En los primeros días de 2020 aproximadamente doscientas personas han perdido la vida.

El año -como era de esperarse- no comienza bien. Difícilmente podía ser de otra manera, la desaparición de Policía Federal dentro del complejo y largo proceso de formar una nueva institución federal de seguridad; los recortes presupuestales sin precedentes, el subejercicio del uso de recursos por estados y municipios; la ausencia de una estrategia clara en materia de combate a los delitos; es decir, los efectos de las decisiones tomadas en 2019, que no han permitido una evaluación objetiva para tomar decisiones diferentes y más efectivas en este año, no podía más que conducirnos al inicio de otro año con números de violencia sin precedentes.

En circunstancias diferentes ya hubieran sucedido cambios, renuncias y manotazos, sin embargo, el presidente insiste en su estrategia, sostiene a su gabinete de seguridad e insiste que las cosas van mejorando.

Pese a que fue el mismo presidente quien ofreció que desde el primer día de su gobierno veríamos la disminución de la violencia, estamos lejos que esto sea real. Desde el inicio de esta administración no sólo el homicidio, sino prácticamente todos los delitos violentos y no violentos han crecido.

No es ni normal ni aceptable el número de delitos que suceden en nuestro país, no se puede minimizar que 2019 haya sido el año con la mayor tasa de homicidio doloso, feminicidio, robo a negocio, trata de personas y narcomenudeo desde que estos se registran; el segundo peor año en materia de extorsión, el quinto peor en materia de secuestro y el octavo peor en materia de robo a transeúnte.

Tampoco es aceptable que cada vez haya más municipios donde ocurren hechos violentos, según datos oficiales en 1,657 alcaldías del país hubo por lo menos un homicidio, un crecimiento del 2% respecto a los doce meses anteriores.

Más allá de las promesas y fechas fatales que propone el presidente sobre reducción de la violencia ¿Qué sí podemos lograr en materia de seguridad? Definir una estrategia de intervención focalizada en contra de delitos que generan delitos que contemple la articulación en conjunto del Estado; crecer de manera sustantiva el gasto en seguridad (en un 200% por lo menos), con sistemas de control y supervisión del mismo que permitan consolidar instituciones de seguridad y justicia desde lo federal hasta lo local; recuperar la rectoría del sistema penitenciario que garantice la integridad física de los reclusos, para que puedan purgar una sentencia y ser reinsertados en la sociedad; implementar una política de combate al ingreso ilícito de efectivo y armas, así como de su distribución y control de la mano de los Estados Unidos.

Estas acciones si fueran medidas con objetividad e independencia nos llevarán en el próximo lustro a sentar las bases para recuperar la paz en nuestro país. Insistir en acciones sin estrategia, en palabrería ideológica sin sustento llevarán a que 2020 supere a 2019 como el año más violento de la historia y convierta a este como el peor sexenio de la historia en materia de seguridad.

Director general del Observatorio Nacional Ciudadano
@frarivasCoL

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