En una economía dominada por redes de colaboración como son Uber, Amazon, Google, las redes sociales, el blockchain, la ciencia y el internet en sí mismo, la competencia sigue teniendo un papel fundamental para mejorar la calidad de vida de las personas.

La competencia económica reduce los precios que paga el consumidor, mejora la calidad de los bienes y servicios, además de que fomenta la innovación, la equidad y la inclusión social.

Un ejemplo es la oferta tan amplia y la competencia entre los productores de teléfonos celulares, aspectos que han contribuido a que más mexicanos podamos acceder a esta tecnología. De acuerdo con la Comisión Federal de Telecomunicaciones, en el año 2000 había 14 millones de usuarios de telefonía móvil y actualmente hay alrededor de 120 millones de suscripciones a telefonía móvil en México.

Algo similar sucedió con la computación, que gracias al progreso tecnológico, pero también a una mayor competencia en el mercado, en México se incrementó la proporción de hogares con computadora de 12% en 2001 a 44% en 2019.

La Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) realizó un estudio en el que encontró que, en el mercado del autotransporte federal de pasajeros, cuando un nuevo participante da servicio en una ruta en la que no había competencia, el precio promedio del boleto baja en promedio 40 por ciento.

Sin embargo, de acuerdo con el “Estudio sobre el impacto que tiene el poder de mercado en el bienestar de los hogares mexicanos” de la COFECE, pagamos un sobreprecio de 98% por la falta de competencia en mercados que representan entre el 60% y el 75% del consumo de los hogares mexicanos, como son las tortillas, el huevo, la carne de res y el transporte foráneo de pasajeros. Destacan el sobreprecio de 238% en frutas, de 113% en materiales de construcción, y de 100% en lácteos.

El mayor problema es que por falta de competencia, los hogares con menores ingresos sufren una pérdida de bienestar hasta cinco veces más grande. Por ejemplo, en Chiapas, Guerrero y Oaxaca los sobreprecios son mayores que en estados del norte, porque hay menos sustitutos de los bienes y las empresas pueden cargar mayores sobreprecios a sus consumidores sin el riesgo de perder participación de mercado.

Esto es algo que se reconoce en el Programa Sectorial de Economía 2020-2024, que deriva del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024: “...México ocupa la posición 91 de 140 países en la dimensión de concentración del poder de mercado, de acuerdo con el Reporte de Competitividad Global 2018 del Foro Económico Mundial; es decir, existen pocas empresas que dominan amplios mercados, traduciéndose en precios altos, poca diversidad de productos y mala calidad, situación que por ende afecta a los consumidores con mayor énfasis en la población de menores ingresos.”

La competencia empodera a los ciudadanos ya que pueden elegir a quién le compran y contribuye a disminuir la concentración del poder económico en pocas manos.

Las recientes actualizaciones de las políticas de privacidad de WhatsApp generaron disgusto entre muchos usuarios. Por fortuna, hay una fuerte competencia en el sector y de forma sencilla, muchas personas se cambiaron a otras aplicaciones como Telegram o Signal, lo que motivó a WhatsApp a retrasar la actualización de su política de privacidad. Este fue un ejemplo de cómo la competencia empodera a los consumidores.

Cuando una compañía falla en la provisión de un servicio básico, es importante que exista competencia para no quedarnos sin internet, transporte, electricidad o recolección de basura.

La competencia también fomenta la innovación. En una sociedad donde cualquier emprendedor compite con piso parejo contra las grandes empresas, aflora la creatividad y los consumidores experimentan mejoras constantes en los servicios que reciben.

La competencia también fomenta la inclusión, pues las nuevas empresas buscan atender nichos minoritarios que los oligopolios suelen dejar de lado. Por ejemplo, con el florecimiento de las FinTech, las personas que tradicionalmente no estaban bancarizadas ahora pueden acceder a créditos y servicios en línea.

Fomentar la competencia económica ha sido una de las recomendaciones prioritarias que recientemente ha hecho a México la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, la OCDE.

En palabras del Programa Sectorial de Economía 2020 - 2024: “Otra problemática a destacar es la limitada competencia en el mercado interno que está asociada con la excesiva o inadecuada regulación, en los tres órdenes de gobierno, así como al ejercicio del poder de mercado en diversos sectores. En el ámbito subnacional los regímenes regulatorios inhiben la competencia (...) la competencia interna constituye un elemento esencial para generar condiciones favorables para las empresas y el bienestar de los consumidores.”

Es propio en los mercados y en la política la concentración del poder. La tendencia de cualquier empresa es crecer hasta ser el proveedor mayoritario del bien o servicio que ofrece, así como la tendencia de muchos partidos es mantenerse en el poder, pero en ese sentido se inhibe la competencia y los beneficios que genera. Por ello, deben haber organismos reguladores que impidan la concentración de poder excesivo, fomenten los equilibrios y la competencia tanto en los mercados como en las democracias.

Un ejemplo de este tipo de organismos es la COFECE, que ha logrado proteger la competencia económica en diversas ocasiones. Por ejemplo, ha sancionado a empresas por coludirse y pactar precios excesivos, como en 2019 que sancionó a industriales tortilleros de Chiapas por realizar acuerdos para venderlas con sobreprecio de al menos 1 peso por cada kilo, también lo ha hecho con gasolineras, empresas de transporte de valores, entre otras. En 2019 también impidió la adquisición de Cornershop por parte de Walmart por el poder de mercado que le daría a la empresa.

Por otro lado, como lo expliqué en mi artículo de la semana pasada, la economía cada vez se basa más en la colaboración. Es importante entender que la colaboración y la competencia no son opuestas, sino complementarias. Las empresas que se basan en la cooperación y que puse como ejemplo la semana pasada, también se benefician de la competencia.

En vez de construir sus propios hoteles, Airbnb colabora con millones de pequeños anfitriones. Sin embargo, se beneficia de que compitan entre ellos por encontrar las ideas más innovadoras y originales respecto al alojamiento. Las redes sociales, que no producen contenidos, aprovechan de la competencia entre influencers y líderes de opinión, quienes hacen mejores publicaciones y atraen mayor atención de los usuarios.

Inclusive, a empresas que compiten entre sí les ha tocado colaborar para posicionarse y abrir nuevos nichos. Uber y Cabify colaboraron para defender su modelo de negocio en la Ciudad de México.

En el ámbito deportivo, la competencia saca lo mejor de los atletas, quienes se necesitan unos a otros para posicionar su deporte, por lo que colaboran, defienden y hacen posibles los torneos a partir de su colaboración.

En esta nueva economía, se busca que muchos individuos colaboren en grandes redes, pero al mismo tiempo se aprovecha la sana competencia para sacar lo mejor de cada quien, motivarlos a mejorar y entregar mejores productos y servicios a los ciudadanos. Esto conlleva, por supuesto, incrementos significativos en la innovación y en la creatividad, lo que contribuye a la prosperidad de nuestras sociedades.

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