“Hoy a las y los jóvenes en México nos están matando”, es lo que dice Miguel Samaniego, un joven de 23 años que decidió levantar la voz y salir a las calles el pasado 15 de noviembre junto con muchos jóvenes más, en lo que ya se conoce como la marcha de la Generación Z.

Miguel no habla con rencor, pero sí con frustración y dice que su generación está harta. No solo por la inseguridad, sino porque sienten que no hay salida. “Hoy las y los jóvenes en México no tenemos oportunidades para salir adelante”, y lo dice respaldado por datos: “Seis de cada diez desaparecidos son jóvenes. Casi el 40% de los homicidios en el país son de personas entre 15 y 29 años. ¿Qué más tiene que pasar para que el gobierno reaccione?”

El reclutamiento forzado por el crimen organizado no es un mito: “Por falta de oportunidad, el crimen organizado los copta y los recluta. Así de claro.” Para muchos, dice, la alternativa es ser reclutado o vivir con tres trabajos apenas para pagar una renta. Comprar una casa es un lujo, formar una familia es un sueño lejano. Y todo esto se vive con miedo. “Salir a la calle y no saber si vas a regresar no debería ser normal”, repite con firmeza.

La marcha del 15 de noviembre nació desde las entrañas del hartazgo. No fue un movimiento de partidos, ni de sindicatos, ni de líderes tradicionales. “Fue algo orgánico. En redes, en grupos de WhatsApp, con videos virales. Nos empezamos a convocar porque ya no podíamos más”, comentó Miguel. Incluso algunos de los líderes gremiales que han generado bloqueos, al descalificarlos el gobierno y decir que forman parte de partidos, han respondido que al único partido al que pertenecen es a Morena, pero ya no pueden con la situación.

Lo que más indignó, dice Miguel, fue la respuesta del gobierno: “Nos recibieron con gas, con golpes, con granaderos y con un Zócalo completamente amurallado. ¿Así trata el gobierno a su juventud?”. Miguel rechaza el discurso de que todo es culpa del pasado. “Llevan siete años gobernando, controlan todo. ¿Qué más necesitan para resolver los problemas?”

Miguel recuerda que muchos jóvenes votaron por Morena con la esperanza de acabar con la corrupción. “Nos dijeron que ellos eran diferentes. Pero ahí están: casas millonarias, viajes en primera clase, mientras a nosotros nos piden conformarnos con tres pares de zapatos.”

“No estamos pidiendo lujos. Queremos lo básico: seguridad, salud, educación, oportunidades. Queremos vivir con dignidad, no con miedo.”

Su discurso no es partidista, apela a lo humano. “Este hartazgo no distingue ideologías ni clases sociales. Hay jóvenes de todos lados, de todas historias, que están diciendo: basta.”

Y lo más importante es que no se quedaron en la queja. “Muchos decidimos pasar de la queja a la propuesta y de la propuesta a la acción.” Ya se están organizando. Vienen encuentros, mesas de diálogo, y más movilización.

Este artículo no es un manifiesto, ni una denuncia. Es un espejo. Y también una bocina. Porque cuando un joven mexicano dice que está dispuesto a todo con tal de cambiar las cosas, lo menos que podemos hacer es escucharlo y, quizá, después de eso, actuar. El miedo se ha vuelto parte del paisaje urbano y no hay que normalizarlo; merecemos más.

Los invito a ver y escuchar la conversación completa con Miguel en mi podcast En blanco y negro;

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