En los últimos días, las redes sociales en México se han polarizado en torno al asilo al expresidente de Bolivia, Evo Morales . El debate se debe más a un oportunismo político de un sector de la oposición en México que a una verdadera controversia. De alguna forma, la enjundia con la que éste sector de la oposición se ha referido al caso deja en evidencia su flaqueza argumentativa en su nuevo rol. Si el nuevo gobierno ha sido decepcionante, la nueva oposición lo ha sido aún más. Gran parte de su intrascendencia en los últimos meses tiene que ver con su incapacidad de generar argumentos y causas legítimas. No han cuestionado su propio sistema de prejuicios, creencias y formas que desgastaron a la población mexicana y la hicieron votar por una narrativa distinta. No han generado una crítica profunda e inteligente al nuevo gobierno porque no han hecho una autocrítica de sus propios gobiernos. Habiendo tanto que críticar, se repliegan en causas que únicamente revelan su nimiedad. Lo único más desesperanzador que escuchar la narrativa del gobierno, es escuchar la narrativa de la oposición partidista y sus aliados mediáticos.

El asilo al expresidente Evo Morales está respaldado en el artículo 11 de la Constitución Mexicana y la Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político . La ley dice lo siguiente: “En caso de persecución, por motivos de orden político, toda persona tiene derecho de solicitar asilo; por causas de carácter humanitario se recibirá refugio.” El derecho al asilo ha sido un bastión de la política internacional mexicana desde hace décadas. Ha sido utilizado un sinnúmero de veces por presidentes de todos los espectros políticos, desde Lázaro Cárdenas hasta Felipe Calderón, y enaltecen el rol de México en la comunidad internacional. En distintos momentos, México ha dado asilo a figuras controversiales como León Trotsky , el sha de Irán y Manuel Zelaya . Bajo esta misma política, han llegado al país miles de perseguidos de España, Líbano, Chile, Argentina y Perú; muchas de estas comunidades han enriquecido nuestra cultura.

Muchos de los que claman en contra de la llegada de Evo Morales lo hacen por una supuesta indignación ante el hecho de que Evo Morales desacató la constitución de su país; paradójicamente, lo que piden, no darle asilo a Evo Morales es un desacato de la Constitución Mexicana. Hay factores que se deben considerar antes de dar este derecho al asilo, pero Evo no es un asesino, su derecho al asilo en México debe estar garantizado.

Mientras que una parte de la oposición partidista busca atrincherarse en prejuicios y fobias para criticar su llegada, los analistas y académicos que conocen del tema, muchos de ellos críticos de este gobierno, han defendido la decisión de dar asilo a Evo Morales. El ministro en retiro José Ramón Cossío , el ex ministro de Relaciones Exteriores Jorge Castañeda , la senadora de oposición Patricia Mercado y el analista en seguridad Alejandro Hope todos coinciden en que México debe dar asilo a Evo Morales . Estemos o no de acuerdo con la propuesta ideológica de Evo Morales, la ley y la tradición política del país están por encima de preferencias personales. En un tiempo donde prevalece la emocionalidad sobre la inteligencia, a veces la locura más grande es ser sensato: el asilo a Evo Morales es un acto de sensatez y de alineamiento con la tradición política del Estado Mexicano.

De la misma forma que en las últimas semanas México ha dado asilo a políticos ecuatorianos y bolivianos, en mayo de este mismo año y bajo el gobierno actual, México dio asilo en su embajada en Caracas al diputado venezolano de oposición Franco Casella . En aquella ocasión el diputado declaró: “México y la Cancillería demostraron compromiso y valentía ante la pretensión de violar mi inmunidad parlamentaria y los derechos humanos.” Desde dos espacios del espectro ideológico, se celebra que México sea congruente con su política.

Es difícil juzgar el actuar de un presidente. Una tradición estadounidense busca simplificar este tipo de análisis y reducirlo a un análisis moral entre “los buenos” y “los malos”. Estas simplificaciones sirven a los intereses de un determinado país pero no a aquellos que buscamos entender y analizar la política. Las cifras que otorga el Banco Mundial sobre Bolivia demuestran que durante el mandato de Morales la pobreza se redujo en más del 20%, la economía creció de manera muy importante, el analfabetismo descendió drásticamente, la esperanza de vida subió y la desigualdad se aminoró. Una editorial del periódico The Guardian en 2014 leía; “Evo Morales ha probado que el socialismo no daña a las economías.”

Por otro lado, no cabe duda de que Evo Morales ha manipulado y desacatado la ley para reelegirse; las elecciones más recientes son una muestra de que los procesos han sido turbios y poco democráticos. En una región plagada históricamente por corrupción y autoritarismo esto es sumamente dañino para la construcción institucional de un país.

Un tercer elemento es la intervención de factores externos al poder ejecutivo; en 2008 el gobierno de EUA financió a opositores de Evo Morales que buscaban la autonomía de algunas provincias bolivianas. Hace unos días, las fuerzas armadas de Bolivia pidieron la renuncia de Evo Morales. Si hay algo más dañino para la democracia en América Latina que la perpetuación del poder a través de cambios constitucionales, es la intervención del ejército en los procesos electorales. Es difícil juzgar a un presidente, pero así como los indicadores económicos y sociales en Bolivia son aplaudibles, tanto las irregularidades en el proceso electoral como el golpe de Estado ejecutado por los militares deben ser condenados.

Evo Morales fue un presidente que logró acabar con muchos de los problemas más profundos que aquejaban a Bolivia. Ese éxito no es una justificación para alterar las leyes y continuar su mandato. Esa continuación de su mandato tampoco es una justificación para la intervención de las fuerzas armadas. El hecho de que haya sido un presidente exitoso no es una razón fundamental para darle asilo en México. El hecho de que haya continuado en el poder tampoco es una razón para negarle el asilo. La persecución política por el ejército, las amenazas a su vida y la situación política y militar que llevó a su renuncia sí son razones para darle asilo en México.

En México se han tomado decisiones políticas preocupantes en torno a muchos temas. En ese marco, es sumamente decepcionante que una parte de la oposición política y sus aliados mediáticos busquen atacar al gobierno en una decisión acertada en lugar de buscar detener agravios que se están cometiendo en muchos otros aspectos, incluido el migratorio. La reacción de una parte de la oposición a la llegada de Evo Morales a México define muy bien la irresponsabilidad y frivolidad de su actuar. Se trata de una oposición que prefiere aprovechar prejuicios fáciles, clasismo y simplificaciones políticas en su afán de recuperar sus cotos de poder que ponerse a trabajar seriamente para el bienestar de los mexicanos. México necesita una oposición pensante y responsable más que nunca.

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