Con frecuencia, altos funcionarios de la mal llamada 4T hacen declaraciones muy conmovedoras por su ingenuidad o por su evidente obsolescencia. Muchos críticos no saben si lo hacen por un perverso y oculto interés político o si realmente lo piensan y viven en un mundo anterior a 1989. Dan la impresión de que para ellos siguen en pie el Muro de Berlín y la Guerra Fría.

Algunos creen que ciertos funcionarios lo hacen para quedar bien con su jefe el presidente de la República, quien todavía lleva en alto la bandera marxista de 1848 sobre la “revolución de las conciencias”, pero otros críticos consideran que realmente los funcionarios son devotos de lo que dicen. Por ejemplo, el subsecretario de Educación Superior, Luciano Concheiro, quien sostiene que el comunismo es necesario para transformar a México.

Como quiera que sea, cada día crece la certeza de que México va en sentido contrario a la dirección que lleva el mundo. Mientras en otros países del mismo nivel del nuestro la educación camina hacia la criptografía cuántica, la tecnología inyectable de tejidos o los sistemas informáticos Grid, en México se hace propaganda con la “apropiación social” de la ciencia y el Conacyt queda en manos de adeptos al presidente o de plagiarios declarados.

Mientras en el mundo avanzan la mecatrónica, los hoteles y restaurantes atendidos por robots, el reparto de pizzas e incluso las operaciones a corazón abierto realizadas por computadoras, en México vamos hacia atrás: la idea del gobierno es promover el trapiche y los tlacoyos bajo el nombre de “economía social”. El jefe del Ejecutivo prepara un libro que ya no llamará “economía moral” porque el título ya fue usado… ¡en 1963! para explicar la crisis de Inglaterra a finales del siglo XVIII y principios del XIX.

En este contexto, creo recomendable que el gabinete presidencial, que se parece mucho a la gerontrocracia rusa antes del glásnot y la perestroika de Gorbachov, se actualice un poco sobre los cambios ocurridos en el mundo en los últimos 20 años, especialmente en lo que se ha dado en llamar revolución tecnológica. Y para ello recomiendo un libro reciente, imaginativo y estimulante: The Game, del escritor y ensayista italiano Alessandro Barrico, editorial Anagrama.

Es un ensayo muy bien documentado sobre la evolución de la digitalización, la creación de internet, el desarrollo de la web y los cambios en la conducta del hombre moderno. Los altos funcionarios, creo, resultarán beneficiados si deciden asomarse a sus páginas y leer con detenimiento, subrayar y pensar. Eso ayudaría, quizá, a pensarlo dos veces antes de reponer políticas públicas fracasadas en los años 70, las cuales, por cierto, dejaron al país endeudado y empobrecido.

El país no se salvará multiplicando los trapiches al infinito ni exportando millones de toneladas de tlacoyos. No se salvará con programas del estilo “jóvenes construyendo el futuro” porque no construyen nada en un año y ni siquiera se sabe si el programa es efectivo, aunque sea solamente como un subsidio directo. Lo que sí se sabe, en cambio, es que se maneja con total opacidad, sin reglas de operación, por lo que, en los hechos, no sabemos dónde van a parar los 40 mil millones de pesos de su presupuesto público, es decir, de los impuestos de todos nosotros.

Está muy bien que el presidente visite todos los pueblos y traiga en los zapatos el polvo de todos los caminos, pero conviene tener presente que ver y comprender son condiciones distintas. No basta estar en los pueblos y ver la miseria, no bastan los buenos deseos para acabar con ella, como no bastan las prédicas y el perdón para acabar con la inseguridad. Se requieren políticas públicas que no partan del prejuicio ideológico, que tengan presente los avances científicos y una visión clara del rumbo que lleva el mundo.

Vamos caminando hacia el pasado en política –un presidente muy fuerte, dueño de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial- pero aún hay tiempo de corregir el rumbo. Es responsabilidad del gobierno, los partidos y la sociedad. Pero, para hacerlo, debemos caer en cuenta que la naturaleza de México no es la misma del salmón. Ir a contracorriente del mundo nos garantiza el fracaso de antemano. Ojalá lean a Baricco. El Muro de Berlín ya no existe.

Google News

TEMAS RELACIONADOS