La quema de combustibles fósiles es, de alguna manera, la segunda causa de muertes en el mundo, descontando la pandemia del COVID-19.

Un estudio reciente de investigadores de las universidades de Harvard, Birmingham y Leicester analizó la mortalidad asociada con la emisión de partículas contaminantes menores a 2.5 micrómetros (PM 2.5) que se produce con la quema de combustibles fósiles.

El estudio expone que cada año mueren 10.2 millones de personas de forma prematura a causa de estas partículas y, para ponerlo en perspectiva, anualmente mueren 300 mil personas por abuso de alcohol y otras drogas, 415 mil personas por homicidios, 1.6 millones de personas por diabetes y 10 millones de personas por cáncer.

De corroborarse los datos de este estudio, la quema de combustibles fósiles sería la segunda causa de muertes en el mundo, sólo detrás de las enfermedades cardiovasculares, descontando las muertes por COVID-19 que se espera se reduzcan drásticamente en los próximos años.

Sin embargo, los decesos no son la única forma en la que los combustibles fósiles nos perjudican. Afectan el desarrollo cognitivo y pulmonar de los niños y las niñas, es decir limita sus capacidades de por vida aún frente a niveles moderados de contaminación. Además, en los países en vías de desarrollo, como México, 98% de los niños y niñas están expuestos a niveles insalubres por partículas PM 2.5.

Cada febrero celebramos el aniversario de la Constitución Mexicana, la cual mandata en su artículo cuarto que los mexicanos tenemos derecho a un medio ambiente sano para nuestro desarrollo y bienestar. Qué lástima que no podamos celebrar que el Estado garantice nuestro derecho como debería.

Este año se da otra conmemoración, los 50 años de la Conferencia de Estocolmo, la primera gran reunión mundial donde se analizó nuestra responsabilidad sobre el medio ambiente.

Tenemos 50 años conscientes sobre la importancia de volvernos más sustentables y parece que en todo este tiempo muchos no lo han entendido, y estamos pagando las consecuencias con tantos decesos, con afectaciones a la salud, a la economía y a cientos de millones de personas que se ven obligados a dejar su hogar a causa del cambio climático.

porque se están hundiendo en el mar, en la lluvia o porque el calor supera los 50 grados centígrados durante buena parte del año.

Mientras tanto, tenemos sitios como el que alberga la refinería y la termoeléctrica de Tula, Hidalgo, que producen y queman combustibles fósiles, además de generar 45 veces más dióxido de azufre que toda la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) conformada por más de 70 alcaldías y municipios.

Además, la refinería y la termoeléctrica de Tula producen el equivalente a una tercera parte de todas las emisiones de partículas PM 2.5 de la ZMVM, sí, esas que causan la muerte de 10.2 millones de personas al año.

Hoy en México vamos en la dirección contraria. Se están reactivando viejas plantas de combustibles fósiles que ya estaban jubiladas y la inversión en energías renovables se ha desplomado por completo.

Por ejemplo, la capacidad eólica en México creció de 0.7 Gigawatts en 2014 a cerca de 8 Gigawatts en 2021, no obstante, de 2022 en adelante no parece haber nuevos proyectos.

No podemos permitir que todos nosotros, pero sobre todo los más jóvenes, que son quienes más futuro tienen por delante, veamos afectado nuestro derecho a un medio ambiente adecuado. Esto, paradójicamente por quienes menos futuro tienen, pero que están tomando decisiones dañinas para la salud de los mexicanos.

Google News

TEMAS RELACIONADOS