Imaginemos al presidente escribiendo su libro más reciente. ¡Qué duro debe ser enfrentarse a la derrota! Él solo y su fracaso apabullante ante la página en blanco. Cuesta imaginar a un presidente con tanto tiempo libre como para escribir un libro. Pero cuesta más imaginar a un hombre de su egolatría admitiendo sus equivocaciones por escrito, así, de manera tácita. El país detenido mientras él, ante su conciencia, ve cómo se le desmoronan todos sus sueños.

Debió haber sido muy difícil aceptar que, contra lo que prometió, el país no crecerá al 4% anual en promedio y al 6% en el 2024. ¡Qué doloroso debió ser reducir la cifra al 2% anual!, aunque también eso vaya a resultar falso pues todos los que saben de economía pronostican que, en el mejor de los casos, el sexenio cerrará con el mismo PIB per cápita de 2018. Seis años perdidos. Qué lejos se quedó su antepenúltimo libro, “2018, la salida”. En “A la mitad del camino”, de plano ya no hay entusiasmo. Sobreviven cientos de mentiras, pero se perdió la garra.

“El campo producirá como nunca; a la mitad del sexenio alcanzaremos la autosuficiencia en maíz y frijol, y en 2024 en arroz”, escribía entusiasmado en 2018. Pero llegamos a la mitad del sexenio con la producción en declive y la importación de esos granos al alza. Ahora, a la mitad del camino, se consuela a sí mismo: “es posible que al final del sexenio, aunque no alcancemos la autosuficiencia, sí reduzcamos considerablemente las importaciones”.

“Los índices delictivos serán 50% más bajos en comparación con el actual periodo de violencia; es decir, habrá menos homicidios dolosos, secuestros, robo de vehículos, robo a casas habitación y en el transporte público”, escribía en 2018. A tres años, al 30 de septiembre, se habían cometido 101 mil 280 homicidios dolosos, 30% más que en el gobierno de Peña y 68% más frente al de Calderón. Las cifras no están a discusión, son oficiales. Tanto que el presidente admite en su nuevo libro que el feminicidio creció 14%, la extorsión aumentó 28% y el robo a transporte público e individual se elevó 11%. ¿Se imaginan qué sufrimiento aceptar esa realidad para un hombre que aseguraba que la delincuencia iba a disminuir al día siguiente de su triunfo electoral?

En 2018 las grandes palabras paseaban por las páginas. Tendremos, escribía, reforestado todo el territorio nacional. Ahora simplemente ya no aparece en su visión de futuro. En realidad, ya venía anunciado en el Plan Nacional de Desarrollo, escrito por él, donde el “todo” se convirtió en apenas “buena parte del territorio nacional” que sería reforestado. Y esa ocurrencia le ha costado al país cientos de miles de millones de pesos.

En 2018 escribía: “ningún mexicano padecerá hambre y nadie vivirá en la pobreza extrema ni se quedará sin oportunidad de estudiar o sin asistencia médica y medicamentos”. Sin embargo, las políticas económicas del primer año llevaron al país a la recesión y después, con la pandemia, al precipicio. Tres punto ocho millones de mexicanos pasaron a la pobreza y 2.7 millones cayeron en la pobreza extrema. Quince millones de mexicanos se quedaron sin acceso a los servicios de salud por la desaparición del Seguro Popular y el gobierno quitó subsidios a los pobres para dárselos a los ricos. Pero en su nuevo libro no hay una estrategia para resolver estos problemas. Todo ello, creo yo, debe doler en el ánimo de quien se veía sí mismo como quien “aportaría al mundo puntos de referencia para la superación del neoliberalismo”.

“En 2024 no existirá la delincuencia de cuello blanco y estarán erradicadas por completo la corrupción política y la impunidad”, escribía en 2018. A la mitad del camino, dos de sus hermanos, dos cuñadas, una prima, una sobrina, su secretario particular, su vocero, su ex consejo jurídico, entre muchos otros funcionarios, están señalados de actos de corrupción y gozan de total impunidad. Protegidos por el propio manto presidencial, hasta hay dos precandidatos presidenciales, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, cuya responsabilidad política en el desplome del Metro y la pérdida de 26 vidas es evidente.

Sí, no debió de haber sido fácil para el presidente escribir su libro más reciente. Ahora, admite, “siendo más humildes y sin tantas pretensiones, lo que deseamos de todo corazón es que al final de nuestro gobierno haya menos desigualdad, más felicidad y se mantenga siempre encendida la llama de la esperanza”. Lo único raro es que el presidente que escribió el libro no parecer ser el mismo que arenga en los montajes mañaneros. Hay una disociación entre lo escrito y lo que dice. Es como si el libro lo hubiera escrito otra persona.

Google News

TEMAS RELACIONADOS