En el mundo, la mitad de la población son mujeres y la otra mitad somos hombres, y en México hay 4 millones más mujeres que hombres. Por definición, debemos de participar con total equidad en la toma de decisiones relevantes para el mundo y para el país, situación que lamentablemente no es así. Históricamente e incluso en la actualidad, en pleno 2022, los hombres hemos acaparado la toma de decisiones.

Desde ahí empieza la violencia en contra de las mujeres. Un ejemplo es que nuestras ciudades están pensadas por hombres y para hombres, y lo vemos con unidades de transporte público con tubos altos, porque el hombre tiene una estatura promedio mayor al de la mujer.

Esta discriminación también se hace presente cuando vemos que las banquetas en muchas zonas de las ciudades son angostas, un problema importante para las mujeres que generalmente son quienes más llevan de la mano a los niños a la escuela, a sus actividades; o que tienen que trasladar a un adulto mayor, en silla de ruedas. Todos estos son ejemplos que me han compartido mujeres brillantes, en diferentes espacios de diálogo.

Dejar fuera de la toma de decisiones a las mujeres nos ha hecho cometer muchísimas equivocaciones. Por ejemplo, gran parte de los países que mejor han gestionado la crisis del COVID-19 son liderados por mujeres. Esto también me lo comentó recientemente la primera latinoamericana en presidir la Asamblea General de la ONU, María Fernanda Espinosa, quien me mencionó los casos de éxito de Barbados, Nueva Zelanda e Islandia, por citar algunos.

Pero la violencia contra las mujeres comienza desde muy temprano en la vida, pues desde su casa, desde su familia, hay muchas niñas que son obligadas a atender al hermano y al padre, es decir que se les estigmatiza con la obligación de ser quienes carguen con los cuidados de otros niños, de enfermos, de adultos mayores. Una formación que muchas veces perdura a lo largo de sus vidas.

Es increíble que en pleno 2022 aún hay niñas a quienes no se les deje estudiar porque esa es una actividad para sus hermanos varones.

No es que las mujeres en casa no trabajen, porque tienen un trabajo muchas veces más extenuante y exigente que el trabajo de oficina. Al trabajo en el hogar y en los cuidados de otras personas se le resta mucho valor. Además de que no es un trabajo remunerado, lo cual es totalmente indebido.

Hoy, desde el Poder Legislativo se impulsa en México un Sistema Nacional de Cuidados, que entre sus objetivos persigue que más mujeres ingresen al mercado laboral formal, además de que es una necesidad para alcanzar una sociedad más igualitaria, con más equidad.

En 2020, el valor del trabajo no remunerado en labores domésticas y de cuidados representó 6.4 billones de pesos, el 28% del PIB, una contribución altísima e impactada por la llegada de la pandemia, que a las que más ha venido afectando ha sido a las mujeres.

La pandemia evidenció y exacerbó las desigualdades de género. Las mujeres fueron más susceptibles a perder su trabajo, se les cargó la mano en los cuidados del hogar y sufrieron de más violencia doméstica. Esto es un urgente recordatorio de que todas las políticas públicas y las grandes decisiones deben de realizarse con perspectiva de género.

Hay miles de videos de personal médico, principalmente enfermeras, exhaustas y pidiendo a la población seguir las medidas de distanciamiento social e higiene por la ardua carga de trabajo que han llegado a tener. Debemos estar infinitamente agradecidos con esa primera línea de batalla médica, y sobre todo con ellas, con las enfermeras.

Sin embargo, desde antes de la pandemia el trabajo de las mujeres ya era poco valorado, e incluso el trabajo formal y de oficina que llevan a cabo las mujeres es menos valorado.

Sylvia Sánchez Alcántara me compartió recientemente, en un webinar en el que ambos participamos, que las mujeres reciben en promedio un salario 16% menor que el de los hombres, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas. Esto es menos salario por el mismo trabajo que lleva a cabo un hombre y que, en algunos casos, la diferencia llega a ser de hasta una tercera parte.

Es un contrasentido que en pleno siglo XXI las mujeres representen el 51.4% de la población en México, pero únicamente el 39% de las personas empleadas, especialmente cuando hay más que suficiente evidencia de lo muy rentable que es aumentar la participación femenina en el mercado laboral, así como de la necesidad de combatir la inequidad y la violencia de género con sentido de urgencia.

Yo lo he vivido en casa. Gracias al trabajo profesional de Isabel, mi esposa, ambos hemos podido dar un mejor nivel de vida a nuestros cuatro hijos y todo lo que necesitan para su educación. Isabel y yo también hemos podido seguir desarrollándonos profesionalmente y ello nos ha permitido poder dedicarnos individualmente a lo que más nos apasiona.

Claro que hay que respetar a las mujeres que deciden voluntariamente no trabajar, pero es una verdadera lástima que haya mujeres con deseos de desarrollo profesional a las que les cortan las alas y que prácticamente sean obligadas a hacer labores domésticas y de cuidados.

Por otro lado, las expertas de la consultora especializada Aequlaes han evidenciado que las empresas con mejores prácticas para promover la equidad de género son estadísticamente 25% más rentables.

Pero eso no es lo peor. Hay muchos tipos de abuso del poder por parte de los hombres sobre las mujeres, como el acoso sexual. Los hombres generalmente no sentimos miedo en la calle, al pasar frente a un grupo de mujeres, pero por el contrario las mujeres sí al pasar frente a un grupo de hombres. Incluso un piropo o un chiflido, además de incómodos y ofensivos, pueden generar miedo.

Es inaceptable que gran mayoría de las mujeres hayan sido víctimas de acoso sexual o de violencia por parte de su pareja. Más indignante es que en 2020 se registraron 3 mil 723 muertes violentas de mujeres en México, un número similar a los 3 mil 875 homicidios intencionales registrados en toda la Unión Europea en 2019, incluyendo tanto a mujeres como a hombres. Esto nos dice que la violencia contra las mujeres en México es brutal, inaceptable y sería un grave escándalo en otros países e incluso esa cifra podría ser peor, ya que no incluye a las mujeres desaparecidas.

Estamos muy mal en prevención de violencia contra la mujer cuando cerca de la mitad de las empresas mexicanas ni siquiera cuentan con un protocolo de atención al acoso sexual, de acuerdo con la consultora especializada Aequales.

8 de cada 10 empresas latinoamericanas no cuentan con una política de igualdad salarial; y 6 de cada 10 ni siquiera tienen una política de igualdad de género.

Además, para reducir la violencia debemos atender también a los agresores. En un webinar sobre equidad de género, Julieta Lujambio nos comentó que un estudio encontró que más del 80% de los criminales en México sufrieron alguna clase de abandono.

El problema es que la mayoría de las acciones para prevenir y atender la violencia de género contra las mujeres se enfocan en las víctimas y no en los agresores, y las pocas acciones se centran en sanciones. Esto me lo comentaron las expertas de Data Cívica.

Tenemos que atender a niños y jóvenes desde temprana edad para que no se vuelvan fácilmente agresores. Prevenir los feminicidios, entre otros desafortunados fenómenos sociales, es menos costoso y más oportuno si lo hacemos desde etapas tempranas.

Para entender mejor las implicaciones que a lo largo de la vida tiene la primera infancia, que es de los 0 a los 4 años, les recomiendo buscar el trabajo que lleva a cabo Eva Fernández Garza, Gerente de Desarrollo Infantil Temprano de Fundación FEMSA.

Entiendo que los hombres hemos monopolizado la atención. Los micrófonos casi siempre son tomados por los hombres, por ello entiendo que haya mujeres que vean con desagrado a los hombres que tomamos la bandera de la equidad de género, pero una sociedad equitativa no llegará sin más hombres que abracen esta causa y que entiendan su importancia.

También hagamos un esfuerzo por entender y promover las diferentes masculinidades, en las que muchos estamos trabajando para resolver los usos, las costumbres y las consecuencias de un patriarcado con el que hemos históricamente evolucionado y en el que la gran mayoría hemos sido educados.

Las nuevas generaciones nos deben de generar esperanza, porque entienden y trabajan por un mundo más inclusivo, más sustentable y más respetuoso con la diversidad. Además entienden que el futuro es de la colaboración, del trabajo en equipo y que debe ser más femenino.

No hay que dar por sentado el cambio, hay que promoverlo.

Vivimos en un cambio de época y en una crisis global que nos obliga a innovar y a encontrar soluciones, con sentido de urgencia. Un cambio de época en el que enfrentamos problemas antiguos y nuevos retos. Por ello resulta más que importante que hoy, a lo largo de este 2022 y de los años por venir, sumemos de manera total y decidida el gran potencial femenino a la toma de decisiones y a la creatividad colectiva.

Un futuro en femenino nos conviene a todas y a todos. Un futuro en femenino dará viabilidad a la humanidad y traerá lo mejor de nosotros como sociedad.

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