“Los tangos son actas de comisaría con música”. Renato Leduc.

En 1925, siendo Ministro de Hacienda del gobierno Británico Sir Winston Churchill, adopta la peregrina decisión de retornar al patrón oro, bajo el influjo de la Conferencia Monetaria Internacional de Génova de 1922 que, en obvio de espacio, pretendía retornar a 1913 con el considerable añadido de crear bancas centrales independientes de los gobiernos y, llegado el caso, capacitadas para regañarlos.

Emblemáticamente, Churchill le otorga un valor a la libra esterlina igual al que, muchos años antes, le asignó Issac Newton en 1717 cuando fue responsable de la Casa de Moneda del reino (la onza de oro valdría 3 libras y 17 chelines), con lo que el “nuevo” valor de la libra alcanzó los 4.86 dólares americanos; una apreciación artificial equivalente al 10 % ; una moneda “fuerte” resulta muy adecuada para comprar en el exterior o para viajar, pero es muy inadecuada para vender en el exterior.

Antes este desatino, por el cual el Reino Unido se auto infligió una severa deflación, en salarios principalmente, con el resultado de huelgas y malestar social, John Maynard Keynes publicó los días 22, 23 y 24 de julio de 1925 “Las consecuencias económicas de la paridad de la esterlina”, artículos a los que condensó en los Ensayos de persuasión, como Las consecuencias económicas de Churchill y que, guardadas las proporciones entre aquel país y la muy afligida Argentina, resulta de lo más oportuno evocar.

El actual presidente argentino emula, involuntariamente, al conductor que, frente a un manicomio, sufre la ponchadura de una llanta de su vehículo y, al quitar los pernos para cambiarla, padece la desgracia complementaria de que dichos pernos caen en una coladera; el conductor entra en un episodio de desesperación, hasta que un paciente asomado al balcón le recomienda atornillar la llanta de repuesto con los pernos tomados de cada una de las llantas restantes. Hecho lo anterior, el conductor le agradece el consejo y agrega que el paciente no debiera estar en ese hospital, a lo que este responde: “Yo estoy aquí por loco, no por pendejo”. Don Javier Gerardo Milei no está loco.

Muestra notable, aunque promete más, es su reciente anuncio del Decreto de Necesidad y Urgencia –nombre adecuado para un tango interpretable por el ido (y uruguayo) Julio Sosa-, con el que el pueblo argentino recibe los castigos prometidos para “la Casta” y transita del purgatorio obsequiado por el peronismo (primo lejano –por la distancia- del priismo, pero muy cercano por su gelatinosa ideología) al centro de los infiernos, con una firme confianza en que Dios vendrá en su auxilio.

El Reino Unido abandonó el patrón oro, sus doradas cadenas, en 1931 y, con ello, pudo sobrellevar los efectos de la Gran Depresión decorosamente. La salida de Argentina de su infernal situación no tiene plazo, aunque ofrece un par de relevantes lecciones: la primera, para que las llamadas fuerzas progresistas de allá aprendan a gobernar; la segunda, para que los ciudadanos argentinos aprendan a votar. Para ser, como diría Borges, los últimos europeos del mundo, la verdad, votan como zulúes.

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