Enrique Raijman y Lani Anaya

Cuando Alfred Nobel escribió su última voluntad respecto al galardón de paz, pidió otorgar dicho reconocimiento “a quien haya laborado más y mejor en la obra de la fraternidad de los pueblos, a favor de la supresión o de la reducción de los ejércitos permanentes y en pro de la formación y propagación de Congresos de la Paz”. Desde entonces, las dinámicas de la paz y los conflictos han sido cambiantes, por lo que dicha entrega ha pasado a reconocer esfuerzos concretados para la pacificación de un país.

Es crucial comprender que, si la construcción de paz se orienta a fomentar actitudes, crear instituciones y cimentar estructuras que generen condiciones favorables para la sociedad, entonces eso explicaría por qué ha sido necesaria la expansión del número de categorías que definen quién o quiénes deben recibir el Premio Nobel de la Paz. Recordemos que inicialmente el Premio Nobel de la Paz era entendido como un reconocimiento a todos aquellos que dedicaron su vida a hacer del mundo un lugar mejor, y eran elegidos principalmente bajo cuatro categorías: el control de armas y desarme, negociaciones de paz, democracia y derechos humanos.

En primer lugar, sobre el control de armas y desarme, recordemos la premiación del mexicano Alfonso García Robles en 1982, derivado de su liderazgo en las negociaciones y en el diseño del Tratado de Tlatelolco firmado en 1967; en segundo lugar, sobre negociaciones de paz, podemos destacar la premiación a Yitzhak Rabin, Shimon Peres y Yasser Arafat en 1994, por la firma de los Acuerdos de Oslo; sobre democracia, una de las premiaciones más recordadas fue la de Nelson Mandela y Frederik de Klerk en 1993, por sus esfuerzos en terminar con el régimen de apartheid en Sudáfrica, y sentar las bases para una democracia en el país; y finalmente, respecto a los derechos humanos, está la premiación de la guatemalteca Rigoberta Menchú en 1992 por su trabajo en pro de la justicia social y respeto a los derechos de las personas indígenas, o también con la premiación del escritor rumano Elie Wiesel en 1986, quien fue sobreviviente del Holocausto y durante toda su vida promovió mensajes de paz, reconciliación y dignidad humana. Sin embargo, es un hecho que el perfil de los ganadores durante las últimas décadas ha sido cada vez más politizado.

Para ilustrar esta situación, podemos señalar varios ejemplos de personalidades u organizaciones galardonadas con el Nobel de la Paz, quienes claramente recibieron el premio por razones que trascienden el activismo por la paz o por acciones de carácter humanitario. Atento a lo anterior, la entrega del reconocimiento a Barack Obama en 2009, o a la Unión Europea en 2012, son ejemplos evidentes de que la entrega del Premio Nobel de la Paz refleja los cambios en las necesidades y gestiones políticas del momento. Por otro lado, ambas premiaciones reflejan un intento del Comité Nobel para movilizar la agenda internacional y la opinión pública a favor de los galardonados a pesar de fuertes críticas que trajo consigo dicha decisión.

En la premiación de Obama en 2009, el Nobel no le fue otorgado por porque fuese el candidato con mayor activismo o logros en relación con la paz, sino que le fue otorgado como un premio aspiracional y por lo que representaba su agenda política para el Comité Nobel; era un mensaje simbólico que permitía empujar a la administración de Obama a elevar los estándares de resolución de conflictos y la desmilitarización, después de la mala imagen que dejaron los Estados Unidos después de la administración de George Bush. En esta lógica, una situación similar ocurrió en 2014, con la premiación de la joven pakistaní, Malala Yousafzai, y el activista indio, Kailash Satyarthi, ya que el premio además de que honraba el noble activismo de ambos, simbólicamente buscaba establecer una visión ideal del futuro, tomando las disputas geopolíticas, de soberanía territorial y de seguridad fronteriza entre India y Pakistán, como temas de apremiante resolución.

Asimismo, en 2012 el premio a la Unión Europea obedecía a una postura política que buscaba ante la crisis de confianza que vive la región europea, difundir la importancia de la Unión, en su contribución a la paz, reconciliación, democracia y los derechos humanos. Por lo tanto, esta premiación buscaba recordarles a los miembros de la Unión Europea y a aquellos que aún no lo eran, que la integración europea es un proyecto de paz que debe mantenerse.

Además de los impactos sociales y políticos que se generan cada octubre, este galardón, así como otros reconocimientos internacionales, tienen un gran impacto directo en las personas y/o organizaciones que los obtienen. En él se representa una compensación moral -además de monetaria- hacia las contribuciones hechas para el bien común. A través de tales reconocimientos, crece el prestigio de los ganadores, aumentan los incentivos internos de quienes trabajan en colectivo, y, particularmente, atraen apoyo político, mediático y económico hacia la causa por la que se ha trabajado.

Este año en particular, la conceptualización de paz en el contexto de los Nobel adquiere nuevas significaciones ya que, debido a la pandemia y la crisis global existente, se han frenado los proceso que llevan a los acuerdo de paz o la consecución de avances explícitos en la resolución de conflictos. En 2020, la paz se ha identificado en el periodismo en los conflictos armados, el activismo hacia las cuestiones medioambientales, la coordinación -un tanto controversial- para abordar una pandemia global, las denuncias de corrupción, la defensa de los derechos humanos y el surgimiento de movimientos sociales con alcance global

La organización acreedora de la edición 2020, el Programa Mundial de Alimentos (PMA)

-concebido en 1961 como un programa experimental para proteger la salud alimentaria de las personas ante las emergencias existentes de la época- representa más allá de lidiar con el hambre y la pobreza. El mensaje que comunicó Berit Reiss-Andersen como miembro del Comité Directivo del Nobel fue más que claro, “hasta que no exista una vacuna médica, la comida es el mejor antídoto para el caos”. Ante el contexto de la pandemia que se ha vivido este año, el PMA ha continuado con su plan estratégico -alineado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030- cuya contribución ha mejorado las condiciones para la paz en áreas afectadas por conflictos armados además de prevenir que el hambre sea usada como herramienta de guerra y conflictos.

El galardón engloba a la alimentación y la erradicación del hambre como un elemento inseparable de la paz que requiere de intervenciones multilaterales basadas en la cooperación y la solidaridad internacional. Así, la seguridad alimentaria es posicionada como tema eje -basado en la reducción de desigualdades y el lema de la Agenda 2030 de “no dejar a nadie atrás”-, como derecho humano a garantizar y como factor preventivo de los conflictos.

El Premio Nobel 2020 refuerza la aproximación contemporánea del nexo en el que la acción humanitaria, la paz y el desarrollo sostenible se trabajan paralelamente. Además, el premiar la seguridad alimentaria, retoma las tendencias actuales de quienes ejercen en el campo de la paz en el que se abordan las causas raíz de los conflictos a fin de dar prioridad a la prevención en lugar de limitarse a la resolución de los mismos. Dicha visión permite la mejora del manejo de recursos económicos y humanos para la pacificación además del atendimiento de de las problemáticas existentes en los contextos de tensión antes de que escalen en levantamientos armados.

Al momento de la entrega, el Comité ha reconocido las dificultades por las que atraviesa la cooperación internacional debido a factores como la desconfianza en las instituciones o las corrientes populistas con tintes nacionalistas. No obstante, el reconocimiento al Programa Mundial de Alimentos, que se ha encargado de eliminar los ciclos de hambre y pobreza y apoyar a más de 100 millones de personas en aproximadamente 83 países cada año; resalta la evidente trascendencia del multilateralismo y la cooperación internacional como herramientas de reconocimiento y responsabilidad compartida a fin de llegar a soluciones de impacto que respondan a los retos complejos de alcance global.

Es indudable la conexión entre conceptos como el hambre, la defensa y el respeto a los derechos humanos, la democracia, la protección del medio ambiente, distribución equitativa de los recursos, la rendición de cuentas -por mencionar algunos ejemplos evidentes- con el concepto de la paz. La paz va más allá de la ausencia de guerra o violencia, sino que comprende estados, alcances y elementos multifactoriales. Este concepto tan amplio, entra en la nueva cosmología de las organizaciones multilaterales en las que, el trabajo de temáticas -o silos- se abordan ahora desde a un enfoque sistémico.

Por ello, ante un mundo convulso que exige mayor estabilidad y transparencia, la consolidación de instituciones sólidas, un sistema que rinda cuentas, e incluso la prevención de factores que desencadenan tensiones, es importante que al momento de entregar el Premio al que hemos hecho referencia, se aplique un filtro adaptado a los tiempos y a las necesidades actuales, las cuales, naturalmente han evolucionado desde que Alfred Nobel escribió su última voluntad con respecto al galardón para los campeones que actúan en favor de la paz.

@kikeraijman

Enrique Raijman Policar es internacionalista por la Universidad Iberoamericana; fue nombrado por la Organización Humanitarian Affairs Asia como Embajador por la Paz en la sede de Naciones Unidas en Bangkok, Tailandia. Actualmente colabora en el Área Política de la Embajada de Israel en México. Es miembro asociado del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI) y es parte del CTBTO Youth Group que se desprende del Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares.

@LaniAnaya

Lani Anaya es internacionalista por la UNAM y Maestra en Paz y Conflictos por la Universidad de Uppsala (Suecia). Funge como consultora en temas de paz y desarrollo para organismos multilaterales a través de OAM Consult (Dinamarca). Es asociada del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI) y coordinadora de desarrollo institucional en MY World México.

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