El domingo, vi por la televisión cómo sería mi peor pesadilla vuelta realidad. Y no fue una película, fue de a deveras, en las calles de Nueva York, en el maratón más famoso del mundo, observado —en vivo— por millones de personas alrededor del planeta.

Daniel Ferreira do Nascimento lideraba la carrera en la Gran Manzana, cuando —en el kilómetro 29— apuró incluso más el pasó —que ya de por sí mantenía por debajo del récord de ruta— para hacer escala en uno de esos baños portátiles que tanto nos aterran a los maratonistas; o por lo menos a mí. Cuando entras ahí, no es a orinar, sino porque te sentiste mal del estómago y estás a punto de protagonizar una tragedia monumental.

Me causó un asombro cercano a la angustia ver entrar al baño al brasileño y que poco después cayera fulminado por el sobreesfuerzo, la humedad, la temperatura y lo temerario (tal como colapsó en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020), lo que me llevó a pensar en las pesadillas más terroríficas de todos los corredores:

1.— Que en plena competencia o en una distancia te den ganas de ir al baño, y no necesariamente a hacer pipí, porque —como quiera— el short puede acabar mojado y nadie lo nota.

2.— Lesiones previas a una carrera que te impidan participar, después de tantos entrenamientos e ilusión. A veces, se llora más de tristeza que de dolor.

3.— Eventos inesperados durante la ruta que te lleven a abandonar: ampollas, calambres, agotamiento, malestar, deshidratación o —Dios no lo quiera— un infarto.

4.— Dar vueltas en la cama la noche antes del evento, lo cual sucede especialmente en los maratones, y contar cuántas horas te van quedando de un sueño que nunca llega, sino hasta que casi suena el despertador.

5.— Olvidar iniciar el reloj en la línea de salida y que se te caiga la estrategia.

6.— Los malos conductores que, más allá de no cederte el paso, te avientan el coche dispuestos a matar. Yo, no obstante mi filosofía live-and-let-live y mi convicción del “efecto búmeran” de nuestros deseos, los maldigo y les apunto con las palmas de mis manos para que paguen en esta vida, con creces.

7.— Que una jauría de perros te persiga y no encuentres ni una piedra para defenderte.

8.— Salir a correr con tu pareja y que te empiece a echar bronca: ¡Señoras, señores, salgamos a airearnos, no a discutir!

Se me van seguramente varias, pero ustedes nunca olviden rezarle a San Bernardino: “San Bernardino, San Bernardino, que siempre encuentre un baño en el camino”.

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