El pasado domingo en Colombia, por primera vez gana un candidato de izquierda, Gustavo Petro, quien alcanzó una votación histórica con más de 11 millones de sufragios, lo que ningún otro había logrado. Con este triunfo, se acaba el famoso FRENTE NACIONAL, aquel oscuro acuerdo que hacia 1958 firmaron las élites y los políticos conservadores y liberales, en el cual se repartieron el poder de ahí en adelante para que ningún sector político o social diferentes a ellos pudieran lograr el control del Estado. Con la decisión mayoritaria del pueblo colombiano ese deshonroso acuerdo llegó a su fin.

Estos resultados dejan claro varias cosas. Por un lado, se ratificó el deseo de cambio que los colombianos ya habían expresado en la primera vuelta, donde se mandó un mensaje directo a las clases políticas tradicionales que ya no los querían más gobernando, que se escogía a una verdadera opción progresista y social que es la que encarna el nuevo presidente Petro y su vicepresidenta Francia Márquez. Asimismo, evidenciaron lo que ha sido el país en las últimas décadas, una nación dividida, polarizada, como lo corrobora el hecho que el candidato Rodolfo Hernández obtuviera una votación de más de 10 millones. Lo interesante que se debe destacar aquí, es que, como lo mostró la campaña, esa nutrida participación no fue tanto porque se creyera y se buscara apoyar el proyecto político de Hernández, fue, antes que nada, el voto de la derecha y la extrema derecha contra Gustavo Petro, contra lo que él representa. Lo que ocurrió el domingo fue también un triunfo de la democracia colombiana, que quedó fortalecida por su capacidad de respetar la decisión popular. Un hecho trascendental que deja la votación y la elección es que deslegitima a la guerrilla de la disidencia de las FARC y al Ejército de Liberación Nacional, pues queda demostrado que la mejor manera de la toma del poder es por la vía democrática, por el poder del voto, no por la violencia.

Lo qué hizo que ganara las elecciones Gustavo Petro puede explicarse por diferentes aspectos. Fue como resultado de un verdadero apoyo popular de todos esos sectores sociales que, como las personas campesinas, indígenas y afrodescendientes, estuvieron marginadas por décadas y décadas de los beneficios, la participación y la protección del Estado. Esos sectores marginados históricamente entendieron que tenían una oportunidad única, que era viable y en la cual se podía creer y acudieron de forma masiva a mostrar su respaldo, como nunca lo habían hecho antes. Pero también, en esta decisión jugaron un papel protagónico las y los jóvenes, quienes se tomaron las calles por meses para demostrar su inconformismo, para alzar su voz de protesta, para decir basta. Qué decir de la participación de las mujeres, que demostraron con su lucha y sus demandas de igualdad, de respeto, de oportunidades, que sin ellas no es posible un cambio. También incidió la población LGBTI y todos aquellos colectivos siempre marginados, siempre perseguidos. Finalmente, no se puede dejar de lado al propio contendor Hernández, quien si bien es cierto tuvo una votación importante que le permitió llegar a la segunda vuelta, cuando la gente lo conoció más como persona, como político, sus problemas legales y las pobres propuestas de gobierno, se desinfló.

Lo cierto de la situación es que el candidato de izquierda ganó y ahora viene lo más importante y es asumir los retos de la presidencia que no son pocos. Por un lado, urge un trabajo de reconciliación nacional, el país está muy polarizado. Por eso, si bien desde su presentación como ganador habló de diálogo, de promover la paz, de llegar acuerdos con los diferentes actores, ello no será una tarea fácil, son odios de mucho tiempo, pero que exigen que se voltee la página y dejar el pasado atrás. También la oposición tendrá que demostrar qué tanto le interesa el bienestar del país y no solo los propios. Tendrá el nuevo presidente que dar confianza económica a los industriales y empresarios, que siguen viendo con temor su visión sobre las finanzas del Estado y en lo cual será determinante a quien escoja como ministro de Hacienda. Con quienes adquirió un gran compromiso fue con esos millones de electores de los diferentes sectores sociales y políticos olvidados que lo hicieron presidente, que esperan que se les atienda sus necesidades, que vean que por fin un gobierno se preocupa por ellos. Tendrá, además, la dura tarea de darle a Colombia un lugar más honroso en el escenario internacional, luego de tantas décadas desprestigio por una política internacional sumisa y de intervención. El domingo Colombia decidió cambiar, por eso, Gustavo Petro es su presidente.

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