… el radicalismo de derecha no es ningún problema psicológico ni ideológico, sino un problema tremendamente real y político. Sin embargo, la falsedad objetiva, la falta de veracidad de su contenido, lo obliga a proceder utilizando medios ideológicos, es decir, en este caso, utilizando medios propagandísticos. Y por eso, prescindiendo de la lucha política con medios puramente políticos, es necesario situarse en su propio terreno. Pero no hay que oponer mentiras a mentiras, no hay que intentar ser tan artero como él, sino luchar con la fuerza aplastante de la razón, con la verdad realmente no ideológica” (Theodor W. Adorno, 2020, Rasgos del nuevo radicalismo de derecha, Taurus, España, pp. 54-55).

Se nos dijo que, acompañando a la pandemia, padeceríamos alguna pérdida del olfato y del gusto; la de la memoria, hoy tan visible, no se nos advirtió. En el crepúsculo del 2020, y en Madrid, tuvo lugar -para enumerar y defender un abultado número de lugares comunes- El Foro Madrid. Iberósfera y Libertad, con un elenco de abajofirmantes que van de funcionarios estadounidenses (¿iberos?), todos vinculados al Partido Republicano, hasta un actor (¿?) mexicano y trumpista, pasando por 5 legisladores, en aquel entonces, mexicanos y panistas (o al revés), un señor que preside una Red Familia, también de México, y dos cargos de la extrema derecha (VOX) española.

Siempre será aventurado sostener que los aludidos de nuestro país aún militan en Acción Nacional entre otras cosas porque, de los notables atributos de nuestros partidos políticos, la militancia es un servicio tan escaso que parece más merecedor de denuncia que de elogio; digo, por sospechoso.

Es el caso que, en la reunión madrileña,  la derecha radical iberosferal se reconoció y se sumó a la defensa contra el comunismo que como toda buena derecha, se imagina hasta en la sopa. Es el caso que, en el padecimiento de la propaganda radiofónica con el que hoy nos castigan los mal llamados institutos políticos, sobresale uno del PRD, en algo tendría que sobresalir, por medio del cual se autodefine como “La verdadera izquierda”, ahora -y desde tiempo atrás- en alianza con el PAN que se resiste, pese a evidencias como su cercanía con VOX, a definirse como “la verdadera derecha”.

En la emulación de feria medieval, donde se subastan los precios (votos) de programas sociales, donde las damas más que el caballero siguen el libreto establecido por AMLO, creando un ambiente peculiar en el que los partidos que la han postulado asquean a Doña Xóchitl que, también, faltaba más, observa impresentables en el lado opuesto. El largo cuento, narrativa como ahora se dice, por el que la democracia sin partidos era un imposible, se derrumba día tras día.

Lo más estorboso para la política, después de la incontrolable violencia que la ha venido escoltando, son los partidos que ya no reconocen ni su propio origen e ideario. La lectura de los textos de Soledad Loaeza no le vendrían nada mal a quien, siendo panista, se intenta presentar como candidata ciudadana. Qué bueno que se avergüence y qué malo que esa vergüenza la mueva a la mentira.

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