Miércoles 6 de enero, 2pm, el Capitolio, sede del Poder Legislativo en los EUA, es vandalizado por una turba incitada por Donald Trump, en un mitin que anticipó “sería salvaje”. Fue el día en que se fusionaron la furia y la cobardía en Washington DC.

La furia

El bufón Giuliani atiza la hoguera al convocar a la chusma a un “juicio por combate”. Tras sus derrotas legales, apela a la fuerza. Sigue Donalito Jr. quien amenaza a los senadores a que “eligieran entre ser cero o un héroe”, si no apoyaban a su padre.

Cierra el llamado a la insurrección un presidente degradado a tirano, convocando a la chusma a ir al Capitolio por la Avenida Pennsylvania, con el grito de guerra: “si no luchan como el infierno, no tendrán más un país” y engañándolos con su compañía, que nunca realizó.

Así prendió Trump la hoguera herido por un triple fracaso: en las urnas, en los tribunales, y en los órganos electorales (la llamada al secretario de Estado de Georgia para conseguirle 11,780 votos), pero el veneno de su mentira (elección fraudulenta) ya se había diseminado. Estaban dadas todas las condiciones para el golpe final: con una insurrección de sus creyentes evitar la confirmación de Biden/Harris por el Congreso a toda costa, por eso había que atacarlo en su propia sede, el Capitolio, con el apoyo de algunos congresistas republicanos sediciosos encabezados por Ted Cruz (Texas) y Josh Hawley (Missouri).

Desatada la furia, se desborda en accesos y escalinatas del Capitolio. Las hordas desbocadas escalan muros y rampas, rompiendo ventanas y destrozando puertas bajo el grito de ”¡USA!” y “cuelguen a Pence”. El vicepresidente se negó obedecer a Trump y romper el orden constitucional, convirtiendo la sesión conjunta del Congreso para contar los certificados del Colegio Electoral, en una maniobra que le diera el triunfo que los electores le negaron en las urnas.

Adentro del Capitolio la furia no conoce límites. Con gritos y banderas confederadas se irrumpió en la rotonda, salas y pasillos, llegando a ambas Cámaras del Congreso y sentarse en la silla de los presidentes del Senado y los Representantes, e incluso entrar en las oficinas de los legisladores causando destrozos a su paso. Cinco personas pierden la vida.

La cobardía

Horas después Trump le pide a esa misma turbamulta que impulsó, regresen a casa no sin antes expresarle que “los amamos” y “no olvidaremos este día”.

Confirmado el triunfo Biden/Harris, y cuando surgen las voces de condena, petición de renuncia del presidente, aplicación del artículo 25 y juicio político (impeachment), Trump retrocede y recula. Ahora “está indignado por la violencia, la falta de respeto y el caos” (que él instigó). A quiénes el día anterior amaba, ahora amenaza: “aquellos que entraron al Capitolio, desafiaron a la democracia americana…y violaron la ley, van a pagarlo”. ¿Dónde quedó el amor y el eterno recuerdo del día anterior?. El tirano que instigó la violencia, ahora es el cobarde “aprendiz de brujo”que, al darse cuenta del efecto de la furia que desató, contraataca a los seguidores que antes alentó.

El golpe fracasa. Tarde llegan las fuerzas del orden cuya ausencia es aún inexplicable. Los legisladores son protegidos y el expresidente sacado del edificio. Gran acierto fue reconvenir al Congreso horas después del ataque para evitar que los bárbaros trumpistas lograran su objetivo y, a las 3 am, Biden es oficialmente confirmado por Pence presidente de los EU. Trump perdió todo el Estado, al Ejecutivo, al Legislativo —ahora de mayoría demócrata tras haber causado la derrota del Senado en Georgia— y el Judicial, cuyos nombramientos no lo apoyaron. Concluye aislado y repudiado, canceladas sus plataformas, rechazado por el mundo corporativo de donde salió y finalmente, con 232 votos a favor incluidos 10 republicanos y 197 en contra, sujeto a juicio político. Como los tiranos/populistas, termina hundido en el fango de la ignominia histórica.

Docente/investigador de la UNAM.

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