional. A toda costa quiere pasar por encima de la ley que juró cumplir. De ahí su desesperación llevada al grado de emular al fascismo persiguiendo a la oposición política, social y cultural, y de sumir al país en un vórtice de destrucción como revancha contra la mayoría política que le ha puesto el freno.

Por eso la oposición tiene el deber de innovar como nunca antes lo había tenido. Necesita unificarse en torno a un programa de gobierno de coalición con una candidatura única que pueda ganar la elección presidencial y parlamentaria en 2024. Para ello, su programa tiene que ser capaz de superar la oferta populista y atraer a la mayoría situada en el centroizquierda del espectro ideológico. Necesita incluir inequívocamente el compromiso de mantener y mejorar las ayudas sociales de este gobierno con programas que no sometan políticamente y priven de libertad ciudadana a los beneficiarios. Debe comprometerse con un Estado social que tome en serio la reducción de la desigualdad -hacia arriba y no hacia abajo, como lo ha hecho el gobierno-, y eliminar la pobreza en el corto plazo. Requiere proponer un proyecto fiscal que pueda retomar la senda del desarrollo económico con dos factores a la vez: crecimiento económico íntimamente vinculado al desarrollo humano; ambos con metas de corto (dos años) y mediano plazo (5 años). En lo político debe establecer el compromiso de devolver la confianza de la sociedad en los partidos políticos, para lo que se necesitan dos cosas fundamentalmente: que estos construyan vínculos extensivos e intensivos con la sociedad civil actuante y con las clientelas de Morena.

La ciudadanía, junto con los partidos democráticos necesitan reescribir la gramática política de este país a favor de lo que reclama la mayoría: democracia constitucional, progreso social y reivindicación de los grupos rechazados por Morena. Los principios son claros: igualdad política y gobierno de mayoría; inclusión de la ciudadanía en la deliberación de las decisiones y políticas públicas, y un nunca más a la captura del espacio público para imponer una visión unilateral de los asuntos comunes.

Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM. @pacovaldesu

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