Muy cierta la frase popular: “recordar es vivir”. En las reuniones familiares y de amigos, evocar hechos acaecidos en tiempos idos, puede ser grato, como también doloroso.

Para las naciones, recordar su pasado, y celebrar aquellas fechas importantes en su historia, son acciones no solo de gratitud, sino también de afirmación del orgullo nacional, y expresión del reconocimiento a las personas que hicieron posible su realización.

De esa manera, podemos señalar que apenas un 21 de junio, del año 1867, las tropas republicanas vencieron a quienes apoyaban a Maximiliano. Y así ese día puede ser considerado como la confirmación de nuestra independencia y del régimen republicano sobre el imperio.

Por cierto, Maximiliano, a los 35 años de edad, y en cumplimiento de la ley, y para consolidar nuestro Estado de Derecho, había sido fusilado el 19 de junio. Para Juárez quien era entonces el Presidente, la ley su espada y su escudo.

Sin embargo, si bien es edificante y útil por las razones expresadas, y por muchas otras no escritas aquí, recordar y evocar lo que nacionalmente ha sucedido en épocas anteriores, estimo que hay otros hechos que al pretender que sean recordados, y hasta organizar acciones para tenerse presentes, lejos de ser eso de alguna utilidad para la vida de la sociedad, solo sirven para alimentar resentimientos y revivir odios y propiciar divisiones que a nada conducen.

Los países para progresar han de estar unidos. Unidad que no significa unanimidad, porque en una democracia, todas las ideas han de ser bienvenidas al enriquecer con sus expresiones la conciencia pública. Solo en los regímenes autoritarios puede pensarse que a las decisiones del gobernante les asiste siempre la razón.

Al hablar de lo nada enriquecedor para la vida pública, que es revivir algunos hechos del pasado me refiero, por ejemplo, a la Fiscalía creada en el gobierno de Vicente Fox. A la que más de una vez he llamado la Fiscalía de la Venganza. Económicamente fue muy costosa, y los resultados obtenidos de nada le sirvieron al país.

Hablando del presente, pero a propósito del pasado, tenemos que apenas hace unos días, se constituyó una comisión para el esclarecimiento histórico de los hechos ocurridos entre 1965 y 1990. Según expresó el Presidente, esto servirá para “buscar entre todos cerrar una etapa negra, de dolor y sufrimiento y dar inicio a una etapa nueva”.

No me explico la manera en la que, revisando los archivos y visitando las instalaciones militares, como dijo López Obrador que se haría, se puede lograr cerrar momentos de angustia y tristeza que en esos años pudieron sufrir algunas personas.

Lo que tampoco me imagino, es cómo será esa etapa nueva que anuncia. Se dejará de culpar al gobierno que comenzó hace casi más de diez años de la inseguridad que actualmente se vive.

Ya ha expresado que su política contra la criminalidad de los abrazos que substituyen al ejercicio de la ley no va a cambiar. Interpreta incluso de manera equivocada al Papa Francisco, quien dijo que la violencia era reprobable, pero entiendo que se refería a la violencia de los delincuentes, no a la única legítima, que dentro del Estado de Derecho se puede ejercer, y que es la que sirve para sustentarlo, y que es la que el gobierno tiene la obligación de emplear.

Con motivo del incalificable crimen en contra de dos sacerdotes jesuitas, muchas voces de la iglesia católica han expresado su consternación, preocupación y tristeza ante la inseguridad que se vive en México. A ese reclamo, nos unimos todos.

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

 

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