Algunas noticias de esta semana podrían indicar que el modelo de crecimiento chino basado en sobreproducir y gastar de más a partir del endeudamiento, podría generar graves problemas en el gigante asiático.

Cerca de una tercera parte del PIB de China depende de la industria de la construcción mientras que Grupo Evergrande, el segundo mayor promotor inmobiliario de China, acaba de anunciar que es posible que no pueda pagar a quienes le han prestado por falta de dinero líquido o en efectivo.

La empresa tiene muchas viviendas sin vender y actualmente los precios de los inmuebles en China registran su mayor caída en los últimos cinco años.

En el país hay una sobre oferta de viviendas, suficiente para albergar 30 millones de familias en los hogares vacíos de forma cómoda, y esto es resultado de una política que ha impulsado la producción para generar crecimiento económico de manera artificial.

China logró un gran crecimiento económico en buena medida gracias a que Deng Xiaoping, líder del país de 1979 a 1989, realizó reformas económicas que iniciaron la liberalización del mercado e incentivaron la formación de empresas, especialmente en zonas económicas como Shenzhen.

No obstante, el modelo empezó a agotarse hacia 2008 cuando el mundo enfrentaba una gran crisis financiera. Fue entonces que el presidente Xi Jinping decidió incrementar el gasto público y privado para que la crisis mundial no deprimiera a la economía china.

Tanto empresas privadas como públicas protagonizaron una carrera por solicitar cada vez más préstamos para construir miles de edificios, comprar fábricas y empresas por todo el mundo sin importar la rentabilidad de sus proyectos. Lo único que les importaba era gastar.

Por ejemplo, de 2011 a 2013, en tan solo tres años, China consumió 46% más cemento que Estados Unidos durante todo el siglo XX, y la gran mayoría fue pagado con deuda.

Ahora China se ha quedado con miles de edificios deshabitados y fábricas abandonadas, pero lo peor es que la deuda del gobierno y las empresas chinas a proveedores se multiplicó por cuatro de 2007 a 2017, y alcanzó niveles de 230% del PIB, mientras que en las economías avanzadas como las europeas o en Estados Unidos se mantuvo relativamente estable y muy por debajo de la deuda china.

El endeudamiento de China parece el de un país sumamente rico, pero el ingreso por habitante de China es más bien parecido al de México, Turquía, Rumanía, Bulgaria o Rusia, y este tipo de países tienen un nivel de endeudamiento con respecto a su PIB mucho menor al de China; en el caso de Rumanía es una séptima parte y en el caso de México es una quinta parte.

China ha crecido mucho, pero su productividad no tanto. En los últimos años, cuando se ha hablado mucho del crecimiento de China y el estancamiento de Estados Unidos, la productividad de un trabajador norteamericano promedio ha crecido bastante más que la productividad promedio de un trabajador chino.

La economía china es fuerte y probablemente seguirá creciendo, pero a tasas más bajas y siendo cada vez más claro que necesita cambiar el modelo de crecimiento. Su gobierno entiende esto y está buscando limitar la deuda que adquieren las empresas estatales y privadas.

El problema es que empresas como Evergrande no podrán enfrentar sus deudas y por eso el gobierno chino ya se prepara para su caída. Esta semana anunció una política monetaria que busca impulsar el crecimiento económico y la inyección de liquidez para compensar este gran golpe.

El valor de Evergrande ya cayó de 41 mil millones de dólares en 2020 a sólo 3 mil millones en la actualidad, algo que puede pasarle pronto a otras empresas inmobiliarias chinas.

China debe cambiar su modelo de crecimiento basado en el gasto, en construir y comprar hasta lo que no necesitan. Esto, a su vez, es una gran lección para todos los países sobre la importancia de apostar por la educación y por impulsar los sectores de alto valor agregado, no únicamente impulsar el crecimiento con gastos públicos gigantescos pero poco productivos.

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