Tres cuartas partes del año han transcurrido y los relativamente magros resultados del turismo plantean la cuestión de que, probablemente, se deja atrás la tendencia de desaceleración observada en los últimos dos años y se ingresa al terreno de los crecimientos negativos.

En el turismo internacional, recordando que los turistas no fronterizos que se internan al país por vía aérea son responsables de 80% de los ingresos de divisas turísticas, llama la atención la caída de 3% en el tráfico de pasajeros internacionales en el conjunto de los aeropuertos de Cancún, Los Cabos y Puerto Vallarta —los que representan, un poco más de 60% del total de los visitantes por esta vía—, en julio y agosto. En el acumulado anual a julio los turistas internacionales crecen a 8%, pero los no fronterizos lo hacen sólo a 1.3%.

Los ingresos que estos viajeros generan son positivos (12.4% de crecimiento), es cierto, pero, como se ha señalado en este espacio de manera reiterativa, el aumento puede ser un espejismo, pues se están comparando datos obtenidos con la aplicación de operativos estadísticos realizados por dos entidades diferentes (Banco de México e Inegi —esta última dependencia lo hace desde agosto de 2018—).

Las perspectivas de la industria en el corto plazo tampoco parecen ser particularmente destacadas, pues se sabe, por ejemplo, que se han perdido un millón de asientos aéreos en las rutas entre Estados Unidos y México para el periodo julio-diciembre de 2019; además de que el sargazo y la inseguridad seguirán pasando factura en los próximos meses. De igual forma, a medida que pasa el tiempo sin un esfuerzo relevante de promoción, dadas las características de alta rivalidad competitiva en un entorno global que son propias a la industria turística, es previsible que la demanda por los destinos turísticos mexicanos se siga debilitando.

Adicionalmente, los destinos del Caribe mexicano se enfrentan al reto del aumento de oferta, sin que se produzca una expansión de los flujos turísticos, lo que se traduce en una reducción de ocupaciones que empieza a dar señales de una guerra tarifaria, además de que en la temporada baja que inicia se estarán dando ya recortes de personal.

Del lado del mercado interno, las cosas no parecen mucho mejores, pues, de acuerdo con Inegi, el consumo turístico de este segmento se contrajo 2.8% en el primer trimestre del año.

La situación es difícil y los actores públicos deberían reconocerlo, especialmente porque sucede a contrapelo del aumento en el gasto de los viajes de los estadounidenses al exterior (6% en el mismo periodo enero-julio) y del comportamiento positivo —todavía— de las llegadas de turistas internacionales en el mundo, durante el primer semestre (4.4%). De la misma manera, es previsible en el corto plazo una desaceleración en la economía global que traerá como consecuencia un recorte en los gastos de viajes.

Iniciativas como la recientemente encabezada por la Secretaría de Turismo procurando un acercamiento con el caso de China, que como se sabe es el mayor mercado turístico del mundo, deben ser alentadas; sin embargo, el reto es enorme y no parece fácil asumirlo si no hay recursos para la promoción turística. La falta de recursos para esta tarea no sólo afecta las actuaciones en mercados emergentes para el país, sino sobre todo en aquellos que tienen madurez y en los que participan muchos competidores.

El presupuesto requerido por la Secretaría de Hacienda al Congreso no parece acusar recibo de la gravedad de la situación; no sólo no incluye recursos para la promoción turística, ni para coinvertir con los estados en obras de infraestructura y equipamiento, sino que deja a la Secretaría de Turismo prácticamente sin margen de maniobra, pues se pide 23.2% en términos nominales de los recursos asignados en 2015, en número redondos 700 millones de pesos.

A final de cuentas, y aunque se ha señalado la responsabilidad y necesidad de las actuaciones públicas, queda al sector privado y a los gobiernos locales enfrentar con imaginación la situación y, sobre todo, asumir el reto de poner el turismo en la agenda. Si la sociedad no reconoce el valor que representa una industria que genera 4 millones de empleos, participa de cerca de 9% del PIB y realiza una contribución sustancial para la reducción del déficit en la cuenta corriente, no parece que la falta de apoyos al sector deje de ser una tendencia.

Director de la Facultad de Turismo y Gastronomía, Universidad Anáhuac México.
Twitter: @fcomadrid

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