Cuando estás cerca de una persona especial, de inmediato se siente en el ambiente. En los meses recientes me ha tocado ver de cerca a Fernando Daniel Martínez Estrada, el duranguense que se llevó el oro en los cinco mil metros de los .

Solemos coincidir los miércoles en la pista de Villa Olímpica. Su magnetismo es innegable. Cuando corre, todos voltean a verlo.

En sus movimientos se percibe arte. Desde finales del año pasado quedé en llamarle para una entrevista, pero la procrastinación y la desidia —dos de las plagas más mortíferas de la humanidad— me lo han impedido, como si estuviera contagiado de la pesadumbre del mundo.

A donde miro, me parece que todos andamos parecidos, densos, hartos, desmotivados. Aunque luego me doy cuenta que no, que mucha gente atraviesa por su mejor momento. Una amiga, por ejemplo, me llamó hace unos días para contarme que se sentía radiante.

Poco antes de su cumpleaños, anotó tres deseos en su vision board: tener salud, seguir trabajando en lo que amaba y ganar un millón de dólares.

“Tengo el cheque en mi bolsa, acaban de pagármelos”, me dijo eufórica por el celular. “Vendieron la compañía de la señora a la que ayudo y me dieron un bono. No pudieron transferirlos y me dieron un cheque, el mismo que imaginé mientras fijaba el papel en mi corcho”.

La semana anterior, en una pausa de recuperación entre intervalos, le pregunté a Daniel si ya tenía su lugar para Juegos Olímpicos . Desde que lo vi ganar en Lima, tuve la sensación de que estaría en Tokio.

Todavía no —me respondió con paciencia, esa indispensable virtud de los rápidos—. Me falta bajar unos segundos, cosa que para muchos luciría tan imposible como que una contadora de historias ganara un millón de dólares por aconsejar a una exitosa empresaria .

¿Y sí crees que haya Juegos Olímpicos? Escuché que van a cancelarlos por el coronavirus . — La gente dice muchas cosas —me contestó, contundente—. Yo sólo puedo concentrarme en clasificar, no en los rumores de que el mundo se acaba .

Y volvió a la pista para completar a toda velocidad otra vuelta, como varios locos a los que —a pesar de las noticias— se les ve tan campantes en lo suyo; unos enfocados en su primer millón, otros en bajarle dos segundos al reloj y algunos apurados por llegar a tiempo a una cita de amor o del trabajo de sus sueños.

Para unos, es el acabose, para otros, la gran aventura inicia. Cada quien mira el mundo desde su ventana. Y cada quien sale a vivirlo por su propia puerta.

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