Los 25 de diciembre no se tienden camas, no nos quitamos la pijama, no se cocina, no vamos a comidas, no corremos. La Navidad en casa se trata de despertar (lo más tarde posible) a ver los regalos de Santa Claus. A ojos de Lorenzo —el pequeño de la familia—, todavía aparecen misteriosamente a los pies del árbol que, a estas alturas, perdió ya buena parte de su aroma, de su color y sus acículas.

Luego, recalentamos lo que trajimos de la cena, hablamos un poco en la sobremesa de nuestra pequeña gran fortuna y, acto seguido, subimos presto los cinco a la cama principal para ver la anhelada película. Esta vez tardé mucho menos en escogerla de lo que mi mujer suele recriminarme. No hizo falta ni ver el tráiler, el título me atrajo como un imán: The Electrical Life of Louis Wain.

“Me estoy encontrando en esta película”, comentó sorprendentemente Lorenzo, apenas a sus 10 años de edad, transcurridos si acaso 30 minutos, en una frase que me hizo pensar: “Es verdad, nos encontramos en ciertas películas, en algunas canciones, en una que otra historia, en contadas personas, en lugares especiales, en las actividades que amamos”. Yo, efectivamente, me he encontrado en el cine, en la música y cuando corro. Sé más o menos dónde rehacerme de mi energía.

La cinta, protagonizada por Benedict Cumberbatch, famoso por dar vida también a Dr. Strange, versa precisamente en la electricidad que nos permite funcionar a los seres humanos, la misma que nos conecta a unos con otros y nos hace irradiar como estrellas al sintonizar nuestra frecuencia —en un chispazo de conciencia— con la de ese universo que se torna infinito cuando descubrimos nuestro fin.

De esa electricidad, los escritores absorbemos palabras; los pintores, imágenes; los compositores, la armonía; los corredores, el sentido; los que se oponen, cortos circuitos; y, quienes se atraen, las implosiones más sublimes. ¿Qué es esa electricidad?, se preguntó Louis Wain durante toda su vida y, al final, un viejo conocido alcanzó a explicarle que, en su opinión, se trataba del amor. El amor y la magia de hacer las cosas que nos gustan, de acercarnos a las personas que nos magnetizan, de seguir nuestros propios pasos.

Les deseo a todos que este 2022 corran mucho, que se persigan, que vayan tras lo que les entusiasma, que sus vidas sean electrificantes. Que en estos tiempos en los que —de pronto— nos sentimos perdidos, vayamos a donde solemos encontrarnos.

Gracias por leerme, por compartirme, por comentarme.

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