Han empezado las vacaciones de verano. Bueno, se supone, porque con la ampliación del calendario escolar por parte de la Secretaría de Educación Pública, muchos niños siguen en la escuela. Sin hacer nada, pero en la escuela.

Las nuestras, de secundaria, nos convencieron de que —a estas alturas— ya no va nadie de sus salones, pero a Lorenzo sí lo estamos mandando. “¿Qué prefieres?:” —me pregunta mi esposa, con un tono más bien resolutivo— “¿Que esté en la escuela conviviendo con sus amigos, o tenerlo aquí echado todo el día en el sillón viendo el maldito TikTok?”.

Mi mujer odia TikTok. Y la verdad que yo igual. No tengo cuenta, pero cualquier cantidad de videos de la plataforma migraron ya también —y conquistaron despiadada y sangrientamente— a las historias de Instagram y Facebook. Cuánto tiempo de mi vida no he perdido sentado en el excusado por las mañanas (no imaginen, no lo digan, no aprieten los ojos) deslizando el dedo hacia arriba en la pantalla del celular para descubrir de qué va a tratar el siguiente. Un America’s Funniest Videos, pero del interior de la República, a lo salvaje, a mansalva, la compulsividad al alcance de la mano. Porquería pura.

Lo peor, y lo más frustrante, es ver cómo los adolescentes han dejado de tocar el piano, de anotar goles, de realizar el Pas de Quatre sobre el parquet de las academias de danza, donde faltan bailarinas para completarlo. Hay mucha gente tirada en los sillones, en efecto, que se supone tendría que estar escuchando los pájaros en los jardines de un planeta donde ahora sobran bancas para leer libros que no han sido completados por escritores que mejor se han sentado a contemplar, a través de la ventana de los iPhone, de los Huawei o los Samsung, la vida pasar, la vida pasar, la vida pasar.

Será difícil sacar a los jóvenes de los cuartos en julio y agosto, no será una tarea sencilla librarlos del encierro de los aparatos. Ni a los niños, porque ya veo al mío apenas termine el curso: “¡Papá, qué más te da!, ¡son videos de deportes, de futbol, de Messi!”. Y así, parte de este verano 2022 es probable que en millones de casas se desayune, se coma y se cene Messi.

Y quien no quiera, párese del excusado (lávese las manos), sálgase del baño, del chat, del celular, de la vorágine mediática y la apatía, y corra al parque con un libro bajo el brazo o con una pelota, con un hijo o dos o tres o con los que le preocupe que tiren a la basura los mejores días de sus vidas. ¡Bienvenidas, vacaciones!

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