El pasado 12 de mayo, el INAI tomó de manera acertada la decisión de darle continuidad al proyecto de presidencia a cargo de mi colega, el doctor Francisco Javier Acuña Llamas, quien fuera elegido por el Pleno como Comisionado Presidente ya hace tres años.

La pandemia ha cambiado en muchos sentidos la vida de todos, y ello incluye la vida institucional. A ello, se suma la consideración de que el INAI tiene dos vacantes ante la conclusión en marzo pasado de dos de nuestros colegas.

La suma de todos estos factores y las indudables lagunas que la regulación en torno a la sustitución o, mejor dicho, renovación de la presidencia del INAI movió a la prudencia, al ejercicio de la facultad de interpretación del Pleno del INAI y a la decisión unánime de los integrantes de esta instancia colegiada a darle continuidad al encargo que hace tres años asumió el doctor Acuña Llamas.

No es posible, que en un Pleno de sólo cinco integrantes se asuma la trascendental decisión de elegir a quien se ostente con la representación legal e institucional del organismo garante federal. Bien cabría cuestionar una decisión de este talante por parte de los futuros nuevos integrantes del INAI, a quienes se les dejó sin ejercer el derecho a decidir, incluso a postularse a tan privilegiada y honorable distinción de encabezar la institución.

El diseño normativo se enfocó en un escenario inmutable que contempla la presencia de los siete integrantes Comisionados del INAI, obsérvese, por ejemplo, el modelo de rondas de votación para elegir al presidente del Instituto. Y no contempló la situación de incompletitud del Pleno por las razones que sean, la más natural, el fin del encargo.

Por supuesto, existe una disposición en la Ley Federal de Transparencia que alude al encabezamiento de las sesiones del Pleno por razones de decanía, pero eso no cubre la totalidad de las funciones que significa ser el representante legal e institucional. También, sin duda, se pudo decidir que a la conclusión del término de la presidencia del doctor Acuña quedáramos acéfalos y tratar de conducir el sino institucional en una constante negociación, preferentemente unánime y nada deseable que fuera por mayorías.

Además, esta continuidad en los trabajos que se han hecho y a cuya cabeza ha estado el doctor Acuña Llamas es un ejercicio de transparencia que permitirá en el momento adecuado y ante la integración completa del máximo órgano decisorio del INAI que quienes tengan el anhelo legítimo de dirigir las riendas del INAI abran sus propuestas, expresen sus intenciones y nos convenzan quién será el mejor hombre o la mejor mujer para ser elegido o elegida.

También hay que decirlo: la figura presidencial en el INAI se ha desarrollado afortunadamente de manera discreta y sensata bajo un esquema de par entre pares y no de primero entre los pares. El Pleno no puede perder su naturaleza colegiada, esa es su esencia, más allá de la unidad ejecutiva exigible en el cariz de la presidencia.

Sin duda, ésta ha sido la mejor decisión, permitir que el actual Comisionado Presidente continúe como tal y esperar un momento de mayor legitimidad con todos los integrantes. Nada mejor que una decisión tomada por siete, que por cinco.

Pero no sólo es la decisión de quienes conformamos el Pleno, sino también la buena disposición y aceptación del doctor Francisco Javier Acuña Llamas para continuar como Comisionado Presidente, mantener la estabilidad institucional y evitar posibles giros dramáticos en la conducción, integración y organización del Instituto.

Por ende, celebro que el acuerdo asumido haya sido prolongar las atribuciones del doctor Acuña Llamas como Comisionado Presidente del organismo garante federal en un ejercicio de continuidad terso y prudente, hasta en tanto se ocupen las vacantes pendientes y si la pandemia lo permite.

Comisionado del INAI

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