“Nunca se necesitó tanto de educadores morales y nunca fue tan improbable encontrarlos; en las épocas en las que los médicos resultan más necesarios, en las grandes pestes es cuando, a la vez, mayor peligro corren” (Federico Nietzsche, Schopenhauer como educador).
Después de un largo periodo de confusa, y equivocada, identificación del gran filósofo alemán con los principios y propósitos del nacionalsocialismo, y cuando sabemos que la confusión y la equivocación son hijas legítimas de la ignorancia, al menos un par de talentosos autores lo traen a colación a propósito del dominante tema del nihilismo, que acompaña a la notable decadencia de creencias y valores. La extraordinaria Wendy Brown, en su más reciente libro (2023, Tiempos nihilistas. Pensando con Max Weber, Lengua de trapo, Madrid), lo invoca como inspiración para Weber:
“Para Nietzsche, el nihilismo es una condición histórico-cultural nacida del derrocamiento de Dios y del reconocimiento concomitante de que ni la religión secularizada ni sus primas, la ciencia y la razón, aseguran el sentido de la existencia o del esfuerzo humano. Este reconocimiento, <<en la medida en que sigue capturado por la condición que lo produjo>>, genera la convicción de que la vida misma carece de sentido y de valor, a lo que Nietzsche se opone encomendándonos la tarea de construir y legislar el sentido al margen de los sistemas morales arraigados en fundamentos sobrenaturales. El nihilismo es el estado en que caemos tras la destrucción de estos fundamentos
sobrenaturales y la posterior asunción de la tarea secular de crear o <<legislar>> el valor. Nietzsche, por tanto, identifica el nihilismo como <<un patológico estado intermedio>>; la patología se refiere a la <<enorme generalización, la conclusión de una total ausencia de sentido>> a partir de esta crisis particular de sentido” (pp. 30-31).
La Brown descubre a algunos falsos sustitutos presentes de la vieja autoridad en la creencia en la verdad trascendente de los mercados, de la justicia social, de la naturaleza, del heteropatriarcado, del humanismo y del antihumanismo. Para Nietzsche, las categorías finalidad, unidad, ser, mediante las que otorgamos un valor al mundo, las volvemos a recuperar devaluadas e instrumentalizadas y el mundo parece carecer de valor. De nuevo, el nihilismo significa que los valores supremos se desvalorizan, generando la decadencia.
El texto de Wendy Brown compara las descripciones, y las formas de superar, al nihilismo, obsequiadas por Nietzsche y Weber y, por ello, es merecedor de una atenta y más que oportuna lectura.
El segundo autor, Rob Riemen, de los Países Bajos (como hoy se llama a Holanda que antes eran las Siete Provincias Unidas), y cuyo conocimiento debo a la enorme generosidad de mi querida amiga Ana Galván, nos lleva al encuentro de un Nietzsche totalmente pertinente para la reivindicación de la educación y el conocimiento de la historia (2023, El arte de ser humanos. Cuatro estudios, Taurus, México). Juzgue el lector el enorme parecido de lo escrito por Nietzsche en 1874, con la triste realidad presente:
“Los manantiales de la religión cesan de fluir y dejan tras de sí pantanos o estanques; las naciones se dividen de nuevo con inusitada hostilidad ansiando devorarse. Las ciencias, cultivadas sin atisbo alguno de medida, en el ciego laissez faire, despedazan y disuelven todo lo que se consideraba firme y consistente; las clases y los Estados cultivados son engullidos por una economía gigantesca y desdeñosa. Nunca fue el mundo más mundo, nunca fue tan pobre en amor y bondad. Las clases cultas han dejado de ser faros o asilos en medio de toda esa tormenta de mundanería; ellas mismas se muestran también cada día más nerviosas, más carentes de ideas y de amor. Todo sirve a la barbarie futura, el arte y la ciencia actuales incluidas” (p.26).
El nihilismo está de regreso; en realidad, nunca se ha ido. Derrotarlo es una tarea de talento, voluntad y, por qué no decirlo, autosalvación, por ello, entre muchas otras razones, cobra sentido conocer a los viejos autores. Antes, pero hoy en mayor medida, el nihilismo ha tenido sus beneficiarios. Un buen comienzo para superarlo es intentar identificarlos. Oj Alá

