Un impedimento para ser efectivo es negar los problemas. Los políticos padecen crónicamente esta traba, que no es infrecuente en el mundo empresarial.

El presente gobierno federal exhibe muestras diarias de negar los problemas que están fuera de su dogma. Evita la incomodidad de solicitar consejo, variar actuación, cambiar de colaboradores, modificar lenguaje y actitudes.

Mejor negar la realidad y seguir igual. Sin cambiar el gobierno fracasará, pues la realidad es más compleja que la concebida por el presidente. Sería desastroso para el país que no revisara sus estrategias, métodos y gabinete, abriéndose a consejos expertos.

Esto es casi imposible para quien ha mostrado rigidez en el pasado pero que ha conseguido lograr su máxima aspiración: llegar a ser presidente de México. Es difícil aceptar que se requiere cambiar cuando se ha triunfado en forma tan contundente en las urnas y se tiene una legión millonaria de seguidores incondicionales. Sin embargo, es indispensable.

Para gobernar se requieren habilidades y capacidades diferentes a las requeridas para salir electo. Pocos políticos entienden eso y ajustan su actuación y seguidores una vez obtenido el ansiado puesto. Quizá eso sea el principal problema de México. Nuestro sistema electoral no garantiza que sea electo el mas capaz para gobernar, sino el mas hábil para rodearse de seguidores interesados, construir un aparato electoral y posicionarse como el mejor crítico del ultimo gobierno fallido.

El ganador —gobernador, presidente municipal, presidente— se rodea de los correligionarios más ardientes como colaboradores y se apalanca en los empresarios más generosos en el financiamiento de la campaña.

Nuestro presidente está rodeado de un gabinete incompetente, pero leal y subordinado. No se rodeó de colaboradores sino de empleados. No les pide opinión y consejo, solo les ordena y ellos obedecen. Está sólo en la definición de estrategias y nadie es capaz de presentarle la realidad. Ni qué decir de los empresarios de siempre, ahora en un nuevo ciclo de ganarse los favores presidenciales para mantener oligopolios y concesiones. Se han mostrado egoístas con México.

Es urgente el cambio de estrategias, de discurso y de colaboradores si el presidente quiere trascender como gobernante. Es indispensable un cambio radical en la concentración del poder y su centralización en la Federación. Sin el concurso de millones en todo el país no se logrará avanzar lo suficiente.

Sin el apoyo de millones de ciudadanos la seguridad seguirá deteriorándose. Sin un esfuerzo generalizado de toda la ciudadanía, no sólo de sus seguidores ardientes, el virus de la violencia seguirá esparciéndose. La estrategia actual es equivocada, centralista, aislada, insuficiente.

Con el actual discurso de fifís y conservadores contra los liberales y puros, la economía seguirá cayendo. Este discurso no sólo es del presidente sino de sus principales funcionarios del área económica: energía, trabajo, Conacyt, economía, esta última desaparecida. Se permea en cada contacto directo con los ciudadanos ese desagrado y desgano por todo lo que implica inversión y empleo.

Sin una economía vigorosa, no aguantarán las finanzas públicas para garantizar sus programas sociales sin aumentar enormemente los impuestos, lo que sería el tiro de gracia para el crecimiento y consecuentemente para el bienestar de las mayorías.

Si el presidente quiere inversión y empleo, debe enfrentar la realidad y reconocer que su política económica y la política-política, no alientan la inversión y que sin inversión, mejorar la situación de los pobres es una ilusión. ¿Tendrá la flexibilidad para ajustar? ¿Podrá salir del estado de negación? Ojalá que sí, por el bien de México y de los más pobres.



​​​​​​Empresario.
ftd@katcon.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS