¿Qué tan probable es un ataque militar unilateral de Estados Unidos en territorio mexicano? Según la firma de inteligencia estadounidense Stratfor, la respuesta es inquietante: “Con base en las dinámicas actuales, es más probable que improbable que la administración de Trump lance, en algún momento durante los tres años y medio que le restan en el cargo, algún nivel de operaciones directas contra los cárteles mexicanos”, advierte Caroline Hammer, experta en seguridad en Estados Unidos.

Las declaraciones del propio secretario de Defensa, Pete Hegseth, en una entrevista con Fox News, parecen apuntar en la misma dirección: “El ejército ya selló la frontera y, cuando sea apropiado, cuando se nos dé la oportunidad, cuando tenga sentido y el presidente dé la instrucción, tomaremos acción para defender a la población de Estados Unidos”. A esto se suman los vuelos recurrentes de drones estadounidenses sobre territorio mexicano, que fortalecen la hipótesis de que un ataque de este tipo podría ser inminente.

Para México, el panorama es delicado. México no tiene la capacidad de impedir una acción militar unilateral de Estados Unidos y nadie es capaz de predecir lo que Trump hace; una respuesta precipitada a una acción militar podría resultar más dañina que la propia agresión.

En los últimos días, ha circulado en WhatsApp un texto atribuido falsamente a Caroline Hammer y a Stratfor, que asegura que la falta de un encuentro presencial entre Trump y Sheinbaum sería usada como pretexto para una intervención militar. Dicho texto es falso. No fue escrito por Hammer ni Stratfor y el verdadero objetivo del autor anónimo es instalar la noción de que un eventual ataque sería culpa de la presidenta y su equipo diplomático.

La realidad es que Sheinbaum busca evitar a toda costa este escenario. Entre sus movimientos se cuenta la entrega de narcotraficantes presos en México al gobierno estadounidense como gesto de cooperación. El problema es que Trump no sigue ninguna lógica predecible: no respeta acuerdos y, si lo desea, atacará cuando le convenga políticamente.

¿Significa esto que México deba dejar de cooperar? No. En este momento el mejor escenario sería lograr que cualquier operativo contra los cárteles se enmarque como una acción conjunta entre ambos países. Si Trump acepta presentarlo así, sería un triunfo para México.

El cálculo político de Trump

Sin embargo, este escenario no es el más probable. Reportes serios de inteligencia militar coinciden en que un ataque con drones a instalaciones en México no reduciría la violencia y podría incluso incrementarla. Tampoco frenaría el flujo de drogas hacia Estados Unidos; a lo sumo, retrasaría operaciones ilícitas unos meses.

El beneficio para Trump sería principalmente mediático, reforzando ante su electorado la imagen de un presidente “firme” y “decidido”. Este rédito político sería mayor si la narrativa lo presenta como una acción unilateral “necesaria” para proteger a Estados Unidos. A Trump le sirve como triunfo político y como distractor de sus problemas internos.

Dentro de la propia Casa Blanca existen divisiones sobre la conveniencia de este tipo de operación: significaría un golpe de efecto para Trump, pero a costa de dañar profundamente la relación con un aliado estratégico y vecino. Sin embargo, todo lo que hemos visto del segundo mandato de Trump indica que privilegia lo mediático sobre lo pragmático. Por eso la verdadera pregunta no es si lo hará, sino cuándo le resultará más útil que costoso.

Una segunda posibilidad es que Trump concentrara sus intenciones intervencionistas en otros países de América Latina; en ese sentido Venezuela sería otra opción que la Casa Blanca seguramente estará analizando.

El dilema de la respuesta mexicana

En caso de una acción unilateral, lo más probable es que esta sería con drones y dirigida a instalaciones precisas. La presencia de soldados en territorio mexicano está fuera del campo de visión estadounidense, por ahora. Aun así, se trataría de una violación de la soberanía y la presidenta mexicana se vería obligada a responder. Su desafío sería equilibrar la firmeza interna con la cautela externa: no antagonizar en exceso con Trump para evitar represalias como aranceles o nuevas incursiones, pero tampoco mostrar debilidad ante la opinión pública nacional.

La reacción interna se polarizará: las élites económicas y sectores en zonas de alta violencia verán la intervención americana con buenos ojos, pero la mayoría lo rechazará. La oposición —interna y externa— aprovechará cualquier escenario para culpar a Sheinbaum, ya sea por no reaccionar o por reaccionar demasiado.

El problema es que si el operativo deja víctimas civiles o se extiende dentro del territorio, la Presidenta se verá forzada a una respuesta más tajante y eso, a su vez, puede traer otras consecuencias. Es un escenario en el que México no puede ganar.

En este tablero, México cuenta con muy pocos instrumentos reales para impedir o responder a una acción así. La mejor jugada sería convencer a Trump —a través de sus consejeros y de la diplomacia— de que cualquier operación se realice de manera coordinada con México.

Analista

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