“La libertad de expresión está bajo asedio en México”, con estas palabras comenzaba la carta que más de 600 hombres y mujeres firmamos hace unos días. Más que denunciar censura, la carta expresaba consternación ante el asedio que vive la libertad de expresión en México. Esto es importante, porque hay muchas formas de inhibir la libertad, no todas son coercitivas y no todas parten de la penalización de la expresión. El construir ambientes en los cuales hablar libremente pueda derivar en riesgos físicos o castigos penales es preocupante y por ello mismo es una causa por la que vale la pena alzar la voz.

Esto no vuelve a los firmantes un bloque monolítico. La carta fue firmada por más de 600 personalidades, cada uno de estos tiene un perfil distinto, votan diferente y han ejercido una carrera pública a su propia manera; la carta no es la expresión de un grupo consolidado, sino al contrario, un punto de acuerdo entre los diferentes. Esto lo sabe muy bien el Presidente y su gabinete. Lo saben porque conocen muchos de esos nombres y saben que entre ellos hay diversidad, que muchos votaron por él, y que muchos incluso fueron sus aliados en su larga travesía como opositor. El Presidente sabe esto pero también piensa que reconocerlo no le sirve comunicacionalmente. Se equivoca.

A AMLO le ha funcionado muy bien su estrategia de construir una dialéctica maniquea sencilla, emocional y fácil de manipular. Bajo esta narrativa todo lo que no guste puede ser fácilmente empaquetado y desechado como parte de una misma masa uniforme: los rivales. Plantear el discurso público desde el “nosotros” vs. el “ellos” le ha permitido gobernar sin una verdadera oposición; no solo por la facilidad con la que se transmite la narrativa, sino porque la narrativa va dirigida a un amplio sector de la población a quien nadie más le habla, y que nadie más le puede competir.

Sin embargo, si bien la narrativa le funciona, a veces prolongarla a todos los ámbitos no necesariamente es estratégico. Este es uno de esos casos. La narrativa del nosotros vs. ellos funciona mejor si los “ellos” son menos, pero en su afán de adaptar todo a estas falsas categorías, AMLO disminuye y desgasta innecesariamente el terreno de lo que él llama el “nosotros”.

AMLO ha creado una serie de enemigos que en la práctica no existen como unidades pero que él ha logrado consolidar así en el imaginario público para servir a sus intereses comunicacionales: los empresarios malos, la mafia del poder, los neoliberales, los políticos de antaño, los chayoteros, los fifis, etc.. etc.. Sin embargo hay batallas que no ganan guerras. Pelearse abiertamente con una gran parte del mundo artístico e intelectual es una batalla innecesaria. En el público al que AMLO le habla, este ataque resuena poco y por lo tanto le abona poco, mientras que a AMLO le genera un desgaste innecesario con un sector de la población que no tendría porque entregar completo al campo de los “otros”.

Se viene un año difícil para el Presidente; un año en el que la realidad económica va a plantarle cara a la narrativa oficial. Un manejo mucho más estratégico de este tipo de situaciones le permitiría mantener su base social, su narrativa polarizante y aún así sumar respeto o al menos reconocimiento de un sector que ahora aleja de cara a lo que tendrá que enfrentar.

No hay duda de que hay un sector del gabinete del Presidente que tiene un afán de revancha y de persecución, y ese sector, desde la posición de poder que ahora ocupa, ha cometido actos que asedian la libertad de expresión o por lo menos buscan inhibirla. Hay otra parte del gabinete que lo ve y lo entiende así, y que no está de acuerdo con esa forma de actuar; AMLO tiene que ser más pragmático en ese sentido, entender que reconocer los errores de su régimen no lo disminuye sino lo empodera.

No creo que ninguno de los firmantes de la carta haya creído que el desplegado iba a cambiar la posición de AMLO; la carta tenía otro propósito, alzar la voz ante hechos preocupantes y dejar en claro, que más allá de la narrativa oficial, en el mundo de la realidad existen matices. En ese espectro habitan un grupo nutrido de mujeres y hombres que no tienen ataduras partidistas, ni intereses ideológicos particulares. En la realidad no existen solo el “nosotros” y el “ellos”. Era previsible que el Presidente reaccionara así ante la carta, pero justamente esa predictibilidad se convierte poco a poco en un flanco abierto para su estrategia; la inflexibilidad del Presidente es su punto más débil.

Por el momento, a AMLO le sobra capital político, pero se le vienen tiempos complicados; es posible que pueda sobrellevarlos con su actual obstinación en la narrativa dicotómica, pero ser más estratégico podría ayudarle a sobrellevar lo que viene de mejor manera. La mayoría de los firmantes de la carta no lo hicieron por un odio ideológico al Presidente, sino por una preocupación real; tratar el tema en ese mismo nivel hubiera significado un triunfo político contundente para el Presidente. Su respuesta en cambio, avala prácticas que le generarán cuestionamiento y presión que pudo haber sido evitada; quizás en la narrativa pública le conceda un triunfo político, pero a todas luces se trata de una victoria pírrica.

Analista político

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