El miércoles 4 de mayo conmemoramos el décimo aniversario del fallecimiento de mi padre, Miguel de la Madrid Hurtado , y lo homenajeamos recordando los retos que enfrentó su gobierno, así como su visión de país y porque es tan importante entender lo que pasó en los ochenta para comprender el México de hoy.

Echemos un vistazo al pasado. Entre 1940 y 1970 México se industrializó, se urbanizó y tuvo un importante crecimiento de las clases medias. El ambiente fue propicio para ello porque fue la época de la postguerra e implementamos el modelo de sustitución de importaciones, que básicamente consistió en proteger a nuestra industria de la competencia externa para que creciera.

Como resultado, entre 1958 y 1970 la economía mexicana creció al 6.3% anual y el ingreso por persona al 3.4%. A este periodo se le conoció como el milagro mexicano por el gran crecimiento del país.

Sin embargo, hacia finales de los sesenta el modelo dio señales de agotamiento en lo económico, en lo político y en lo social. Una de las mayores señales fueron los trágicos acontecimientos de 1968.

En la década de los setenta, en lugar de hacerle ajustes graduales al modelo económico, abriendo la economía al mundo, le apostaron al gasto público, al petróleo y a la deuda como el nuevo motor de crecimiento.

Como consecuencia, la deuda externa creció 40 veces entre 1970 y 1982, pasando de 2 mil a 80 mil millones de dólares, esto generó que más de una tercera parte del presupuesto de egresos de la Federación fuera destinado al pago del servicio de la deuda en los años subsecuentes.

Es importante señalar que había 1,115 paraestatales y casi todas, lo que producían eran pérdidas, ejerciendo gran presión al presupuesto público.

El problema estalló cuando los precios del petróleo cayeron y las tasas de interés a nivel internacional aumentaron, el país para efectos prácticos quebró.

El precio del barril de petróleo mexicano, medido en dólares actuales, pasó de 100 dólares en 1980 a 70 dólares en 1983, y cayó hasta 27 dólares en 1988, algo muy dañino pues recordemos la dependencia que tenía nuestra economía del petróleo, que en ese entonces representaba el 75% de nuestras exportaciones y el 28% de los ingresos del gobierno federal. Como referencia, el petróleo representa actualmente sólo 6% de nuestras exportaciones.

Como consecuencia de ello, el peso se depreció de 23 pesos por dólar en 1980 a 150 pesos por dólar en 1982 y la inflación alcanzó el 100% en 1982.

Fue en ese ambiente de crisis económica, devaluación abrupta de la moneda, suspensión temporal de pagos del servicio de la deuda, aumento generalizado de precios y encono entre el sector privado y el sector público como empezó la gestión de Miguel de la Madrid . Como dijo Valeria Moy durante el homenaje, se sacó la rifa del tigre al empezar a dirigir al país en medio de una de sus peores crisis.

Su administración tuvo que gestionar crisis constantes, y al mismo tiempo dio un cambio de rumbo del país y sentó los cimientos del México moderno.

Este cambio de rumbo surgió de la necesidad de salir de esta crisis agobiante, pero también de tener que encontrar un nuevo modelo de desarrollo porque el anterior había fracasado. Un cambio de rumbo que le diera a los mexicanos un futuro viable y prometedor, y que también se dio con una visión clara del país al que aspiraba Miguel de la Madrid.

Esta visión la fue construyendo desde sus años como estudiante y maestro de la carrera de Derecho en la UNAM , rodeado de destacados maestros y compañeros, con sus estudios en el extranjero y a lo largo de una carrera de más de quince años en Banco de México, y especialmente en la Secretaría de Hacienda, donde colaboró con expertos del modelo de desarrollo estabilizador, como Antonio Ortiz Mena y Don Rodrigo Gómez.

Ese trayecto le dio una plataforma inigualable para conocer a México a profundidad, sus problemas y sus alternativas de solución y le ayudó a formular la propuesta que le hizo al país en su campaña presidencial basada en 7 tesis: Nacionalismo revolucionario; Democratización integral; Renovación moral de la sociedad; Sociedad igualitaria; Planeación democrática; Desarrollo, empleo y combate a la inflación; y Descentralización de la vida nacional.

Por ejemplo, durante su gobierno se promovió una mayor participación del sector privado en la economía con una clara rectoría del Estado.

Se inició un drástico proceso de racionalización del tamaño del gobierno y de saneamiento de las finanzas públicas porque ese nivel de gasto era insostenible e improductivo, y además era la principal causa de la inflación galopante, que es el impuesto más injusto para los mexicanos.

También se iniciaron las negociaciones de la deuda externa, ya que en sus términos era simplemente impagable y al mismo tiempo había que obtener nuevo financiamiento para que la economía caminara.

Se dieron los primeros pasos para la plena integración de México al comercio internacional mediante la entrada de nuestro país al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, conocido como GATT, precursor de la Organización Mundial de Comercio y antecedente de la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.

Cómo señalaron Luis Téllez y Valeria Moy durante el homenaje a Miguel de la Madrid, el México más exitoso ha sido justamente el que se ha logrado integrar satisfactoriamente al resto del mundo, gracias a que empezamos a comerciar con los demás países.

Además, se instauró un sistema de planeación democrática, ya que como él decía “es la planeación la forma de lograr los objetivos, primero trazarte objetivos, después trazarte las medidas para lograr los objetivos y después tener las medidas de evaluación para saber si estás cumpliendo o no con los objetivos, un país sin planeación es un país sin rumbo”.

Finalmente, para frenar el riesgo de caer en la hiperinflación y dado que las medidas tradicionales no fueron suficientes para contener la inflación, en una acción audaz y valiente, se firmó el Pacto de Solidaridad Económica entre el gobierno, los sectores productivos y los trabajadores. Fue un programa heterodoxo que consistió básicamente en el congelamiento voluntario y acordado del aumento de precios de los bienes y servicios del gobierno, del sector privado y de los salarios.

Un reconocimiento a todos ellos que en ese momento supieron poner los intereses del país por encima de cualquier otro.

Pero no todo fue economía. En cuanto a la democratización del país, aumentó de 100 a 200 el número de diputados de representación proporcional para permitirle a los partidos, entonces de oposición y minoritarios, una mayor representación en el congreso. Promovió a dos los períodos de sesiones del Congreso de la Unión para tener un poder legislativo más activo y de mayor contrapeso.

Promovió la inamovilidad de jueces y magistrados, así como mayores remuneraciones para garantizar la plena autonomía del Poder Judicial.

Promovió también reformas al municipio para fortalecer sus competencias, sus recursos y capacidad de gestión ante las necesidades de la sociedad. Miguel de Madrid era un federalista.

Se promovió la creación de la Asamblea Legislativa del DF, precursora de un posterior Congreso y en miras a convertir posteriormente al DF en entidad federativa.

Fomentó una renovación moral de la sociedad con especial énfasis en el servicio público. Por ejemplo, inició el seguimiento a la situación patrimonial de los servidores públicos e incrementó los controles al gasto público. Se creó la Contraloría General de la República, antecedente de la actual Secretaría de la Función Pública.

En esa administración se crea el INEGI, importantísimo para México porque lo que no se mide no se corrige. Elevó a nivel constitucional el derecho a la salud y emitió una nueva ley general de la salud.

En resumen, fueron esos años en donde se construyeron los cimientos del México moderno.

Hoy, los mexicanos volvemos a atravesar enormes retos, como ya he señalado en repetidas ocasiones, vivimos en varias crisis: económica, de seguridad, social, sanitaria, medioambiental, educativa y de una sociedad altamente polarizada.

No obstante, también he señalado las múltiples oportunidades que se están presentado para México por el conflicto comercial entre Estados Unidos y China, por la tendencia a tener cadenas de producción más cerca de los centros de consumo, por la transición hacia las energías renovables y por la nueva economía digital que favorece a los países jóvenes como México, todo esto debería traer muchísimas inversiones hacia México si sabemos aprovecharlo.

Sin embargo, el rumbo por el que vamos no es el correcto, nuevamente debemos cambiarlo y no debemos perder el tiempo buscando culpables, más bien debemos unirnos para buscar soluciones, con un diálogo respetuoso entre todos los mexicanos.

Nuestros enemigos comunes son la pobreza extrema, el hambre, la inseguridad, la desigualdad de oportunidades. No necesitamos empezar desde cero, tenemos país, aprovechemos lo que funciona y cambiemos lo que no. Hagamos los ajustes necesarios para recuperar una economía que crezca, que genere millones de empleos dignos y cada vez mejor pagados.

Estoy seguro de que esta generación de mexicanos estará a la altura de nuestros retos y circunstancias, que juntos, y solo juntos, construiremos el país próspero, incluyente, justo, sustentable y en paz al que todos aspiramos y que merecemos los mexicanos.

Nosotros tampoco permitiremos que se nos deshaga el país entre las manos ni que se nos salga México del corazón.

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