Una comunidad como la universitaria tiene siempre problemas, pero hasta ahora todos han sido resueltos sin necesidad de modificar la Ley Orgánica. La estructura administrativa se ha adecuado a las necesidades y al tamaño de la institución, algunas veces en demasía o de manera exagerada, algunas otras con puntos pendientes por resolver, por ejemplo, no se han podido eliminar las capillas de poder; la independencia de los institutos ha impedido que sus investigadores participen de las actividades docentes en las facultades, entre otros.

Un problema lacerante y permanente es la vigilancia de los recintos universitarios. No es aconsejable que permanezca en manos del sindicato, con ello se evitarían relaciones poco sanas en la vigilancia y en el control de quienes violan la normatividad universitaria.

Se habla con frecuencia, de manera malintencionada, sobre la inseguridad en las instalaciones universitarias. Sin embargo, aunque evidentemente hay problemas de seguridad de todo tipo, ninguna población del país del tamaño de la universitaria, con más de medio millón de personas, puede convivir de manera tan armoniosa y pacífica como ocurre en la Universidad.

Los sindicatos universitarios se constituyeron en 1972, hasta esa fecha no existía representación de los trabajadores, del cuerpo administrativo ni del académico; quizás la tardía aparición de la representación laboral ha traído un exceso de presencia de estos, sobre todo en áreas que deberían ser exclusivamente académicas.

El esquema pensado por la Ley Orgánica para la designación de las autoridades sigue siendo idóneo para evitar campañas de política activa que dañarían el funcionamiento normal de la institución.

Sin embargo, no se justifica la secrecía en las decisiones de los cuerpos colegiados, en particular de la Junta de Gobierno o del Patronato Universitario. Sería conveniente que, por medio de acuerdos internos de dichos órganos, se hicieran públicos los criterios de decisión, la forma de votación, el número y el sentido de los votos, así como los argumentos argüidos en los procesos llevados a cabo.

Los métodos de enseñanza han cambiado por completo, las alternativas son mucho más ricas; la vida universitaria, el país y el mundo se transforman constantemente y la Universidad ha sabido y podido adaptarse de manera adecuada y exitosa a los cambios de magnitud y, sobre todo, a la evolución educativa y cultural. Todo ello sin modificar la Ley Orgánica, no hay motivo para pensar que, si no hay injerencia ajena a la Universidad, esto pueda dejar de ser así.

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