Según el Latinobarómetro, se registró el menor nivel de apoyo para la democracia en México durante 2017 y 2018. Este no es un fenómeno exclusivo de nuestro país, pues en toda Latinoamérica se registraron los niveles más bajos de respaldo a la democracia en 2018, siendo, por primera vez, que se ha decrecido en dicho rubro por seis años consecutivos.

Es importante reflexionar sobre estos resultados. Pareciera que hay una confusión entre el método de elección de un gobierno y sus capacidades de gestión, lo que termina contribuyendo a una sensación de decepción de la democracia ante la falta de resultados y el desgaste de los gobernantes.

No obstante, la democracia lo que nos brinda es la alternancia en el poder, la capacidad de elegir a nuestros gobernantes y que si no se nos entregan los resultados deseados podamos votar por una opción diferente.

La democracia también protege nuestros derechos y libertades, poniendo límites a las facultades de los gobernantes mediante la división de poderes. No se limita a separar la capacidad de legislar, de juzgar y de ejecutar las leyes, sino también han surgido organismos autónomos para aumentar los pesos y contrapesos que defienden nuestras garantías individuales y el respeto a la ley.

Es responsabilidad de cada administración ejecutar con éxito su plan de gobierno para brindar seguridad, empleo, desarrollo y mejores servicios básicos a los ciudadanos, como son educación, salud, movilidad, vivienda digna, calidad del aire, entre otros.

Actualmente hay un desencanto con los resultados de los gobiernos en Latinoamérica, pues no ha sido satisfactorio el desempeño gubernamental. No obstante, esto tiene que ver más con la forma de resolver nuestros problemas que con el método de elección del gobierno. Buscamos resolver problemas globales con políticas nacionales, por ejemplo, el cambio climático afecta a cada país pero ninguno por sí mismo puede resolverlo.

Por otro lado, queremos resolver problemas de las ciudades con políticas nacionales. En México, las ciudades del sureste son muy diferentes a las del norte de país, por lo que si implementamos medidas generales a zonas urbanas muy diferentes entre sí, complicamos la resolución de los problemas de cada población.

Justamente, la democracia nos da la opción de votar por otro partido si no nos resultó favorable la forma de gobernar de aquel que detenta el poder.

Si lo viéramos como un equipo de fútbol, la democracia te da la capacidad de cambiar los jugadores que están teniendo un mal desempeño, pero desgraciadamente mucha gente le está adjudicando los errores del equipo al árbitro, en lugar de a los jugadores.

La tarea del árbitro es que se cumpla el reglamento, no que ambos equipos metan goles. Es muy peligroso que un equipo que no está jugando bien le eche la culpa al árbitro y quiera adueñarse de la función de arbitraje, pretendiendo ser juez y parte.

Antes los gobiernos eran los que organizaban las elecciones y eso generaba una enorme insatisfacción de amplios grupos de la sociedad que argumentaba falta de imparcialidad. No es conveniente regresar a aquellas épocas donde había tanta polémica al respecto; mientras más independiente y autónomo sea el árbitro, más imparciales serán los comicios y tendrán mayor aceptación.

La democracia no se defiende sola, sino que las instituciones que la hacen posible deben ser defendidas por los ciudadanos, porque es a nosotros a quienes protegen. En lo que deberíamos concentrarnos es en conseguir gobiernos más eficaces, esa es la gran deuda histórica de la que estamos culpando a la democracia.

Otro tema muy importante para mantener la capacidad de alternar entre un gobierno y otro es la equidad en las campañas. El partido en el poder tiene a su disposición muchos recursos gubernamentales que podría utilizar para hacer campaña a su favor, por lo que en México decidimos dotar de recursos a todos los partidos políticos para que todos tuvieran la posibilidad real de competir.

Si el partido en el poder tiene mucho mayor acceso a los medios de comunicación masiva y a difundir sus ideas entre la población, la campaña electoral se vuelve demasiado inequitativa, no hay una competencia sana y se dificulta la posibilidad de la alternancia que es un requisito necesario para que la democracia pueda defender nuestros derechos fundamentales.

Antes de realizar acciones como minar la autonomía y la profesionalización del árbitro electoral, o bien dificultar la competencia entre los partidos políticos, debemos tener un amplio y serio debate. Esto, ya que acciones encaminadas a cambios en el arreglo institucional democrático podrían tener resultados muy delicados e indeseables.

La democracia es nuestra y nuestra es la responsabilidad de consolidarla y defenderla, porque es a nosotros a quienes nos conviene y es a nosotros a quienes nos defiende.

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