Decía el Presidente de la República en una de sus conferencias matutinas de esta semana, que los mexicanos estamos contentos y sí, tiene razón. Estamos contentos porque se acerca el 2 de junio y cuando se espera un resultado noble y con esperanza, es el optimismo y la alegría lo que debe prevalecer.

Será el inicio del fin de la llamada 4T, que ni el mismo Cuauhtémoc Cárdenas sabe qué es. Y en una entrevista reciente publicada en estas páginas expresó su ignorancia de lo que implica ese nombre, y que consecuentemente tampoco puede saber qué es el segundo piso de esa 4T que ha divulgado por todo el país la candidata de Morena.

Si no se sabe cómo es y qué es el “primer piso”, ignoramos lógicamente cómo será el “segundo piso”.

La experiencia de lo vivido, y padecido porque es la verdad, que lleva la República casi seis años soportando un gobierno que obviamente no nos merecemos, lo dicho se justifica por algunas, que no todas -no cabrían en este espacio-, decisiones de este gobierno, entre ellas, la clausura costosísima en millones de dólares que tuvimos que pagar todos, del aeropuerto de Texcoco y la edificación de un lejano aeropuerto que se utiliza preferentemente, según se escucha, para la llegada de venezolanos y cubanos, porque ni López Obrador lo usa con frecuencia.

Otra nota característica de esta administración, en lo que se ha distinguido de manera relevante, es en atacar a todo compatriota que se atreva a cuestionar, criticar o señalar las equivocaciones en las que incurre.

La división de los mexicanos desde la tribuna presidencial instalada en el hermoso salón de lo que fuera la Tesorería de la Federación, es compromiso presidencial cotidiano que no deja de cumplir.

La venta, renta del avión presidencial es otra de las descabelladas ocurrencias que nos costó a todos mucho dinero. Las acciones realizadas en torno a este aparato, como la cena con tamales a la que se invitó a empresarios para que compraran boletos para la rifa, es de esas acciones que no puedo imaginar se le hubiera ocurrido a alguno de los presidentes de la época neoliberal tan mencionada.

Sexenio también inolvidable para la delincuencia, cuyos integrantes han sido abrazados efusivamente, pero también inolvidable para la población que día a día se entera de los muchos compatriotas asesinados en todos partes del país.

La frase de que ha disminuido la violencia, pero aumentado los homicidios, y expresada con satisfacción, constituye uno de los mayores inentendibles conceptos de este gobierno.

Los ataques a la Suprema Corte y a los jueces de todas las jerarquías es la expresión rotunda de una violación constitucional a la división de poderes, y a la autonomía de los mismos; la designación de la ministra recién llegada, que sesión tras sesión hace gala de su ignorancia, que pretende cubrir con llamarse “ministra del pueblo”, cuando el pueblo debe sentirse apenado de tener a una ministra tan ignorante.

El abandono a una política que busque energías limpias, y la construcción de la refinería Dos Bocas, cuyo costo ha rebasado lo presupuestado originalmente, y sigue sin refinar un litro de petróleo, es otro logro de este gobierno. También lo es el ferrocarril del sureste, destructor de bosques y contaminador de cenotes.

Por todo esto, y muchas cosas más, como la abierta participación presidencial en las campañas políticas soñamos, hace que el estar contentos, se transforme en una gran felicidad patriótica mirando el triunfo de Xóchitl Gálvez y un Congreso sin mayoría morenista para que sus ideas queden solo como una pesadilla.

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