Qué difícil tratar de dimensionar el tremendo fracaso del Cruz Azul, o la ya conocida “madre de todas las cruzazuleadas”. Ese famoso verbo que han querido erradicar en , pero que se acuña en nuestro vocabulario.

Con un gol del equipo de Siboldi durante el segundo tiempo, cuando el juego iba 3-0, obligaba a Pumas a meter otros tres; es decir, daba igual recibir ese cuarto, porque —al meter uno— ponía la situación imposible.

Es cierto que Pumas sólo llegó cinco veces y metió cuatro, en medio de rebotes y desatenciones, que a Orbelín Pineda se le quitó la sonrisa, que el goleador del torneo —el Cabecita Rodríguez — se contagió de esa enfermedad trágica de mediocridad y no pudo hacer algo. La realidad es que es difícil explicar cómo en los juegos resueltos con superioridad de plantel, nómina y condiciones, algo hacen y pierden.

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Por más que lleguen jugadores nuevos, técnicos y digan que lo que no fue en su año, no les hace daño, deben enfrentar el reto gigante de quitarse una maldición que los persigue.

Por eso, seguir leyendo a sus aficionados es una comedia mezclada con el peor drama que pudiera poner el deporte, ese que te enseña las mieles, pero te las tira antes de gozarla, y provoca el dolor más intenso que existe. ¡Bienvenidos, bienvenidos! A la tempestad celeste. Un abrazo a tod@s los que volvieron a sufrir y fueron parte de la peor cruzazuleada en la historia.

@EnriqueVonBeas

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