¿Qué fue lo más relevante del año que termina y cuáles son los temas que marcarán el 2026? El primer gran tema del año fue la guerra arancelaria. El arranque de 2025 estuvo marcado por tensiones comerciales con Estados Unidos que amenazaban con golpear de lleno a la economía mexicana. México, sin embargo, salió relativamente bien librado. Hubo una combinación de factores: una estrategia de negociación cuidadosa por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum y, no menos importante, el paraguas institucional del T-MEC.
A ese episodio se sumó un momento simbólicamente relevante: el encuentro entre Trump y Sheinbaum en el contexto del sorteo del Mundial. Más allá del evento deportivo, la imagen fue un mensaje político. No hubo confrontación innecesaria ni sumisión. Hubo, simplemente, política exterior bien ejecutada.
El segundo gran eje de 2025 fue el regreso de México a la escena internacional. Sin bombos ni platillos, como para no dejar en evidencia que había un cambio de estrategia con respecto al gobierno de AMLO, el país volvió al concierto de las naciones. La presencia de Sheinbaum en foros como el G20 y el G7 tras años de ausencia marcó un cambio claro de actitud. México dejó de mirarse exclusivamente hacia adentro y volvió a entender que los asuntos globales también definen el rumbo interno. A esto se sumaron visitas de jefes de Estado, incluyendo a Carney y Macron.
El tercer punto clave fue el viraje en la estrategia de combate al crimen organizado. 2025 dejó claro que la política de seguridad ya no es la del sexenio anterior. Hay un cambio de tono, de instrumentos y de prioridades. La nueva fiscal le permitirá a la presidenta operar el tema de seguridad como ella lo concibe. La violencia no ha desaparecido —y en algunas regiones sigue siendo grave y focalizada—, pero todo indica que la estrategia empieza a mostrar resultados.
El cuarto elemento es el contexto internacional de tensión creciente. No solo Europa, sino ahora América Latina. El caso de Venezuela es el más evidente. La manera en que la región gestione ese conflicto será determinante para su futuro político y democrático.
Con ese cierre de 2025, ¿qué se viene en 2026?
El primer gran tema será, inevitablemente, la violencia. Seguirá siendo un asunto central del debate público y un factor de tensión política en varias regiones del país. Habrá momentos de inestabilidad, críticas internas y presión externa. Sin embargo, si la tendencia observada en 2025 se mantiene, es probable que a lo largo del sexenio empiecen a consolidarse resultados más claros.
El segundo gran desafío es el Mundial. No solo es una oportunidad deportiva y de proyección internacional; también será una vitrina política: para los opositores al régimen, será una ocasión para visibilizar críticas y conflictos ante el mundo. Para el gobierno, una prueba de fuego. La forma en que se gestione el evento —en términos de seguridad, protestas, narrativa y control político— dirá mucho sobre el nuevo gobierno. Además, en 2026 seguramente veremos los primeros cambios importantes en el gabinete presidencial, cambios que marcarán más claramente la visión de Claudia Sheinbaum para su gobierno.
El tercer tema es Venezuela. El conflicto parece cada vez más inevitable y sus consecuencias podrían extenderse más allá de sus fronteras. México no puede limitarse a condenar una eventual intervención externa ni a una neutralidad cómoda. Si aspira a ser un líder regional, tendrá que jugar un papel activo en la prevención del conflicto y con ello en la salida de Nicolás Maduro. No cabe duda de que Venezuela es gobernada por un dictador, y México debe tomar el rol de negociador para lograr que en Venezuela vuelva la democracia y evitar que Estados Unidos intervenga militarmente en la región. Ese es un rol que México históricamente ha evitado asumir, pero que el contexto ya no le permite eludir.
Finalmente, el gran tema de fondo: la economía. Más allá del Tratado de Libre Comercio y de la nueva relación con el empresariado —marcada por una renovación en el Consejo Coordinador Empresarial—, el problema central sigue siendo el bajo crecimiento. Sin crecimiento económico, los programas sociales y el Estado de bienestar construido por la Cuarta Transformación son financieramente frágiles. El reto de Sheinbaum es claro: hacer crecer la economía para sostener la estabilidad política y la viabilidad de sus políticas públicas.
Ese, quizá, será el verdadero examen de 2026. Porque sin crecimiento, no hay narrativa que alcance ni política social que resista.
Analista

