Ayer tomó posesión Joe Biden como el Presidente número 46 de los Estados Unidos. Esto significa cambios importantes para México y el mundo, pues en nuestro caso hay una muy compleja relación bilateral con éste, nuestro vecino del norte y principal socio comercial.

En su discurso inaugural, el Presidente Joe Biden reconoció que el país enfrenta una cascada de crisis por la pandemia, el desempleo, las demandas de justicia y mejores condiciones para todos. Destacó la crisis de la polarización y aceptó que las diferencias que dividen a los estadounidenses son profundas, y que la única manera de resolver estos problemas es en unidad.

Se comprometió a renovar sus alianzas con otros países para enfrentar “los problemas de hoy, no del pasado”, y para defender la democracia.

México es uno de sus aliados importantes; su frontera sur, y no me cabe duda de que el Pdte. Biden intentará que su relación con nuestro país sea sana, fructífera y respetuosa. No obstante, no es un tema sencillo, ya que la relación está llena de temas complejos y en algunos de ellos el Pdte. Biden y su administración tienen una posición diferente a la de nuestro gobierno, por lo que hay un potencial riesgo de desencuentro.

Para empezar, el Pdte. de Estados Unidos ha prometido una respuesta enérgica y basada en la ciencia para combatir el COVID-19, lo que incluye acelerar la vacunación y las medidas de prevención de contagios, por lo que podría endurecer las restricciones de viaje con aquellos países que no logren controlar la pandemia.

En México, la vacunación avanza considerablemente más lenta que en Canadá y Estados Unidos, se realizan muy pocas pruebas y prácticamente no hay rastreo de quien tuvo contacto con infectados. Donald Trump subestimó públicamente el coronavirus en varias ocasiones y con el Pdte. Biden, sin duda, las cosas cambiarán. Esto podría ser un punto de tensión entre los gobiernos de los países vecinos.

El Pdte. Biden también prometió en campaña que Estados Unidos lograría ser una economía de energía limpia al 100% en 2050, que combatiría el abuso de poder de quienes causan buena parte de la contaminación, y que hará una inversión histórica en energía limpia y justicia ambiental.

En cambio, el Gobierno de México pretende y ha empezado a limitar las energías renovables, argumentando que ponen en riesgo la estabilidad y la seguridad del Sistema Eléctrico Nacional y que existen temas de corrupción.

La contaminación y las consecuencias del cambio climático traspasan las fronteras políticas, y Estados Unidos tiene inversiones en plantas de energías renovables instaladas en México. Esto significa que muchos estadounidenses presionarán a su gobierno para que defienda esas inversiones (que comprometen contribuciones de sus ciudadanos) y nos presione a reducir las emisiones contaminantes.

Otro punto de potencial tensión es el T-MEC, ya que incluye cláusulas que México podría incumplir. Por ejemplo, si el Gobierno Federal absorbe al Instituto Federal de Telecomunicaciones estaría incumpliendo con su acuerdo de mantener la independencia e imparcialidad de los reguladores de telecomunicaciones.

Por otro lado, se espera que el Pdte. Biden sea más riguroso que Donald Trump en la aplicación de las normas laborales contenidas en el tratado comercial, que exige salarios más altos, libertad sindical y más derechos laborales para los mexicanos.

Si en México los sindicatos no aseguran el respeto a temas como el voto individual, libre y secreto; la rendición de cuentas; la equidad de género, entre otras cuestiones, podrían empezar a llegar demandas por incumplimiento del T-MEC.

Por último, la recuperación económica en Estados Unidos podría ser considerablemente más rápida que en México, lo que incrementaría el flujo migratorio hacia el país del norte y causaría fuertes tensiones en la relación.

Es una buena noticia el cambio de presidente en los Estados Unidos, no obstante, más allá de la voluntad de construir una buena relación, hay temas en los que el Pdte. Biden parece tener una posición muy lejana a la del Gobierno de México.

Es importante aclararlo: un desencuentro del presidente de Estados Unidos con la Administración Pública Federal de nuestro país, no tiene razón de ser en contra de todos los mexicanos, ya que son dos cosas distintas y en democracia es normal tener posiciones diferentes.

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