“¿A quién tienes en laboral?”, “¿en internacional?”, “¿en agrario?”, eran las preguntas que los alumnos de la Facultad de Derecho de la UNAM nos hacíamos para integrar nuestra lista de docentes los primeros días de clase. Pero tratándose de la materia de amparo, la pregunta era distinta: “¿lograste lugar con el maestro Fix?, su salón ya está a tope”. En amparo nos quedaba claro que no había otro, debía ser el maestro Fix.

Fue para mi un privilegio ser su alumno en esa asignatura. Su libro El juicio de amparo (Porrúa, 1964) es ya un clásico de la literatura jurídica. Su cátedra, impartida por 32 años, era una catarata de sabiduría jurídica expuesta con amenidad en la que transpiraba un profundo humanismo. Siempre atento a las preguntas de sus pupilos que respondía clara y puntualmente, era muy generoso con su tiempo y accesible a consultas en su cubículo del Instituto de Investigaciones Jurídicas del que sería su director (1966-1978), y cuyo auditorio lleva merecidamente su nombre.

Héctor Fix–Zamudio nació en el centro histórico de la CdMex el 4 de septiembre de 1924. Su formación fue un orgulloso producto del sistema de educación pública de México. Primaria en la Normal de Maestros, secundaria en la Escuela Secundaria No. 4, bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria, y Derecho (1942-9) en la Escuela Nacional de Jurisprudencia (hoy Facultad de Derecho) de la UNAM.

El título de sus tesis nos dan cuenta de su preferencia profesional por el derecho procesal en general y el mecanismo de defensa de los derechos fundamentales del individuo frente al Estado en particular. La de licenciatura fue La garantía jurisdiccional de la Constitución Mexicana (1956-Mención Honorífica), y la de doctorado La protección procesal de los derechos humanos ante las jurisdicciones nacionales (1972 Magna Cum Laude).

Definida su vocación jurídica su actividad se desarrolló en dos campos: la judicatura y la academia. En 1945 ingresa a la Suprema Corte, como auxiliar en la Segunda Sala; posteriormente labora en juzgados de Distrito y en Tribunales de Circuito, regresando a la Corte como secretario de estudio y cuenta. De modo que cuando en 1994 influye en la reforma para transformar a la Suprema Corte de una Corte de Casación en un Tribunal Constitucional que sería faro y vigía de nuestra Constitución, sabía perfectamente lo que hacía y decía, y por qué era impostergable esa reforma para la que diseñó el Consejo de la Judicatura en base al modelo español.

Su función jurisdiccional no concluye en el ámbito nacional. Entre enero de 1986 y diciembre de 1997 acepta la invitación de la OEA para ser juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos con sede en Costa Rica, de la que sería su presidente en dos periodos entre 1990 y 1997. Razón le sobra a la hoy presidenta de esa Corte, Elizabeth Odio Benito cuando afirma que el juez Fix–Zamudio: “dejó una huella indeleble en el Sistema Interamericano”. En efecto, en un hemisferio todavía con regímenes militares y dictaduras civiles, el maestro Fix impulsó valientes resoluciones sobre desaparición forzada, protección de defensores de derechos humanos, personas privadas de su libertad y menores.

En el ámbito académico se distinguió en las disciplinas de amparo, derechos humanos y derecho procesal constitucional de la que sería su más conspicuo teórico, práctico y exponente. Nos deja un rico tesoro con más de 400 publicaciones entre libros, artículos, ensayos, monografías, prólogos y presentaciones. Entre ellas sus acertados consejos sobre mi tesis doctoral antes de darme su voto aprobatorio y fungir como presidente de mi sínodo en la UNAM.

Fueron sus pasiones su familia, la UNAM, México, e Iberoamérica. Pero sobretodo, nos deja un legado imperecedero de integridad y valor moral e intelectual, tan escasos hoy en día. Sus colegas, alumnos y la comunidad jurídica toda, lamentamos profundamente su partida. Descanse en paz el gran maestro Fix.

Docente / investigador de la UNAM.

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