México alcanzó ya los 100,000 muertos por Covid y algo más de un millón de contagios certificados —¿cuántos más sin certificación?—. El drama es enorme, y hay rutas equivocadas en el camino con políticas que no han contribuido a reducir el número de muertos y de contagios, como sí lo hicieron en Corea del Sur, China, Singapur, Vietnam y otros países asiáticos y europeos, con millones de pruebas y el seguimiento de los contagios en grupos de personas, el uso de cubrebocas para reducir los contagios. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó desde el inicio de la pandemia hacer PRUEBAS, PRUEBAS, PRUEBAS. Pero México tomó otro rumbo: estableció que las pruebas tenían poca importancia y no aprendió la autoridad de otras experiencias en países como Corea del Sur, que redujo ampliamente los contagios y otros muchos países asiáticos y europeos. El uso de cubrebocas también ha sido factor esencial en Japón. Mientras en México las autoridades sanitarias establecieron también que las pruebas no eran necesarias. El Presidente y Hugo López-Gatell, cabeza visible de las políticas de la pandemia, despreciaron el uso del cubrebocas, disminuyeron o incluso con el discurso público su importancia.

¿A dónde hemos llegado?, pregunto. Salomón Chertorivsky, exsecretario de Salud, responde: “La Covid en México está fuera de control desde el 28 de febrero; el número de contagios se ha ido acelerando y el número de muertos también”, me dice. En ningún momento las autoridades sanitarias han tenido control sobre la pandemia. 100 mil fallecimientos oficiales es una tragedia y si hablamos de lo que tenemos, con los estudios de mortalidad, hoy en día hay 300,000 mexicanos o mexicanas que han fallecido de manera directa o indirecta a causa del Covid. “Es una desgracia sin referente en la historia”.

Las cifras demuestran el desprecio por las pruebas, a pesar de su utilidad comprobada; las desprecian igual que México, Estados Unidos y Brasil. Lamentablemente México ocupa entre los países del mundo el lugar 158 en materia de pruebas, gravísimo error. Hace unas semanas, la OMS juzgaba que los tres países con el peor manejo de la pandemia eran Estados Unidos, Brasil y México (¡con el nada honroso tercer lugar!)

Este viernes en la mañanera se hicieron comparaciones con otros países; por ejemplo se afirmó que estamos mejor que España y otros países… con ausencia de autocrítica, el día anterior se habían alcanzado los números más elevados de muertos y contagiados acá. Pero, nosotros tenemos otros datos: “Desde el 9 de septiembre una exsecretaria de salud y cinco exsecretarios, incluyendo el maestro Guillermo Soberón, recién fallecido, hicimos un corte de caja a seis meses de iniciada la pandemia; por supuesto se analizaba la situación de otros países en el mundo, sobre todo con la idea de poder hacer correcciones que pudieran ser aceptadas”, nos dice Chertorivsky. El estudio sí fue publicado por los medios, pero no fue atendido por las autoridades.

Se trata de una constante: en México en ningún momento se ha querido escuchar, por parte de la autoridad, a comités científicos, ni crítica alguna y menos aún se ha querido escuchar para corregir la estrategia y enderezar la ruta. Lo que es una gran desgracia, afirma. “Te daría otros dos datos: que me parecen importantes en términos de lo que ha pasado. Uno es que México es el país donde han fallecido un número mayor de personal médico y de enfermería. Es decir, no los cuidamos. El otro más es que el 39% , es decir, 8 de cada 10 fallecidos no llegaron a cuidados intensivos, murieron antes o habiendo llegado muy tarde a la unidad médica, ya sin oportunidad”.

Pruebas, pruebas, pruebas… Dice la OMS desde el inicio de la pandemia y no deja de insistir una y otra vez. “En México tenemos bajísimos número de pruebas y eso tiene consecuencias: primero es una pésima información para la toma de decisiones”. Además la prueba o es inocua, es médicamente útil, ahora es rápida y es útil para tener mayor precisión en diagnósticos, tratamientos e incluso lineamientos quirúrgicos, afirma.

100 mil muertos y un millón de contagios son cifras dramáticas, más aún si tenemos la duda, la falta de certeza de cuántos casos reales de Covid ha habido en nuestro país y el número de muertos.

No se ve que haya una mínima autocrítica para saber qué se ha hecho en México y qué podemos hacer mejor. Preocupa que no haya habido ninguna atención a la crítica, ni siquiera la más mínima duda o aceptación de la crítica de los expertos, lo cual nos coloca en un camino lejano para enderezar el rumbo y disminuir las tragedias. ¿Se podría reducir el número de vidas apagadas? La autoridad sanitaria consistentemente se ha negado a corregir. Si se sigue haciendo lo mismo tendremos los mismos resultados. Por ejemplo, si desde mayo se hubiera establecido el uso del cubrebocas en lugares cerrados en el país, solo con esa medida serían entre 32 y 40 mil personas que no hubieran fallecido, teniendo en cuenta los números oficiales, me dice Chertorivsky.

Si se sigue haciendo lo mismo, tendremos los mismos o peores resultados. Hay preguntas sin respuesta. ¿Por qué en la CDMX no pasamos al semáforo rojo si los contagios están en su nivel más alto? ¿Qué consecuencias tiene la tardanza en cambiar el color del semáforo, o no las tiene? No pocos expertos consideran que con pruebas, que por cierto ahora son rápidas y puede tenerse el resultado en 20 minutos, pueden prevenirse muertes y contagios. En algunos sitios se realizan algunas pruebas pero no es, ni mucho menos, la nueva política en marcha que es hoy imprescindible. Además con pruebas frecuentes se pueden detectar casos al inicio del contagio que abrirían mayores posibilidades de cura; no es lo mismo detectar el virus al inicio que cuando ya ha invadido el cuerpo. No es lo mismo atender el coronavirus cuando ya es poco o nada lo que se puede hacer. Hay medicamentos autorizados en EU como el remdesivir que no ha podido entrar a México y que en algunas fases iniciales del coronavirus puede ser útil. ¿Cofepris por qué no ha dado autorización para que entre a México? ¿Cuántos enfermos llegan al hospital cuando hay ya poco o nada qué hacer, cuando mueren antes de llegar a urgencias, o en cuidados intensivos por qué ya no hay nada qué hacer? Las pruebas deberían estar accesibles para cualquiera que tenga síntomas por pequeños que estos sean. Y no hay por qué esperar a que la enfermedad avance antes de atenderla, hay enfermos que son enviados a sus hogares para que ahí, en aislamiento, se mantengan a menos que la enfermedad se agrave. Y luego, llegan al hospital demasiado tarde.

Hoy, más que nunca, es necesario recordar que aprendemos más de nuestros errores que de nuestros aciertos.

Periodista, analista internacional

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