Dichosos días de , dichosos como diciendo pinches. El futbol va a regresar, no cabe la menor duda, cuándo y cómo, no sabemos, aunque nos resistimos por millones de razones, cada uno es una razón y así es muy difícil ponerse de acuerdo. Quedarme en casa me ha permitido observar y escuchar. Conocer más a los demás y reafirmarme.

Ayer le escuché a Joaquín López Dóriga, el ser humano, una frase que por sencilla me cimbró, dijo: “QUIÉN SABE CÓMO SE SIENTE”... Se refería a un fatídico día en el que le diagnosticaron cáncer de colon, mismo que categóricamente dijo, venció.

El 27 de febrero pasado, falleció un amigo que recién había cumplido 26 años y en quien curiosamente pensé cuando escuché a Joaquín. No había yo caído en cuenta del sentir. Al otro día de que partió José Aarón , mi amigo, se registró la primera muerte por Covid-19 en México, suman 83 días y contando .

Revisé lo que he publicado a partir de esa semana que va desde el agradecerle a Adolfo Ríos el que fuera a ver a José Aarón al hospital, hasta la pasada semana hablar del Alma del futbol.

Escribía en Ave María Purísima publicada el 20 de marzo: “Nada va a ser igual en julio; qué agonía, no se dieron cuenta de que no era un balón, sino la vida la que estaba en juego”.

 

Se había jugado la última fecha sin público en el Azteca y en el nuevo Corona. Ayer se anunció que los primeros ocho jugadores contagiados asintomáticos de la Liga MX son del Santos y seguimos en espera del regreso del futbol a “como dé lugar” en México, porque no podemos concebir nuestro mundo sin futbol.

Televisoras, dueños de equipos y futbolistas en una misma fórmula. Invertidos los papeles en función de quien juega para alguien que es transmitido. ¿Se entendió? ¿Qué van a poseer los dueños y qué van a transmitir las televisoras sin futbolistas?; pero la mano no la llevan ellos, porque ninguno puede solo y aparentemente quienes más llevan la de perder son quienes juegan. Vuelvo a aplicar la de López Dóriga escuchando aficionados, jugadores, técnicos y dueños y es que, “quién sabe cómo se siente” cuando no se ve cómo desmadejar el estambre y además lleva el ingrediente de la muerte.

Está pasando además que parafraseando a don Nacho Trelles, “inconscientemente uno siente que va perdiendo facultades físicas, pero no morales, menos sentimentales y se siente uno a gusto y quiere vivir más”.

Ya jugar, ya trabajar, ya ganar dinero, ya no tener miedo en el momento mismo de no darnos cuenta de que este encierro nos permite ver que seguimos vivos. Somos más los que no jugamos futbol, más los que se han recuperado y los que tampoco nos hemos contagiado. Vaya paradoja del destino que nos hace sentir tan vulnerables

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