Dice el refrán: “Un problema es una oportunidad para dar lo mejor que tienes”. En estos momentos difíciles para las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y México, no queda más que hacer eso. Y el tema de la educación bilateral cae justamente dentro de esta dinámica, con una clara problemática pero también con una posible solución.

Compartir una frontera de más de 3,000 kilómetros de longitud pareciera ser razón suficiente para el intercambio de conocimiento. Además, el gran número de paisanos viviendo en el país vecino también pareciera ameritarlo. ¿Y qué decir de los modelos económicos compartidos? Entonces ¿por qué los datos oficiales de intercambios bilaterales nos indican lo contrario?

¿Sabían que México es el noveno país en enviar estudiantes de educación superior a los Estados Unidos? Peor aún, México recibe tan pocos estudiantes estadounidenses que Estados Unidos lo considera como el destino número 12 del mundo para sus ciudadanos.

En otros temas de intercambio bilateral, ya sea en exportaciones o en turismo, los lazos entre México y Estados Unidos son mucho más fuertes. Pensemos solamente en los más de 600 mil millones de dólares anuales de intercambio comercial entre los dos países. ¿Por qué no ocurre así en el ámbito de la educación superior? ¿Por qué no hemos logrado una integración de los sistemas de producción de conocimiento en materia de arte, ciencia, tecnología, humanidades y negocios?

Como educadores latinoamericanos en Estados Unidos, nosotros hemos visto esta problemática crecer y afincarse, sin aparente solución. Las universidades en ambos países -que en conjunto cuentan con millones de estudiantes a nivel de licenciatura y posgrados- tienen la responsabilidad social de ser agentes de cambio a través de nuevas y mejores redes de colaboración.

Y todo comienza con un simple “¡sí se puede!”. Tomemos como ejemplo la capacidad de convocatoria de dos de nuestras instituciones más grandes en cada país: Arizona State University (ASU) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Cada universidad cuenta con una cantidad enorme de profesionales capaces, más de 100 mil estudiantes motivados y el acceso a recursos internos para lograr un cambio positivo.

Pero las soluciones no deben de recaer exclusivamente en los brazos de las grandes universidades. Se necesitan crear modelos nuevos de cooperación entre el sector privado, las fundaciones filantrópicas y las agencias gubernamentales para financiar, apoyar y promover el intercambio bilateral del capital humano. Estos modelos tienen que basarse en las fortalezas de cada institución participante, conformando así, una fuerza de gran impacto social.

Hagamos un análisis breve de los temas más importantes del momento actual. La migración, la productividad económica, el cambio climático, y la salud, son temas que vienen a nuestras mentes. En cualquiera de estos temas tan importantes para las relaciones entre México y Estados Unidos, las instituciones de educación superior de cada país podrían trabajar en buscar soluciones en conjunto, ampliar el discurso positivo y promover el intercambio de soluciones. La colaboración entre los otros sectores antes mencionados amplificaría el mensaje, dándole un importante peso social.

¿Cómo podemos crear oportunidades de intercambio en estos temas que se nutran del potencial, los recursos, la historia y las capacidades en cada país? El primer paso es reconocer que no hemos tomado muy en serio el tema de la educación bilateral, y, por lo tanto, tenemos resultados subóptimos en comparación con otras regiones del mundo. Solamente con ver el ejemplo del programa europeo Erasmus nos damos cuenta del impacto que tiene la colaboración internacional en el tema de la educación superior. Desde 1987, Erasmus ha facilitado el intercambio educativo de 9 millones de estudiantes europeos.

Con base en nuestra experiencia con educadores, el sector privado, las fundaciones y las agencias gubernamentales en México, ofrecemos tres ideas que nos parecen prometedoras:

Primero

, hagamos un esfuerzo por cultivar becas en los sectores privados y públicos de cada país, destinadas precisamente al intercambio bilateral en la educación superior. Los esfuerzos actuales (como las becas Fulbright) deben ser amplificados, al menos en un 10%, para que lleguen a más estudiantes, de más disciplinas y de diversos niveles sociales. Aquí pueden jugar un rol importante las fundaciones filantrópicas.

En segundo lugar

, es imperativo crear nuevos modelos académicos en donde compartimos la instrucción de nuestros estudiantes, aprovechándonos efectivamente de las fortalezas en cada país. Por ejemplo, una maestría acelerada en un tema especializado podría ser vinculada a la licenciatura básica en el otro país. Hagamos un esfuerzo por educar conjuntamente a los alumnos, rompiendo barreras físicas e ideológicas a través del intercambio. Aquí pueden jugar un rol importante las universidades privadas y públicas.

Tercero

, el conocimiento de nuestras universidades necesita ser movilizado para tener un mayor impacto en la relación entre Estados Unidos y México. Para lograr dicha meta, debemos proveer de herramientas a nuestros alumnos y profesores. Es decir, necesitamos que la educación superior capacite a los estudiantes para ser eficaces en traducir sus adelantos a la sociedad con resultados y beneficios tangibles. Aquí es esencial la participación de los sectores públicos y privados.

La meta de la educación bilateral debería ir mas allá de crear espacios de intercambio y entendimiento cultural, que, si bien son importantes, no cuentan con un esquema en donde la propia educación sea un vehículo para solucionar los temas más importantes de la relación entre México y Estados Unidos. En efecto, entrenar a una nueva generación de profesionales nos requiere prepararlos mejor para enfrentar los retos de un mundo más global, más integrado y con mayores transferencias de productos, ideas y personas.

Arizona State University (ASU)

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