Un inexistente fracaso arrojó. Reflejó un contundente. Real. Inequívoco triunfo. Una excepción. Un fenómeno en las actuales circunstancias políticas del país.

Cualquier cuestionamiento, por mínimo que hubiese sido, quedó reducido a la nada. Se desvaneció. Envuelto en una amplia aceptación. Un caso bastante raro en el contexto nacional de hoy.

Un ofrecimiento. Compromiso personal. Palabra empeñada, se tradujo en rechazo popular. Masivo, por un lado. Por otro, en una indubitable ratificación. Aprobación. Respaldo. Consenso. Un hecho único. Una realidad Inexplorable. Inimaginable. Inalcanzable para muchos políticos ahora.

Los hidalguenses hablaron con su silencio. Lo convirtieron en revalidación. Aclamación. Alabanza simbólica. Fueron totalmente elocuentes.

En un ejercicio inédito. Participativo. Democrático, decidieron que Julio Menchaca Salazar sea su gobernador hasta 2028.

En el resultado de la consulta de revocación de mandato a la que ofreció someterse desde su campaña, recibió una diáfana. Categórica respuesta: “¡No! No te vayas. Queremos que termines tu sexenio”.

Esa petición suele convertirse en reelección -rige aquí para varios cargos– sobre un hecho incontrovertible: la satisfacción de la ciudadanía por el acertado desempeño de sus gobernantes. Por la solución que les han dado, pueden y quieren dar a sus problemas.

En la democracia, los pueblos tienen el derecho de darse el gobierno que deseen. Siempre preferirán el mejor. El que protege su vida y sus bienes. Garantiza sus derechos y libertades. Les procura el mayor bienestar, prosperidad y felicidad posibles. El que ajusta sus actos a las premisas del Contrato Social.

En la situación sociopolítica. Partidista que vive México, el de Julio Menchaca es un gobierno totalmente atípico. Entendido como fuera de lo común, habitual y normal. Está distante. Es ajeno a un estereotipo establecido. Agotado. Viejo. Decadente.

Atípico deriva del prefijo griego a, que significa no o sin, y typos, que se traduce como modelo. No tiene referente. Par. Paralelo. Comparación.

Referido a personas, ese concepto denota. Entraña un comportamiento sensato. Especial. Previsible. Estable. En el auténtico político. En el verdadero estadista, tiene sus raíces en las virtudes cardinales que lo hacen único. Raro. Excelente. Infrecuente. Extraordinario.

Julio Menchaca Salazar, gobernador de Hidalgo, abogado. Catedrático. Impartidor de justicia. Legislador. Político, es ese paradigma. (Nos presentaron en un encuentro con Enrique Peña Nieto y Manuel Ángel Núñez Soto. Le auguré que gobernaría. Desde que fue candidato, hemos cruzado sólo unas palabras).

Cuando ofreció que a la mitad de su administración consultaría al pueblo si deseaba que permaneciera o no en el cargo si resultaba electo–, sabía lo que hacía.

Conocía sus valores. Principios. Potencial. Capacidades. Tenía toda la intención. Propósito. Visión. Planes para arrancar a Hidalgo de las garras de casi un siglo de dominación de un solo partido. De caciques. Pobreza. Marginación. Atraso.

Estaba. Se sentía. Se sabía poseedor de las cualidades magnas que, vertidas hacia la sociedad por quien detenta el poder público. Traducidas en obras de beneficio colectivo, son una fortuna. Un verdadero tesoro. Un bien del que todos desearían su recreación y su aplicación eterna.

En lo que va de su administración, Menchaca Salazar ha exhibido reiterada. Cotidianamente, las virtudes cardinales del político, identificadas. Clasificadas. Establecidas por los clásicos de la Antigüedad y retomadas. Reafirmadas por todos los clásicos modernos. Se han mantenido inamovibles por cientos de años.

Quien ejerce el poder con esas herramientas, se consagra como un verdadero guía. Un bienhechor de su pueblo, que lo honra. Lo recuerda con gratitud. Trasciende la Historia.

Las divisas. Las llaves de la Gloria son:

La prudencia.- Conocida como la hija amada de los dioses. Es el eje de todas las demás. Implica sabiduría y discernimiento. Talento para juzgar y decidir oportuna y correctamente. Induce a optar siempre por el bienestar del Estado y de sus ciudadanos.

La justicia.- Consiste en asegurar el orden social con base en la concordia y la unidad; la conservación y el engrandecimiento del Estado. Obliga a la justa e imparcial aplicación de la ley y a dar a cada cual lo que le corresponde.

La fortaleza.- Asumida como sinónimo de coraje y valentía, se denota en la entereza para afrontar desafíos, peligros y adversidades. El verdadero político apela a ella para tomar decisiones difíciles, resistir presiones y defender el bien común ante cualquier amenaza.

La templanza.- Está emparentada con la moderación, la mesura y el buen juicio. Se manifiesta en la determinación de mantener el control sobre los apetitos, las pasiones y las cosas efímeras. Es útil para evitar excesos, corrupción, tentaciones, así como para mantener la serenidad en situaciones complejas sin que los ideales se ven afectados.

Cristalizadas en acciones y decisiones de gobierno. Traducidas en un bien común, las virtudes cardinales del político generan un liderazgo moral y ético incuestionable. Es la impronta del gobierno de Julio Menchaca Salazar.

Por la forma de ejercer el mando, recién tuvo la respuesta a la solicitud de su iniciativa formulada ante el IEEH para que iniciara el proceso de revocación de mandato, prevista para el mes en curso.

No se juntó el número de firmas requeridas para llevar a cabo esa consulta. Únicamente se reunieron el 0.4 por ciento de las que se requerían. La gran mayoría ciudadana le ratificó su confianza. Deberá cumplir los seis años para los que lo eligió.

Desglosados, los números del acontecimiento fueron: 11 mil 280 personas expresaron su deseo de que Julio Menchaca abandone la magistratura. Ese miniuniverso quedó al final en un 4 por ciento por las rúbricas no válidas.

El padrón electoral de la entidad está conformado por 2 millones 65 mil 287 ciudadanos. La ley exige que, para relevar al mandatario estatal, lo pida el 10% con su firma, equivalente a 206 mil 529 empadronados.

Como un “fracaso” de ese intento cabeceó, en general, la Prensa local y nacional. Empero, paradójicamente, es una victoria inobjetable. Indiscutible. Para los hidalguenses, especialmente, que tendrán un formidable gobernador por casi tres años más.

Eso tiene, también, otros factores dignos de consideración. A saber:

Ningún otro gobernador se ha atrevido a someterse al escrutinio público en el tiempo que lleva el actual partido dominante.

En las constituciones locales de al menos 16 estados, no existe esa figura. Nadie ha tenido ningún interés en incorporarla.

Julio Menchaca propuso su propia revocación al Congreso a menos de 100 días haber asumido el cargo. Tenía la seguridad de que no habría un motivo para que eventualmente cesara en sus funciones. Cumpliría. Lo está haciendo.

Si algún otro titular del Poder Ejecutivo estatal se animara a someterse a esa prueba, sería porque tuviera la certeza de obtener un resultado a su favor. Hasta el momento no hay ninguno.

En ese supuesto, la mayoría de ellos serían botados por una cascada de votos. El deplorable papel que han desempeñado. La falta de resultados de su gestión. Las malas, e incluso reprobables prácticas de gobierno, los hace prescindibles. Sustituibles. Desechables. Echables.

La dimisión de algunos de ellos no se ha dado ni por la petición. Exigencia. Presión popular. Las críticas que se les hacen caen en el vacío. Los tienen sin cuidado. El cinismo es su defensa. La desvergüenza su blindaje.

El capital político que posee Julio Menchaca Salazar por su acertada conducción del estado de Hidalgo, es considerable.

El respaldo casi unánime que ha construido sobre la concordia. Seguridad. Orden. Paz. Armonía. Trabajo. Inversiones. Progreso en beneficio de sus gobernados, lo ubican entre los muy pocos políticos en la actualidad. Con lo que verdaderamente significa ese término.

Por sus taras. Excesos. Canalladas. Crueldades, la mayoría de los demás gobernadores son totalmente típicos. Tradicionales. Abominables.

La decencia de Julio Menchaca. Su modestia y sencillez. Su deseo de hacer un Hidalgo mejor con base en la eficacia. Eficiencia. Prontitud. Honestidad. Transparencia. Rendición de cuentas, le dan para “mucho futuro”, dicen de él algunos de sus allegados.

Mas para el gobernador atípico sólo el hoy es mañana. Únicamente el mañana es hoy. Está en lo suyo. Empeñado en servir mejor a sus gobernados. Con apego a la primera virtud del político: la prudencia, con la que suele conseguirse más… que con la ansiedad y la estridencia; la frivolidad y la falacia.

Línea de Fuego

Omar García Harfuch está viendo sus límites cada vez mejor. Al ser obligado a corregir el lenguaje incómodo para el gobierno. Y al desvincular a conocidos narcopolíticos de poderosas redes criminales. Si por elementos, razones y capacidades fuera, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana desarmaría Las Barredoras, propiedad de algunos “líderes”. Saldrían heces a raudales. Inundarían el sureste mexicano…La “Ley Esposa” que se armó el San Luis Potosí, es un arreglo político-económico-criminal, de acuerdo con varios observadores. Lo único que busca es que el gobernador Ricardo Gallardo sea sucedido en el cargo por su cónyuge. Para que el negocio siga en manos de la famiglia. La oposición presidencial a la herencia del poder, no parece tener fuerza. Imposible frenar el narconepotismo...Los cambios que se perfilan en el gabinete de Claudia Sheinbaum para 2026, sean cuales fueren, serán intrascendentes. A su lado nadie puede brillar. Con el micrófono ejerce el poder que está en el resorte de sus colaboradores…Si el gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez, se empeña tanto al menos en el discurso– en mantener la seguridad en el estado como una prioridad permanente, ¿por qué uno de sus “operadores” se empeña en difundir los maliciosos comentarios de que, por la detención del criminal conocido como “El Limones”, no halla la forma de congratularse con el secretario del ramo, Omar García Harfuch, y que no pierde oportunidad para reptar y ponerse de rodillas frente a él?…La paridad de género en términos de violencia, alcanzó a las “rompetechos” de la época. Lamentable.

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