¿Soy yo o todos pueden ver en las fotografías cómo van a envejecer sus conocidos? De un tiempo para acá, me pasa que miro fotos de amigos que no veo hace tiempo y, aunque no necesariamente se vean deteriorados, consigo detectar rasgos en su fisionomía que me dejan entrever cómo van a avejentarse. Los pómulos más protuberantes, las mejillas un tanto hundidas, la mirada, las manchas cafés y esa erosión casi invisible que esculpe poco a poco el transcurso de los días.

“Ya vi cómo vas a ser de viejo”, les digo en mi mente, al acabar de analizarlos. Y no es burla ni jactarme de permanecer intacto, pues conmigo seguramente sucede lo mismo a ojos de otros. A menos de que sí sea yo el único con este don. Me impacta el envejecimiento. Quizá, porque de niño siempre oía decir a mi abuela Rosa : “Es horrible hacerse viejo, es lo peor. Nos ponemos feos, nos volvemos una caricatura de lo que fuimos”. Y yo no estoy para caricaturas, pues todavía no he hecho nada serio.

Hace dos años, mi entrenador pronosticó que me quedaban dos años de ascenso en mi vida atlética . Le pregunté si creía que lograría mejorar mis 3:19:58 del maratón y me respondió que sí, que tenía aún dos años antes de comenzar a bajar mi rendimiento por la edad. Pero apenas hace una semana rompí mi récord en 10 kilómetros y pensé que tal vez yo podría ser una excepción, así como el golfista Phil Mickelson , quien a sus 50 años de edad se convirtió en el jugador más veterano en ganar un torneo de Grand Slam de la PGA .

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También me acordé del andarín español Jesús Ángel García Bragado , próximo a ser el primer atleta del mundo que —a sus más de 51 años de edad— dispute sus octavos Juegos Olímpicos . Y qué decir de Tom Brady , Serena Williams o de Kazuyoshi Miura , el futbolista japonés de 54 que inspiró al creador del mítico personaje Oliver Atom , de Súper Campeones . Recientemente, en una charla de sobremesa, un amigo aseveró que nuestras historias estaban prácticamente definidas y que ya poco o nada cambiaría.

Que nunca seríamos los multimillonarios que soñamos en preparatoria, ni los grandes actores de Hollywood. Que nuestra vida no saldría en una película. “Nos acercamos a los 50, es hora de ver por los chavos”. No estuve muy de acuerdo, conservo la esperanza —y sobre todo la sensación— de que todavía sucederá algo extraordinario. En el deporte, en las artes, en lo que nos propongamos. “¡Rosa, deja de despotricar contra la vejez, por Dios santo !”, le reclamaba mi abuelo Mario. “¡Invéntate una ilusión, a pesar de los años!”.

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