Por: Flavia Freidenberg y Karolina Gilas
 

Que las mujeres no compiten en igualdad de condiciones que los hombres es algo que se ha dicho y evidenciado una y mil veces. Esto ocurre tanto a nivel local como federal en toda América Latina. Que hay personas que lo niegan también es cierto y aún les falta mucho para comprender lo que supone la brecha de género. A pesar de todo ello, en las tres últimas décadas, México ha avanzado de manera importante en la presencia de las mujeres en los cargos públicos. Las mujeres han ganado cada vez más escaños en los Congresos estatales y también en las Cámaras federales, gracias a un conjunto de reformas constitucionales, organización del movimiento amplio de mujeres y mucha voluntad de actores críticos que han entendido la necesidad imperiosa de eliminar los enormes obstáculos que enfrentan ellas cuando quieren ejercer su ciudadanía.

A pesar de la violencia política de género, las barreras culturales, la inequidad de la competencia y ese sesgo implícito que las (nos) hace sentir unas intrusas, la presencia de las mujeres en las instituciones se ha incrementado. Esta no es una cuestión menor, ya que tiene que ver con el acceso a los derechos, al modo en que las propias mujeres evalúan sus fuerzas y oportunidades, así como también con la democratización del país. Lo hemos repetido una y otra vez: la democracia es imposible sin mujeres y el hecho de que más mujeres sean legisladoras ha supuesto una serie de desafíos al orden establecido, ha cuestionado el modo en que se entiende el poder y ha comenzado a transformar la manera en que se hace política (aún cuando las resistencias y viejos modos persisten).

Desde el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, preocupadas por conocer más sobre la representación política de las mujeres, nos propusimos evaluar la implementación de las reformas constitucionales de la paridad de género en las 32 entidades federativas. Esta tarea titánica nos permitirá identificar los obstáculos que aún persisten y contribuir a mejorar el nivel de respuesta pública a los problemas de representación actuales. Una serie de hallazgos iniciales son reveladores. Primero, aprendimos que los esfuerzos realizados han sido exitosos para incrementar la representación descriptiva de las mujeres. Las casi 200 reformas electorales realizadas en las 32 entidades entre 1991 y 2019 para exigir a los partidos que coloquen mujeres en las candidaturas han conseguido aumentar 38.5 puntos porcentuales el número de mujeres electas a nivel legislativo estatal (Proyecto #RepresentaciónParitaria). No sólo hay más mujeres legisladoras, sino que además -tras la elección de 2018-, catorce entidades cuentan con Congresos paritarios (con más de 45% de legisladoras). Segundo, aprendimos que si bien la presencia es fundamental para construir una “masa crítica”, más mujeres en los cargos no ha supuesto más mujeres con poder ni mayor impulso a una agenda de derechos progresista. Tercero, las resistencias institucionales, partidistas y actitudinales no facilitan el impulso de una agenda legislativa feminista que permita a las mujeres ejercer el poder en igualdad de condiciones ni promover e impulsar una agenda de políticas orientadas a la igualdad sustantiva.

El caso de Morelos es muy revelador. La entidad federativa pasó de contar con una media del 20% (1997-2015) a un 70% de mujeres legisladoras (2018). Esta revolución de la presencia femenina supuso un hito en la historia del estado, pero no ha generado cambios en la manera de hacer política ni tampoco ha supuesto el impulso de una agenda legislativa feminista. Aunque ahora hay más mujeres, durante el primer año de la legislatura de la paridad (2018-2019), de las 149 iniciativas presentadas sólo 20 estaban orientadas a impulsar la agenda feminista y, de esas, sólo se han aprobado 2, prevaleciendo en el Congreso una agenda conservadora y restrictiva de los derechos de las mujeres (Proyecto #RepresentaciónParitaria).

Ellas tienen los escaños, pero ellos continúan controlando el poder y además ejerciendo violencia contra sus compañeras. De este modo, estos hallazgos preliminares alertan sobre el hecho de que una mayor representación descriptiva no ha impactado en la representación simbólica ni tampoco en una mayor representación sustantiva. Estamos convencidas de que es necesario continuar los esfuerzos por fortalecer la presencia de las mujeres en los cargos así como también comenzar a trabajar en una agenda que suponga la transformación de las relaciones de poder.

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