La tecnología es una herramienta poderosa, particularmente en materia de seguridad. Por ejemplo, ayuda a cruzar información delictiva para construir inteligencia, acumula datos biométricos fundamentales para dar acceso a la justicia a las víctimas y la videovigilancia tanto disuade la ocurrencia de delitos, como ayuda a identificar criminales, por citar sólo algunos beneficios.

En este 2020, donde la actual pandemia por COVID 19 nos obligó -en la medida de las posibilidades de cada persona- a resguardarnos en nuestras casas, la tecnología ha permitido a niños y jóvenes seguir estudiando, a millones de trabajadores a cumplir con su labor de manera remota y ha acercado a muchas familias y amigos que, de otra manera, no hubiesen podido seguir en contacto.

Tal vez el único beneficio de la actual pandemia es la disminución marcada de los delitos que más comúnmente sufrimos las personas.

Durante el encierro hubo una disminución significativa de robos, secuestros y extorsiones. Si comparamos a nivel nacional los primeros nueve meses de este año, contra el mismo periodo de 2019, la tasa por cada 100 mil habitantes de robos con violencia disminuyó un 22.41%; la de robo de vehículo 23.59%; la de robo a casa habitación 24.27%; la de robo a negocio 20.72%; la de robo a transeúnte 26.94%; la de robo en transporte público 40%; la de secuestro 39.25% y la de extorsión 9.24%.

Disminuciones que obedecen a la dificultad de robarle, secuestrar o extorsionar a alguien que se encuentra resguardado en su casa; de robar negocios cerrados; de engañar y extorsionar a núcleos familiares que saben dónde se encuentran sus seres queridos.

Ninguna autoridad municipal, estatal o federal debe adjudicarse dichas disminuciones, no existe evidencia alguna que ello dependa de alguna decisión de política pública o transformación institucional, mientras que es absolutamente claro cómo coincide el encierro de una parte importante de la población, con la disminución de delitos.

Precisamente, esta gran caída se dio en el segundo trimestre del año -cuando el encierro fue más respetado- y en este último trimestre, en la medida que hemos regresado a nuestras actividades, se ha registrado un repunte de delitos.

Si la tecnología ha sido clave para el funcionamiento cuasi normal de nuestra sociedad, también está demostrando ser un instrumento valioso para la comisión de delitos de los que no existe cifra oficial pública y de los que las personas en general sienten menos temor. Delitos como los robos de identidad, los fraudes, lo chantajes y hasta los robos a casa habitación con violencia, robo de tarjetas de crédito y vaciado de cuentas bancarias a manos de delincuentes que usan las redes sociales para engañar a sus víctimas.

De estos últimos, hemos registrado un creciente número de casos en el área de atención a víctimas del Observatorio Nacional Ciudadano. Personas que establecen conversación por alguna red social, a las cuales se les sustrae información para robar la identidad, se les graba o se fotografían conversaciones, para luego chantajear a la víctima.

En pocas semanas recibimos varios casos de personas con modus operandi similares: tras establecer una conversación en alguna red social se les roba la identidad o tras iniciar un contacto en alguna aplicación de ligue, son drogados y el delincuente aprovecha para vaciar la casa, ingresar a las cuentas bancarias de la víctima para vaciarlas y, en algunos casos más, lesionarle y violentarle sexualmente.

En la actualidad resulta difícil que las personas dejemos de usar redes sociales y aplicaciones varias, por ello, es fundamental autoestablecernos una serie de reglas que pueden salvar nuestra vida, patrimonio e identidad.

1. Filtrar la información que publicamos. Poner candados de quién puede ver qué.

2. Evitar aceptar amistad y/o conversación -por muy atractiva que resulta la fotografía de la persona- de desconocidos. Si decidimos hacerlo, cuidar la información personal que compartimos y buscar corroborar que quien nos contactó es quien dice ser.

3. Si decidimos conocer a la persona, hacerlo en un lugar público, informar a alguien de nuestra confianza de dónde y con quién estaremos, pedir nos contacte periódicamente para confirmar que estemos bien y esperar varias citas antes de invitar a alguien a nuestra casa.

4. Acudir a las citas con máximo una tarjeta de crédito, dinero en efectivo suficiente pero no excesivo, evitar joyas y objetos de lujo.

5. Instalar cámaras de videovigilancia que graben el contenido en la nube y que puedan retratar con claridad el rostro de quien ingresa a nuestro domicilio.

6. Si invitamos a un desconocido a nuestra casa y vivimos en casa unifamiliar, revisar cómo llega la persona y de ser posible retratar y compartir con alguien de confianza las placas de su vehículo.

7. Si vivimos en un edificio y contamos con servicio de portero, pedir que toda persona registre su entrada y muestre un documento de identidad vigente. A su salida que el portero corrobore que autorizamos la salida de la persona.

8. Esconder o guardar en caja de seguridad tarjetas, documentos y objetos de valor.

Si bien muchos delincuentes son expertos en abrir cajas fuertes y cerraduras, presentan documentos falsos de identidad y saben cómo desconectar u obscurar aparatos de videovigilancia, en la medida en la que el criminal identifique más mecanismos de seguridad, es más probable que se disuada y abandone su intención de dañarnos.

En todo caso es importante denunciar inmediatamente el hecho ante las autoridades y exigir resultados. Arrestar a un delincuente a tiempo puede salvar la vida de muchas otras personas.

Al mismo tiempo, las autoridades deben dejar la ingenuidad de pensar que los delitos se resuelven con programas de transferencia económica y reconocer que son muy raros los casos en los que un delincuente decide dejar su actividad criminal para dedicarse a un trabajo honesto. Si a un delincuente le resulta cada vez más complicado cometer un delito, simplemente migrará a otros ilícitos.

En un mundo cada vez más acostumbrado a la tecnología debemos establecer patrones que protejan nuestra vida, nuestra integridad física, nuestro patrimonio, nuestra identidad e incluso nuestra honorabilidad porque vamos hacia un futuro en donde serán más frecuentes los delitos cibernéticos o derivados del uso de tecnología.

Director general del Observatorio Nacional Ciudadano
@frarivasONC

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