En la actual coyuntura, las afectaciones económicas derivadas de la pandemia han evidenciado e incrementado las brechas de desigualdad en la sociedad, se estima que hasta 115 millones de personas transitaron a la pobreza extrema a finales del año pasado.[1] Adicionalmente, en este mismo periodo fuimos testigos y partícipes de un proceso de digitalización exacerbada que permeó los procesos cotidianos o laborales en distintos ámbitos y sectores. En este contexto tan retador, se torna urgente promover una industrialización sostenible que brinde herramientas de desarrollo económico a las comunidades y en donde la tecnología juega un papel fundamental.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha reconocido la importancia de generar infraestructuras sostenibles y resilientes bajo criterios de sostenibilidad, tal como plantea el Objetivo de Desarrollo Sostenible no. 9 “Construir infraestructura resiliente, promover industrialización sustentable y promover la innovación”. Actualmente, los países menos desarrollados carecen de los esquemas tecnológicos necesarios que les permitan mejorar su competitividad; en el mundo más de 4 mil millones de personas no tienen acceso a Internet, de las cuales 90% se encuentran en países en vías de desarrollo[2]. Para los negocios en estos países, una infraestructura digital permite maximizar los beneficios de la tecnología, al contar con información más precisa y en tiempo real, para una ágil toma de decisiones.
Lo anterior no solo permite elevar las capacidades productivas, sino que también promueve la innovación y el emprendimiento. Hoy en día, las diversas opciones en el mercado de la Nube, ha permitido la democratización de la tecnología, una enorme ventana de oportunidad para el desarrollo económico de las Pymes y de los países en desarrollo. En consecuencia, en un país con una base empresarial formada de empresas de este sector, se vuelve una gran oportunidad para estas ser parte de las cadenas globales de valor al agilizar su adopción tecnológica.

Para poder fortalecer y recuperar las capacidades productivas de los países menos desarrollados en el contexto actual, los esfuerzos de digitalización tendrán un mayor impacto si estos se dirigen de forma estratégica identificando las principales actividades económicas. Por ejemplo, en el caso de México, a finales de 2020 se pronosticaba una caída importante en dos de sus principales industrias, la de manufactura y de construcción, con una baja del 29.5% y 17.5% respectivamente[3]. En gran medida parte de esta baja se debe a los impactos de la pandemia, pero, qué pasaría si sectores estratégicos para el país como la manufactura, construcción, turismo, entre otros, contaran con un plan estructurado que fomenten la creación o fortalecimiento de hubs tecnológicos por región. Si bien, hemos visto el surgimiento de estos centros de cooperación e innovación en el Bajío y Norte del país, imaginemos qué sería del país si estos lugares se triplicaran y se especializaran en la industria característica de cada región.
Esto permitiría una industrialización sostenible para la recuperación económica, los niveles de competitividad de estos sectores y generaría oportunidades laborales de alto valor agregado para las personas y las organizaciones.
Por ejemplo, en manufactura es importante contar con la agilidad de generar resiliencia, anticipando picos de demanda, posibles riesgos a las cadenas de suministro, así como contar con una gestión ágil y en tiempo real de la fuerza laboral. En el caso del sector de construcción, generar esquemas de producción basados en una economía circular pueden generar procesos virtuosos que pueden beneficiar a la población y al medioambiente.
En su último reporte de competitividad el Foro Económico Mundial ha sugerido ampliar inversiones públicas y privadas en innovación, así como promover la difusión de las tecnologías que permiten la creación de nuevas empresas y los empleos de futuro.[4] Para construir una industria verdaderamente resiliente, es indispensable guiar los esfuerzos de digitalización de forma estratégica para fortalecer las principales actividades productivas, lo cual puede derivar en una sólida recuperación económica.
Para que la industrialización sostenible pueda tener el impacto buscado es primordial fomentar la educación en disciplinas tecnológicas y el fortalecimiento de habilidades blandas, tanto en las instituciones educativas como en los centros laborales, para cubrir la demanda profesional de los trabajos “del hoy y mañana”. Como empresas y como industria podemos contribuir al fortalecimiento de estas habilidades a través de esfuerzos colaborativos entre empresas, instituciones educativas y organizaciones de la sociedad civil para fomentar programas de capacitación que actualicen los conocimientos y habilidades para gestionar tecnologías de última generación. Incluso podemos impulsar proyectos educativos específicos acorde a las necesidades profesionales que requiere cada industria. De esta manera, México no solo tendrá la infraestructura tecnológica necesaria para permanecer competitivo, sino tendrá a los expertos que liderarán su desarrollo y crecimiento.