Estamos cerrando el 2020 con una certeza: el gobierno de López Obrador pasará a la historia, pero no como él se imaginó, sino como un ejemplo de la miseria humana, la ineptitud y el desastre. Entre los muchos errores que se le pueden documentar, el peor de todos, en mi opinión, es jugar con la vida humana. Este gobierno nos está costando vidas. Sus políticas están provocando muertes que pudieron y pueden evitarse. Los funcionarios empezaron por negar la gravedad de la pandemia e incluso lo festejaron. Nos cayó como anillo al dedo, presumieron el Ejecutivo y su guardaespaldas Irma Eréndira Sandoval. Un anillo que nos ha costado más de 120 mil vidas, según las cuentas oficiales; cerca de 300 mil, de acuerdo con los expertos. 
 
Sin embargo, el presidente, su gobierno y una parte de la sociedad se encuentran en etapa de negación. Lo vimos claramente en el mensaje conmemorativo del segundo año de la toma del poder, en las encuestas publicadas en torno a esa fecha, en los montajes mañaneros y en las giras propagandísticas que le han seguido. Es una mala señal para el futuro del país. La nueva élite del poder que nos lleva hacia el 2024 está ciega y sorda, por sus prejuicios ideológicos. Para ello “aquí no ha pasado nada” y, más grave aún, no hay nada que pensar para la etapa pospandemia. 
 
La negación –nos dice la Wikipedia- “es un mecanismo de defensa que consiste en enfrentarse a los conflictos negando su existencia o su relación o relevancia con el sujeto. Se rechazan aquellos aspectos de la realidad que se consideran desagradables”. Aunque los rechacen, los hechos están ahí: por ejemplo, tres veces más homicidios dolosos que con Calderón, el doble que con Peña Nieto. Doce millones de personas desplazadas de la clase media a la pobreza. Hay, por lo menos, un millón de pequeños comercios cerrados. 
 
La negación nubla la inteligencia e impide pensar en soluciones. ¿Qué le espera al país después de la pandemia? Hasta el momento, nueve meses después del primer caso, no hemos escuchado del gobierno ninguna idea prospectiva sobre nuestro futuro como nación. Ni del presidente ni de ningún miembro de su gabinete. Su silencio nos autoriza a deducir que creen que todo volverá a ser igual que antes. Pero es obvio que no será así: nos guste o no, el Covid19 cambiará, no sólo nuestro modo de vida, sino que también afectará, en menor o mayor grado, todo el sistema económico global. 
 
La negación también impide el arrepentimiento. El presidente no ha dicho una palabra de remordimiento por negar la gravedad de la pandemia. “No exageremos. No es algo terrible, fatal, ni siquiera es equivalente a la influenza”. “México es uno de los países más preparados y con menos riesgo de afectación”. “Eso de que no se pueden abrazar, ¡hay que abrazarse! ¡no pasa nada!”. “Estar bien con nuestra conciencia, no mentir, no robar, eso ayuda mucho para que no dé coronavirus”. “Nos vino como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación”. Es una actitud innoble, mezquina, perversa, inhumana. 
 
La negación también afecta a una parte de la sociedad. Las encuestas revelan que la mayoría admite la existencia de un mal gobierno, que va pésimo en seguridad, empleo, salud y otros indicadores, pero esa misma mayoría aprueba la gestión del presidente. No quiere reconocer que se equivocó al votar por él. No quiere admitir que su “gallo” resultó muy incapaz para gobernar y que la realidad terminó por desplumarlo. No quiere reconocer que la corrupción –tan cerca como un hermano, dos cuñadas, una prima- terminó por mancharle el plumaje. 
 
La negación incrementa las mentiras. El presidente se inventa su propia encuesta para cucharear e incrementar una popularidad que ya tiene. No era necesario recurrir a ese recurso tan burdo. Sus amigos, aquellos con los que convive, le inventan otras encuestas a modo, donde resulta 95% mejor que cualquier otro presidente que haya tenido el país. El culto a la personalidad se extiende. Todos los secretarios se vuelven espejos mágicos donde se refleja la grandeza del presidente. Nadie se atreve a decirle que no habrá salida honrosa para él o que no habrá salida de la crisis económica sin el previo control de la pandemia. 
 
La negación orilla a mantenerse en un refugio sólido. Ha tenido éxito en concentrar el poder. El problema de la centralización del poder y del presupuesto en la inspiración de un solo hombre, es que mientras más poder tenga, más directamente responsable resulta o, en último caso, se convierte en el único responsable de las consecuencias de las medidas que toma y de las omisiones en que incurre. 

Vocero del PAN.

Google News

TEMAS RELACIONADOS