Interrumpí mi vida, a medias, por una semana. Me dio Covid y tuve que aislarme. Como la mayoría de los que nos hemos contagiado en esta cuarta ola —cuando menos los vacunados—, mis síntomas fueron leves: Una gripa incómoda y un peculiar cansancio. Seguí trabajando, a un ritmo menor, entre siestas, y lo que sí dejé de hacer fue correr.

A partir de que el virus tomó posesión de mí, no sentí el menor deseo de hacer ningún tipo de ejercicio (independientemente de que no es recomendable). A veces, no quería ni sostener un libro en la cama, ni moverme. Es asombroso cómo se pueden perder los ánimos y la salud en cuestión de segundos, de un día a otro, de la noche a la mañana.

Es entonces cuando cobran vida palabras como estas: “El milagro no es caminar sobre el agua o volar por el aire. El verdadero milagro es caminar sobre la tierra y apreciar la belleza y la paz de la que se dispone ahora”. El fin de semana, varios conocidos míos replicaron en sus redes la misma frase, atribuída a Thich Nhat Hanh, monje budista, escritor y activista por la paz, quien muriera el 22 de enero a los 95 años de edad.

A pesar de su fama, y no obstante que es considerado el introductor y promotor del mind- fulness en occidente, nunca supe de Thay —como lo llaman sus seguidores—, sino hasta ahora que ya no está. Cuántas personas interesantes nos quedan por conocer, cuántas enseñanzas, libros e historias. El mundo es un lugar infinito donde seguramente existe una pieza músical que, si la descubriéramos, superaría a nuestra favorita.

Leer aquel pensamiento suyo, en un momento donde me faltaban energías para salir, ya no digamos a correr, sino a caminar, me devolvió los pies a la tierra, aunque me encontraba acostado. ¡Cuánto ansié dar unos pasos allá afuera, respirar a todo pulmón y sentir la libertad con mis huesos! Damos por sentado que podremos hacer eternamente lo que acostumbramos, pero no es necesariamente así.

Apenas recuperé la fuerza y mi doctora me autorizó volver a trotar. Corroboré lo maravilloso de dar unos pasos en el exterior, entre los árboles, con el viento en contra o a favor. Corrí con atención absoluta y asumí con plena conciencia mi fortuna. Es un milagro la existencia, la posibilidad de experimentar la vida, de entregarnos al presente y volver a nosotros a través de la respiración.

Curiosamente, en 2014, Thich Nhat Hanh, padre del mindfulness, sufrió un derrame cerebral. Desde entonces, dedicó su vida a preparar a sus alumnos para seguir adelante sin él.

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