Jugando en la calle de La Vencedora, con Víctor mi primo, la señora América (aunque refunfuñando) estoy seguro de que disfrutaba vernos jugar de portería a portería sin meter las manos, un juego que había “inventado” mi tío Juan para mejorar nuestra técnica individual.

La portería inicial de Víctor era del poste verde a la pared del número 47, que era su casa, y la mía del poste de luz de madera color café a la reja del 43 de la casa de la mencionada señora América.

Mi abuelo salía a la ventana de la casa de enfrente, ocasionalmente, a gritarnos que tuviéramos cuidado con los coches, aunque nosotros realmente nunca bajábamos de la banqueta, chutando de portería a portería por horas.

Era 1968 o 1969. Empezábamos con luz de día y terminábamos cuando ya no se veía, incansables. Los domingos a las 12 jugaba Necaxa y la reunión era en la casa de Víctor, en un principio, y años más tarde en la casa de mis abuelos, que era la de enfrente. Nadie lo sabía, pero yo quería ser como mi tío Antonio y desde luego como Ángel Fernández. Mi papá idolatraba a su tocayo, don Fernando Marcos, y, por ende, el “Ahí va eso” se convirtió en mi grito de batalla cuando jugaba con Víctor.

Cuando alguno de los dos metía un gol de esos que llamaban la atención, digamos al ángulo, el festejo era un “Me pongo de pie”.

¿Quién me iba a decir que, al paso de los años, iba yo a estar sentado un 2 de agosto de 1985 en el café San José, en la calle de Ayuntamiento, sopeando una concha en la mesa con don Raúl del Campo Jr. y el del cumpleaños, nada más y nada menos, era Ángel Fernández? (Se me han rasado los ojos de lágrimas, ya estoy muy mayor).

Ahí empezamos muchos, en esa cafetería que era el centro de operaciones de la XEW, que está en Ayuntamiento 52. Ahí nos reuníamos para irnos al Estadio Azteca y me puedo jactar de ser el que manejaba el Súper Bee de don Raúl del Campo por todo Bolívar y luego Calzada de Tlalpan, para llegar al Azteca. Cruz Azul jugaba los sábados a las 5 de la tarde, América, Necaxa y Atlante normalmente los domingos a las 12 del día.

En este confinamiento, que a veces pinta de agonía, de repente Samuel Enoch sube un video de YouTube en Twitter y pregunta si soy yo el que comenta en el Azteca mientras el que narra es Gerardo Peña. Es ese de 1985, la final América-Tampico Madero. Don Fernando Marcos tenia 71 años de edad, Ángel Fernández 59 y don Raúl del Campo Jr., 63. Eran mis 22, mismos que Ricardo Peláez, y 20 de Beto Murrieta. Hace nada más 35 años.

Voy a seguir escribiendo. Me ha ganado el espacio, tiempo hay de sobra

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