En su célebre narración del segundo gol de Maradona contra Inglaterra, Víctor Hugo Morales se pregunta, “¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés?” No es el único que se lo pregunta. El talento descomunal de Maradona por momentos pareció solo explicable desde su extra-terrestialidad. ¿Cómo era posible que un ser humano tuviera tanta capacidad para jugar un deporte? Ningún otro futbolista ha logrado con tanto éxito el arte de lo imposible, la duda de su pertenencia a nuestra especie parecía legítima.

Y sin embargo, Maradona mismo se encargó de dar respuesta categórica. Fuera de la cancha otro Maradona existía. Un Maradona vulnerable, contradictorio, agresivo, sensible y al final de cuentas por todo ello, profundamente humano. Celebramos a Maradona por lo que fue dentro de la cancha, pero lo que fue fuera de ella no demerita lo de adentro, solo nos delata que al final de cuentas, siempre sí era humano.

Hay una necesidad patológica de la sociedad y su corrección política por buscar modelos de vida utópicos; por construir alrededor de las celebridades una exigencia de que sean inmaculados, perfectos y por lo tanto no-humanos. Maradona se negó a ser esa fantasía y quizás por ello lo fue aún más. Su modo de vida puede escandalizar a muchos a los que poco incumbe, porque al final nadie sufrió más las consecuencias de ella que él mismo. Valdano lo dice mejor: “Hay algo perverso en una vida que te cumple todos los sueños y él sufrió como nadie la generosidad de su destino. Fue el fatal recorrido desde su condición de humano a la de mito el que lo dividió en dos”. Aún así, incluso en sus errores, Maradona fue único, mientras la mayoría de las celebridades deportivas se dopan para mejorar su competitividad, los vicios de Maradona fueron en detrimento de sus propias habilidades, como si a falta de imperfecciones futbolísticas, necesitara él mismo construir barreras a su grandeza.

A pesar de sus imperfecciones extrafutbolísticas, su capacidad de conectar con la gente funcionó en ambos espacios. En la cancha por su belleza, por brindarnos magia que se revelaba contra nuestra condición humana. Fuera de la cancha, por su fragilidad, por ser genuino y profundamente humano. “Fue el perfecto reflejo de la capacidad humana de ser contradictorio, de hacer y emanar lo feo y lo bello al mismo tiempo, bueno y malo en el mismo trazo. Su celebridad no estaba separada de su vida privada, “era agonizantemente humano en todos los sentidos, y sin embargo una superestrella en todo momento”, dice Marcela Mora y Araujo.

La historia de Maradona no solo triunfa en lo futbolístico sino en lo simbólico. El triunfo de un solo argentino contra una Inglaterra entera, solo cuatro años después de la guerra de las Malvinas. Pero más aún que eso, la historia de Maradona es la historia de la periferia derrotando al centro, del humilde venciendo al rico. Su leyenda se acrecienta porque sus dotes futbolísticos sobrehumanos los puso al servicio del de abajo. No sería el mismo Maradona si sus grandes triunfos hubieran sido con el Madrid. Maradona no sólo triunfa futbolísticamente sino que vence a la inercia opresora del poder y su centro.

Maradona vence desde Napoli, desde Boca, desde su propia pobreza, y al hacerlo no solo conquista trofeos sino al mundo entero. Los futbolistas de hoy buscan desesperadamente ser fichados por las potencias económicas del futbol para lograr ganar trofeos; a Maradona no le interesó ese tipo de mercantilismo deportivo. Maradona no buscó la gloria, se la dio a aquellos con los que jugó.

El balón es el lenguaje más universal de todos, el que nos conecta y nos comunica sin importar las barreras sociales. Un balón une a dos personas que no hablan el mismo idioma, no profesan la misma religión y no tienen las mismas posibilidades económicas. Nadie en el mundo comunicó tanto con ese balón como el 10 argentino. Nadie es perfecto, pero Maradona en la cancha casi lo fue. Cito otra vez a Valdano, hay que abrazar al genio y absolver al hombre.

Analista político.

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