Hay que celebrar el fin de la criminal política de “abrazos no balazos”.

El estado tiene una obligación originaria central: dar protección a la población. Cuando renuncia a ella, su existencia misma deja de tener sentido.

La derrota del estado fue voluntaria. Ordenada por López Obrador, la retirada de las fuerzas armadas en el “culiacanazo” fue humillante. Años después, un helicóptero del ejército, otra vez en Culiacán, en plena guerra tras la extracción del Mayo por EU, desplegó una bandera blanca.

Hasta ahí, la idea era que la cosas siguieran como antes. “Business as usual”.

Pero no. Vendría un shock externo: Estados Unidos.

Trump llegó y no ha dejado de apretar las tuercas al crimen desde entonces.

La Casa Blanca está operando, con éxito, la amputación de los principales vasos financieros del crimen organizado en México: fentanilo, tráfico de personas y huachicol fiscal.

No se tienen datos de qué tanto ha disminuido el primero. Es difícil. Esa droga asesina pasa en dosis pequeñísimas. De auto en auto, a través de la frontera. Las cifras de Estados Unidos y la ONU, sin embargo, sí reflejan una caída importante de decomisos y del mercado en Estados Unidos. México está golpeando el mercado de precursores. Hay una guerra intntestina dentro del cártel de Sinaloa. Todo eso altera el negocio.

También las detenciones de migrantes en la frontera se han desplomado. En julio se registraron algo más de 8 mil detenciones: un 92% menos que en diciembre, el último mes de la administración Biden. El sellado de la frontera sur de México y las detenciones aquí han sido muy efectivas.

Por último, el huachicol fiscal es el centro del nuevo escándalo morenista. La corrupción de moda mediática. Detuvieron a marinos, empresarios, agentes. Un contraalmirante, ejecutado en noviembre, denunció ante el exsecretario Ojeda la red de corrupción de sus familiares. No hizo nada. Los buques siguieron llegando hasta que nombraron un nuevo almirante Secretario. Las detenciones son de aplaudir —las haya generado Marco Rubio o no— pero apenas son la punta del iceberg. Los buques, decenas de ellos, llegaban a todos los puertos. Pero ahí no acaba la cadena. El combustible debía salir de los recintos. Recorrer kilómetros. Embodegarse. Distribuirse. Venderse. Los cordones de la operación llegan, dicen, muy arriba: a quien no quiere que le llamen como le llaman. Tiene que ser. La envergadura de la operación era colosal.

Todo esto trastoca los ingresos del crimen organizado.

El apretón de Estados Unidos está funcionando para sus intereses.

Pero cuidado. Las organizaciones del crimen organizado son delictivas, pero también son negocios.

Si un negocio deja de dar utilidades, se buscan otras fuentes de ingresos. Y los cárteles harán, quizá, eso. Si no pueden ya exportar buscarán exprimir su mercado interno.

Ya hemos visto la ruina de territorios donde se cobra piso, se extorsiona, se fijan precios, se cobran sobrecuotas a servicios públicos, se adjudica obra pública, se secuestra.

Y ahí Estados Unidos no se meterá.

Por eso hay que exigir una política integral que proteja a los mexicanos, no sólo a los estadounidenses.

Cuidado. Lo peor, para nosotros, puede estar por venir.

@fvazquezrig

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