Dentro de los escenarios de polarización política, se crean espacios sociales proclives a la fantasía. La polarización se construye a través de narrativas que chocan y en esos choques se crean nichos de realidad que se vuelven fácilmente creíbles para sus habitantes. Repetir una mentira muchas veces no la hace verdad, pero si la vuelve creíble. Una de los fenómenos interesantes de la polarización es que lo que comienza como narrativas de pugna política acaban siendo creídas como verdaderas por sus simpatizantes e impulsores. La realidad se vuelve entonces sumamente subjetiva. Según el lado del péndulo en el que estás, se vive en el mejor o en el peor de los mundos, sin que exista en ninguno de los dos ninguna cabida para un análisis más profundo de la complejidad que involucra la realidad.

Este fenómeno ha pasado en muchos países del mundo, y en México se ha visto amplificado por la llegada de López Obrador a la presidencia. La polarización mexicana no fue inventada por AMLO, sino por una realidad social de desigualdad, corrupción y prepotencia. Sin embargo, el Presidente se ha apoyado en esta situación para crear un estilo polarizante que le ayuda políticamente. En ese contexto se han creado dos bandos que luchan por establecer su visión de la realidad. Por un lado los que creen que éste es el mejor gobierno de la historia y que se está transformando al país, y por otro los que creen que es el peor gobierno de la historia y se está replicando lo sucedido en Venezuela. Ambas visiones están sumidas en sesgos, filias y fobias y por lo tanto, la una como la otra comparten un espacio de existencia: la fantasía.

En el lado de los partidarios del Presidente, la certeza sobre la grandeza del actual régimen se traduce en varios tipos de deformaciones. Irónicamente, algunas de éstas son perjuiciosas para el propio gobierno. Una de ellas es la de los “queda bien”. Existe un número importante de funcionarios y servidores públicos de Morena que buscan desesperadamente la atención y aprobación del Presidente. En las mañanas, juntan a sus allegados para pensar en ideas ‘geniales’ que puedan gustar al jefe máximo, ideas que puedan ir más allá de lo que incluso él hubiera imaginado. Su capacidad o sesgo a veces no les permite entender bien al Presidente y acaban haciéndole más daño que bien. En su afán por probarle algo, acaban demostrando su poca comprensión de la realidad.

Hay dos ejemplos recientes de este tipo de fantasía. El primero, es el del ex alcalde de Atlacomulco, Roberto Téllez Monroy, quien poco antes de dejar el cargo develó una estatua de Andrés Manuel López Obrador. Con su acción, el alcalde evidentemente logró atraer la atención del Presidente, pero no con los resultados que esperaba. En lugar de un aplauso acabó recibiendo una reprimenda. Algo parecido le sucedió al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna, quién decidió escalar la pugna entre el Ejecutivo y el INE y presentó una denuncia penal contra los seis consejeros que habían votado en contra de la revocación de mandato. La ocurrencia de Gutiérrez Luna pudo haber tenido consecuencias graves para el Estado mexicano, pero afortunadamente fue detenida por el Presidente. Ambos ejemplos demuestran lo nociva que puede ser la fantasía de la polarización, mezclada con un poco de poder político y una necesidad de llamar la atención o quedar bien.

Del otro del espectro, existe un sector de la élite económica mexicana que ha adoptado y se ha creído el discurso de que México se está convirtiendo en Venezuela. Esta élite siempre ha vivido en una burbuja al margen de la realidad nacional, pero ahora esparce su credo con vehemencia. Aunque ningún indicador económico o social sugiere lo que predican, este sector presenta pruebas a través de un discurso endogámico y narcisista. En lugar de asomarse a la ventana y ver la realidad han optado por observar el espejo y verse a sí mismos. Sus teorías las fundamentan con casos de gente de su misma burbuja: “los compañeritos del colegio de mis hijos todos se quieren ir a estudiar al extranjero”: fuga de talento. “Tengo dos amigos que ya sacaron sus inversiones de México”: fuga de capital. “Todo mundo se está yendo a Miami”: exilio político. Las élites que sentían que el país iba muy bien con Calderón y Peña y ahora sienten que súbitamente se está yendo directo hacia el abismo.

El México de unos y otros puede parecer incompatible, pero ambos lo viven como si fuera cierto. La polarización crea fantasías y esas fantasías crean nichos de realidad muy nocivos y a veces peligrosos. Desafortunadamente para ambos, la realidad siempre es más compleja que las simplificaciones que fomenta la polarización. La realidad del país es compleja pero ciertamente está lejana de cualquiera de estas dos visiones. En todo caso, poco ha cambiado. Al contrario de lo que ambos lados piensan, este México se parece mucho al México de los últimos 20 años, para bien y para mal.

Analista político

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